FUENTE:ABC
La calidad del semen de los varones de Occidente experimenta un lento pero continuado declive y no parece tener signos de remontar. La prueba la ofrece un grupo internacional de investigadores tras examinar 185 estudios que medían calidad de los espermatozoides de varones de cinco continentes en los últimos 40 años.
Estudiaron 42.935 muestras de hombres de 50 países entre 1973 y 2011. El resultado no puede ser más inquietante. La concentración del esperma -número de espermatozoides por milímetro de semen- ha ido descendiendo cada año, hasta caer en un 52,4 por ciento en los países occidentales, en Norteamérica, Europa, Australia y Nueva Zelanda. Los detalles de este estudio se publican en la revista «Human Reproduction».
No es la primera vez que se advierte sobre el declive de la fertilidad masculina. La primera alerta llegó hace 25 años con un estudio danés pionero que puso la lupa en lo que hasta entonces no se había considerado un problema. El nuevo estudio muestra que este descenso es fuerte y continúa agravándose, sin que se sepa muy bien por qué.
La investigación no valora qué está produciendo este desplome. «Dada la importancia de la concentración espermática para la fertilidad masculina y la salud humana, este estudio es una llamada de atención urgente para que las autoridades sanitarias de todo el mundo investiguen las causas», señala Hagai Levine, autor principal del estudio y jefe del área de Salud Ambiental de la Facultad de Medicina de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Además de este centro han colaborado investigadores de Estados Unidos, Dinamarca, y también de España, con la Universidad de Murcia.
La capacidad de concebir de un varón no depende solo de la cantidad de espermatozoides en su eyaculado, que se cuenta por millones. También importa su morfología y movilidad, así como su capacidad para progresar y fecundar el óvulo. «Pero los hombres con menos cantidad suelen tener también menos espermatozoides progresadores», explica a ABC Ferrán García, director de Andrología del Instituto Marqués de Barcelona.
Esa es la teoría, la realidad a veces cambia, apunta el andrólogo: «Hay un 20 por ciento de hombres que tienen un seminograma (análisis de semen) alterado y embarazan sin problemas. Y, por el contrario, un 10 por ciento que no tienen ningún problema aparente y no consiguen dejar embarazadas a sus parejas. Se necesitan otros datos para valorar si un espermatozoide es capaz de engendrar vida como, por ejemplo, la fragmentación de su ADN.
El número de espermatozoides varía en los hombres. Algunos fabrican unos 20 millones por milímetro y otros casi 150 millones por milímetro. La normalidad está en los 15 millones y ya se considera infértil o subfértil si produce menos de 5 millones de espermatozoides por milímetro.
Los centros de reproducción son conscientes del problema desde hace años. Lo ven en los pacientes y también en los jóvenes sanos que se ofrecen como posibles donantes. En algunas clínicas de fertilización se llega a descartar a casi al 90 por ciento de los donantes potenciales de semen. «Incluso les animamos a que congelen su semen porque con la edad van a seguir perdiendo y no van a poder ser padres cuando llegue el momento», apunta apunta el responsable de Andrología del Institut Marqués.
El estudio danés de Niels Skakkebaek en 1992 alertó del declive espermático de Occidente. Y también fue el primero en apuntar a factores ambientales de la pérdida de concentración espermática. La única explicación posible era la aparición de alguna sustancia en el medio ambiente con un efecto negativo sobre la producción. Desde entonces se señala a elementos químicos presentes en plásticos y en otros materiales que son estrogénicos y actúan como hormonas sexuales femeninas. Se cree que los disruptores estrogénicos (unas 500 sustancias químicas de uso habitual liberadas en la atmósfera, el agua y la tierra) están afectando en mayor medida a los países occidentales.
La relación entre contaminantes y salud masculina también se ha estudiado en España. Este centro de Barcelona comparó los seminogramas de sus pacientes en La Coruña, Barcelona y Tarragona. Los peores resultados se vieron en los varones tarraconenses, una de las ciudades españolas con una industria química muy potente.