FUENTE: El Mundo
Cuando murió su madre, la pena se apoderó de Elena García-Morales, construyendo un muro de dolor, culpa y pensamientos negativos que los ansiolíticos no conseguían derrumbar. Estuvo atenazada durante un año, hasta que su médico de familia le ofreció la posibilidad de que un psicólogo la atendiera en su mismo centro de salud. No lo dudó - «porque lo que quería era ponerme bien»- y tras varias sesiones, asegura, empezó a notar cambios.
Esta vecina de Fuenlabrada (Madrid) es uno de los pacientes que forman parte de un programa piloto que lleva la intervención psicológica a Atención Primaria. El objetivo del proyecto, cuya efectividad está siendo medida a través de un ensayo clínico, es intentar demostrar que para problemas leves de ansiedad y depresión, entre otros, la psicoterapia fundada en la evidencia científica es una alternativa más eficaz que el tratamiento que habitualmente se da en los centros de salud, y que suele basarse en la prescripción de fármacos.
Según explica Antonio Cano, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) y líder de la investigación -denominada PsicAP-, los desórdenes emocionales, como la ansiedad, la depresión o la somatización tienen una prevalencia muy elevada en Atención Primaria.
En 2010, el estudio DASMAP, realizado en Cataluña, mostró que el 30,2% de los 3.815 pacientes de Atención Primaria analizados había cumplido, en el último año, con criterios diagnósticos de trastorno mental leve. Los más frecuentes eran la depresión (9,6%), el trastorno de pánico (7%), una fobia (6,6%) y el trastorno de ansiedad generalizada (3,8%).
«Son problemas de naturaleza psicosocial y, por tanto, aumentan en los momentos de crisis, cuando la gente ve amenazada la hipoteca de su casa o teme perder su trabajo. De hecho, hay evidencias de que entre 2006 y 2010 los trastornos depresivos aumentaron un 19% y los de ansiedad lo hicieron en un 8%», señala.
Pese a este incremento y a que estos trastornos «suponen un gasto total de casi 23.000 millones de euros», estos problemas «no están siendo abordados de la manera adecuada», señala Cano, porque, en el centro de salud, el médico de familia «no tiene ni el tiempo ni la formación suficiente» para enseñar a los pacientes herramientas que les ayuden a gestionar sus emociones y las consultas especializadas de Salud Mental están pensadas para trastornos más graves. Coincide con él Caridad Carrascosa, médico de familia en uno de los centros de salud que participan en el programa piloto. «Detrás de muchos dolores de cabeza recurrentes, insomnio, náuseas, etc, lo que hay en realidad es un problema de ansiedad», comenta la doctora, quien lamenta que, «en muchos casos, la única arma de la que dispone el médico, por falta de tiempo, es la prescripción de psicofármacos, que no son la solución ideal» y a menudo no resuelven por sí mismos el trastorno.
«El consumo de tranquilizantes, pastillas para dormir y otros fármacos psicoactivos no ha dejado de aumentar en los últimos años», señala Cano. Según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), en 2013, el número de dosis de antidepresivos por cada mil habitantes y día era de 79,5, una cifra tres veces más alta que la registrada en el año 2000.
«Pero la ansiedad y la depresión leves pueden solucionarse en muchos casos sin tener que recurrir a los fármacos», continúa Cano, que desde 2013, dirige una investigación que trata de evaluar el impacto de la atención psicológica en 28 centros públicos de 10 Comunidades Autónomas. Cerca de 1.250 pacientes han participado en el estudio (controlado aleatorizado), cuyas conclusiones preliminares se presentaron ayer en el III Congreso Nacional de Psicología que se celebra estos días en Oviedo.
Los datos muestran que, en los casos de trastornos de ansiedad generalizada, en la evaluación post-tratamiento la tasa de recuperación es del 78% en los pacientes que se someten al programa de atención psicológica -siete sesiones de terapia grupal repartidas en tres meses-, frente al 20% que consigue solucionar el problema en el grupo de control, que sigue las indicaciones convencionales. En la depresión, estos porcentajes son, respectivamente, del 69,8% frente al 15,4% y pasan del 70,4% al 32% en los ataques de pánico. A pesar de que a largo plazo (se ha estudiado la evolución a los tres, seis y doce meses) las diferencias entre los grupos son menores, siguen siendo patentes los cambios.
«Además, los datos están demostrando que los que reciben tratamiento psicológico experimentan una mayor mejoría de su calidad de vida y con más frecuencia se incorporan antes a su puesto de trabajo», apunta Carlos Buiza, psicólogo clínico y responsable del programa en el Centro de Salud Castilla-La Nueva de Fuenlabrada, uno de los centros participantes.
Las sesiones de terapia grupal, explica, se basan en la aplicación de técnicas cognitivo-conductuales a través de las que el paciente aprende progresivamente a detectar sesgos en su pensamiento, incorpora herramientas para interpretar la realidad de una manera menos categórica y afrontar los problemas de una forma asertiva o adquiere técnicas de relajación, entre otras habilidades.
Para Uma Cano, que se sentía «en una montaña rusa» constante por la gran ansiedad que sufría, la terapia ha supuesto un antes y un después. «No he vuelto a tener ataques de pánico. Obviamente todo lleva su tiempo, pero he aprendido a llevar la vida de otra manera, a no pensar sólo en lo negativo y me encuentro mucho mejor», asegura. Desde que terminó la terapia, hace unos seis meses, practica a menudo las técnicas de relajación y utiliza la pintura como una forma de liberar tensiones.
En 2007, Reino Unido puso en marcha un programa de intervención psicológica en Atención Primaria similar al que se está probando en nuestro país al que acceden unas 900.000 personas al año, según datos del Sistema Nacional de Salud inglés, que pretende ampliar la iniciativa.
Sin embargo, en la gran mayoría de países de nuestro entorno es el especialista en medicina de familia quien atiende este tipo de trastornos. «Son profesionales perfectamente competentes para abordar aspectos psicológicos, psiquiátricos y somáticos de la población general», tercia Julio Bobes, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, quien considera que la labor de un psicólogo clínico no es superior a la que puede prestar un especialista en medicina familiar y comunitaria en el contexto de la Atención Primaria.
«El problema es que estos profesionales se han ido cargando de demandas de diferente tipo y los tiempos de los que disponen han disminuido», señala Bobes que, en cualquier caso, reivindica que «toda la asistencia sanitaria pública esté en manos de especialistas» y que, si se da vía libre a las proposiciones no de ley que prevén la incorporación de la intervención psicológica al ámbito de la Atención Primaria y que han aprobado algunas comunidades, como Madrid o la Comunidad Valenciana, se siga exigiendo estar en posesión del programa de formación de posgrado PIR, equivalente al MIR, para poder ejercer en la sanidad pública.