La Legionella es una bacteria ambiental cuyo nicho natural son las aguas superficiales como lagos, ríos o estanques. Desde estos reservorios naturales la bacteria puede colonizar los sistemas de abastecimiento de las ciudades y, a través de la red de distribución de agua, incorporarse a los sistemas de agua sanitaria (u otros sistemas que requieren agua para su funcionamiento, como torres de refrigeración, condensadores evaporativos, fuentes ornamentales…).
Una de las características de la Legionella es que es una bacteria capaz de sobrevivir en un amplio intervalo de condiciones físico-químicas y otras que van a favorecer su proliferación, como son:
La transmisión de la infección se realiza por vía aérea mediante la inhalación de aerosoles o gotitas respirables (menores de 5 micras) que contienen Legionella y también por microaspiración de agua contaminada.
La legionelosis NO se transmite al beber agua, ingerir alimentos, de persona a persona, ni de animales a personas, ya que no se conoce la existencia de reservorios animales conocidos.
Podemos decir que la legionelosis es una enfermedad oportunista, dado que, excepcionalmente, se presenta en personas sanas en las que puede producir infecciones asintomáticas. Para que se produzca infección se tienen que dar una serie de requisitos:
Que el microorganismo tenga una vía de entrada a la instalación.
La enfermedad no se produce cuando el agente inoculante es muy bajo y la defensa celular está intacta; ante el fracaso de cualquiera de los dos mecanismos la enfermedad es más probable. En casos en que la salud esté comprometida, la susceptibilidad de contraer la enfermedad aumenta.
Aunque cualquier persona puede infectarse con la bacteria de la Legionella, hay ciertos factores de riesgo que incrementan las posibilidades de contraer la enfermedad y que, además, complican el pronóstico y dificultan el tratamiento:
Son factores de mayor riesgo de padecer la enfermedad:
Son factores de riesgo moderado:
Desde la Dirección General de Salud Pública se gestiona la prevención del conjunto de problemas o riesgos que puedan tener repercusiones en la salud de la población y, concretamente en el caso de la Legionella, el Farmacéutico de Salud Pública tiene un papel relevante ya que, entre sus funciones, destaca el control y vigilancia de las instalaciones de riesgo de proliferación de Legionelosis.
Como hemos apuntado antes, una de las características de la Legionella es que es una bacteria capaz de sobrevivir en un amplio intervalo de condiciones físico-químicas. En este sentido, supervisar, periódicamente, la limpieza y desinfección de las instalaciones que pueden ser foco de infección, así como su estado de conservación, es la mejor manera de evitar la enfermedad.
Por otro lado, las autoridades sanitarias competentes, son las encargadas de coordinar las actuaciones de todos los profesionales que intervienen en la investigación de casos y brotes de legionelosis.
Por ello, todas estas instalaciones deben someterse a una limpieza y desinfección general de forma periódico según las características de la instalación, preferentemente al comienzo de la primavera y el otoño, mantenerlas en buen estado de conservación y realizar analíticas de control de presencia de Legionella.
En nuestra casa podemos adoptar algunas medidas preventivas para evitar su proliferación:
Es importante destacar que los aparatos de aire acondicionado instalados en un domicilio particular no conllevan ningún riesgo de transmisión de Legionella, ya que al no existir un circuito cerrado de agua no existe la posibilidad de que la bacteria se multiplique.
Por último, lanzar un mensaje de tranquilidad a la población y recordar que desde la Administración Sanitaria se llevan a cabo programas de control y vigilancia de la Legionelosis muy estrictos, que son aislados los casos en el que concurren las circunstancias necesarias para que prolifere la bacteria y que los farmacéuticos son profesionales altamente cualificados y formados para cumplir esta función.