FUENTE: Información
El ser humano mantiene una tendencia a lo largo de su vida de ganar peso hasta los 75-80 años. Con la edad, la báscula marca más kilos pero no distingue entre la grasa y la corpulencia. Sin embargo, el porcentaje de grasa acumulada y de músculo sí son muy importantes para la salud.
Mañana domingo, 1 de octubre, es el Día Internacional de las Personas Mayores. Para celebrar esta fecha, la Universidad Permanente de la Universidad de Alicante (UPUA) se ha apoyado en uno de los pilares fundamentales de la salud, especialmente en las personas mayores. Bajo ese prisma, ayer se organizó en la Sede Universitaria Ciudad de Alicante una jornada sobre alimentación y nutrición, que contó con expertos que abordaron el tema desde varias ópticas diferentes.
Una de las ponentes fue la jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz, Clotilde Vázquez, quien alertó del riesgo para la salud que supone aumentar la grasa corporal, «aunque más peligroso es intentar adelgazar de forma brusca», con «dietas milagro» o, sencillamente, sin comer.
En esta misma línea de argumentación se expresa el vicepresidente de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo, Francisco Más-Magro. «Conforme vamos envejeciendo, perdemos actividad y apetito. Se pierden ganas de comer y es un error pensar que vamos a adelgazar comiendo menos. No comer no significa comer sano», asegura este geriatra.
En el fondo del debate está la Dieta Mediterránea como el mejor sistema de alimentación posible. La duda es concretar qué hay de moda y qué, de realidad. Mas-Magro defiende que las personas mayores «han crecido en la cultura mediterránea y se han alimentado con una dieta mediterránea, pero la cultura ha ido cambiando, influenciados por los norteamericanos, lo que nos ha hecho cambiar una dieta sana por la comida ligera y rápida».
El geriatra se ampara en los estudios de la científica alicantina María Blasco, autora del libro titulado «Morir joven, a los 140 años», para reforzar la validez de la Dieta Mediterránea. Blasco basa su tesis en los telómeros, que son la parte final de los genes. «Si se alargan los genes, se alarga la vida y retrasa la muerte. Pues resulta que la Dieta Mediterránea alarga los telómeros, por tanto, prolonga la salud y la vida», asegura Mas-Magro.
Más cauta es la investigadora Clotilde Vázquez, integrada en un equipo de 20 especialistas que estan trabajando con 7.000 pacientes voluntarios de toda España, analizados en el Estudio Previmed Plus, impulsado por el Instituto Carlos III. A esas personas -hombres mayores de 55 años y mujeres mayores de 60- se les va a hacer un seguimiento durante 6 años para confirmar los beneficios de la Dieta Mediterránea, únicamente como base de la alimentación o, completada con actividad física.
La recomendación general es cocinar como se ha hecho tradicionalmente. «Es más fácil hacerse un bocadillo de queso que cocinar un guiso, pero hay que buscar la forma de hacerlo. Hay que dar un toque de atención para que las personas mayores sepan que la obesidad no es buena», defiende Mas-Magro. El objetivo es comer cinco veces diarias, sin «darse un banquete» una vez al día. Es prescindible beber litro y medio de agua al día, y recomendable tomar un vaso de vino de calidad en la comida y la cena.
En este mismo sentido se expresa otro ponente de la jornada, el restaurador alicantino, David Martínez. El cocinero defiende a ultranza el «producto local, fresco y de temporada como mejor aliado de la salud. Hay que salir a comprar al mercado, porque es donde está el mejor producto y porque es la forma de salir, de moverte, de caminar y de conversar con la gente».
Martínez critica que el sistema «nos lleva a ser cómodos, pero un paquete de pechugas finas envasadas de dos euros no son más baratas que comprar un pollo de campo entero, con el que puedes cocinar muchos platos. Mi abuela me llevaba a la plaza a diario, a lo que ahora es el mercado, y ahora, lo que ganas en comodidad lo perdemos en alimentación, salud y vida».