FUENTE: ABC
Más de un tercio de las madres padecen depresión posparto, un porcentaje que aumenta al sumar los casos de aquellas que, sin estar diagnosticadas, reconocen haber sentido los síntomas propios de este mal. Sin embargo, no solo les afecte a ellas. En concreto, «uno o dos de cada diez varones lo sufren, una cifra muy relevante para la poca información que existe al respecto», afirma Isabel Durand, psicóloga experta en terapias de pareja y vicepresidenta de la Asociación de Matronas de Madrid. Además, los casos en hombres se incrementan si la madre ha tenido este trastorno después de dar a luz.
Los expertos en la materia advierten que no existen estudios firmes sobre la depresión posparto masculina. «Principalmente, no se diagnostica por los roles de género heredados, donde los padres priorizan, sin saberlo, las necesidades de su pareja y del bebé. También puede tener un sentimiento de frustración por no ver justo quejarse frente a los cambios que sufre la madre, que entiende que son mayores», asegura Javier de Domingo, psicólogo.
Tampoco existe un perfil establecido pero la experiencia de los profesionales determina que suele darse en circunstancias extremas. «Por un lado, en las parejas jóvenes con escasez de recursos y escasa información sobre todo lo que supone un embarazo. En los padres con antecedentes de depresión, además, podrían tener comportamientos violentos o abusar de sustancias nocivas.
Por otro lado, también es más habitual en aquellas parejas que superan los 40 años, porque suelen tener embarazos muy deseados y es más fácil que sientan el agobio y la obsesión de querer hacerlo todo bien», apunta Durand. Es cuando surge lo que califica De Domingo como «el miedo a fracasar en su nuevo “rol de padre”».
Los hombres que sienten que no están bien acuden, por lo general, al médico de cabecera. «Allí lo tratan como una depresión normal, por estrés en el trabajo, pero nunca lo asocian al hecho de haber sido padre», argumenta la matrona. Todo ello podría deberse a que los síntomas aparecen hasta un año después del parto, «aunque es más frecuente entre los tres y seis meses tras el nacimiento», apunta.
De ser diagnosticada la depresión, el primer paso sería tomar conciencia de lo que pasa, «nombrarlo, expresarlo y compartirlo abiertamente, sabiendo que es una enfermedad que requiere tratamiento y no estigmatización», continúa el psicólogo.
Un buen vínculo de los padres con el bebé repercutirá en su salud psicoafectiva y en sus relaciones sociales, no solo a medio plazo, sino en su etapa adulta, evitando problemas de conducta. «Lo importante es trabajar el concepto de “familia”, visibilizando la importancia y las necesidades tanto del niño como de los padres», concluye De Domingo.