FUENTE: ABC
La cuenta atrás para eliminar el mercurio de nuestras vidas ha comenzado con la entrada en vigor del Convenio de Minamata. La bahía de Minamata (Japón) fue el escenario en los años 50 del mayor episodio de envenenamiento por este metal pesado, tras el vertido de aguas residuales industriales, que causó la muerte a un millar de personas. Ahora, esta nueva normativa prevé prohibir nuevas minas de mercurio primario y eliminar progresivamente las existentes; la prohibición de productos y procesos que utilizan este elemento; el control de los vertidos y la elaboración de planes nacionales para reducir su uso en la minería artesanal de oro.
Sin que nos demos cuenta este metal pesado, que está catalogado por Naciones Unidas como una de las diez principales sustancias químicas que ponen en peligro la salud y el medio ambiente, está presente en gran cantidad de objetos de uso cotidiano, como pueden ser cosméticos, pilas, bombillas de bajo consumo, termómetros, etcétera.
Desde 2014, en la Unión Europea está prohibida la venta de termómetros de mercurio y cualquier dispositivo de medición de uso industrial con este metal. Su uso en pilas de botón y otras baterías se controla desde 2015 y 2016, dependiendo de los casos, pero no sucede esto en el resto del mundo No existe una normativa tan restrictiva para este metal altamente tóxico.
El nuevo tratado -que hasta ahora ha sido ratificado por 74 países de los más de 140 que lo firmaron- pone como límite 2020 para eliminar el mercurio en la producción de cosméticos, incluidos jabones y cremas para aclarar la piel (excepto para alrededor de los ojos que usen este elemento como conservante, por ejemplo), plaguicidas, biocidas y antisépticos de uso tópico, barómetros, higrómetros, manómetros, termómetros, tensiómetros y empastes (amalgamas) dentales.
Para este último caso, la normativa internacional no pone fecha límite aunque insta a trabajar para reducir al mínimo las amalgamas de mercurio. En el caso de la Unión Europea, a partir del 1 de julio de 2018 estará prohibido ponerlas en niños menores de 15 años y mujeres embarazadas, y en 2021 la prohibición se extenderá a todos. No obstante, como recuerdan desde el Consejo General de Dentistas de España, en nuestro país el uso de empastes de mercurio es anecdótico, y lo que se utiliza en la gran mayoría de los casos son composites.
En cuanto a la liberación de esta sustancia a la atmósfera, cada añose emiten hasta 8.900 toneladas, según los datos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), que pone de manifiesto que en las últimas décadas los focos de emisión se han trasladado del mundo desarrollado a los países en desarrollo. La extracción de oro a pequeña escala (el mercurio se utiliza para separar y extraer el oro de las rocas) y la combustión de carbón para generar electricidad parecen estar detrás del aumento de emisiones en los países en desarrollo.
El mercurio puede liberarse naturalmente a través de la meteorización de rocas que lo contienen, incendios forestales y erupciones volcánicas, pero las emisiones más significativas provienen de los procesos humanos, particularmente la quema de carbón, la producción de cloro y la minería de oro artesanal. Solo la minería expone a 15 millones de trabajadores en 70 países diferentes a la intoxicación por mercurio, incluidos los niños trabajadores, explica Erik Solheim, director ejecutivo del Pnuma.
En Europa, las emisiones proceden de la quema de carbón y de la producción de cloro, aunque en este segundo caso el uso de este elemento químico estará prohibido a partir de diciembre de este mismo año pues ya existen alternativas.
En España, hay aún algunos focos de emisión, según explica Leticia Baselga, responsable de residuos de Ecologistas en Acción: «Quedan tres puntos de producción de cloro que usan este metal en Torrelavega, Pontevedra y Martorell, que han solicitado a la Unión Europea la prórroga del permiso para seguir operando, aunque les ha sido denegado». Además, sigue habiendo centrales térmicas que queman un tipo de carbón con alto contenido en mercurio, de las cuales las dos más contaminantes en nuestro país están en Asturias y Galicia, añade Baselga.
Otras actividades humanas que pueden ser fuentes de contaminación por mercurio incluyen la producción de algunos plásticos, la incineración de residuos y la producción de cemento. El tratado que acaba de entrar en vigor pretende reducir también las emisiones de estos procesos industriales, y además contiene medidas sobre el almacenamiento provisional de este metal pesado, sobre sus residuos y medidas para reducir los riesgos de sitios contaminados.
El mercurio puede ser transportado a través del aire a largas distancias lejos de su fuente de emisión original, contaminando el aire, el agua y el suelo. Al igual que otros metales pesados, persiste en el medio ambiente y se acumula en los tejidos humanos y animales, particularmente en los peces.
La última Evaluación Mundial sobre el Mercurio, que elabora el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y data de 2013, reveló que gran parte de la exposición humana a este metal tóxico se produce a través del consumo de pescado contaminado. Y es que en los últimos cien años se ha duplicado la cantidad de mercurio en los primeros cien metros de profundidad de los océanos del planeta, mientras que las concentraciones en aguas profundas han aumentado hasta un 25 por ciento.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda que no existe un nivel seguro de exposición a esta sustancia ni hay cura para el envenenamiento por mercurio, que a niveles elevados causa daños neurológicos y de salud irreversibles.
Los niños pequeños y las mujeres embarazadas son los más vulnerables. También están en riesgo las poblaciones que comen pescado contaminado por este elemento, los que utilizan mercurio en el trabajo y las personas que viven cerca de una fuente de emisión o en climas más fríos, donde el peligroso metal pesado tiende a acumularse. Un reciente estudio comparando los niveles de mercurio entre las mujeres en edad de procrear en las regiones de Asia y el Pacífico reveló altos rastros de mercurio en el 96 por ciento de las mujeres evaluadas en las comunidades del Pacífico que tienen dietas altas de pescado.