FUENTE: Levante
La ansiedad es la epidemia del siglo XXI y los tranquilizantes, los reyes del botiquín. En paralelo al aumento de la dispensación de estos medicamentos, en el último año se han disparado las asistencias en Urgencias por problemas derivados de su consumo abusivo. Desde intentos de suicidio hasta caídas en personas mayores desorientadas por el efecto sedante de las benzodiazepinas.
Según datos de la Conselleria de Sanitat, en la Comunitat Valenciana han sido 2.187 las asistencias urgentes en el último año, frente a 796 del año anterior. La mayoría de pacientes que ingresan por este motivo en Urgencias son mujeres (57%) y la edad media es de 40 años.
¿Pero qué se esconde detrás de este aumento desproporcionado de ansiolíticos cuando se supone que lo peor de la crisis ya lo hemos dejado atrás?
Para profesionales como Francisco Pérez, presidente en la Comunitat Valenciana de la Asociación Española de Neuropsiquiatría,aunque la situación económica ha mejorado, en las consultas de atención primaria se están atendiendo más problemas de ansiedad o depresión que hace unos años. "Antes parecía que a los trabajadores les daba más miedo coger una baja o medicarse. Ahora vemos muchos casos de insomnio, de personas a las que les cuesta concentrarse por el estrés que llevan, que tienen problemas para rendir en sus trabajos y que empiezan a consumir tranquilizantes para poder descansar y tener menos ansiedad", explicaba este profesional.
Más presión laboral, pero también una menor tolerancia a la frustración y una tendencia a medicalizar malestares de la vida cotidiana. "No es raro encontrarte con situaciones como la de una paciente que te trae a su hijo de 19 años al que le ha dejado la novia y está muy triste para preguntar qué le puedes recetar", señala Aurelio Duque, presidente de la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria. Problemas que queremos solucionar a golpe de pastilla y en el menor tiempo posible. "Es necesario enseñar a la gente que hay estrategias para manejar estas situaciones de ansiedad que no requieren del consumo de medicamentos", señala Aurelio Duque.
Sin embargo, la falta de recursos provoca que las soluciones más sencillas sean las más complicadas de aplicar, a juicio de Francisco Pérez. "El consumo de tranquilizantes es inversamente proporcional a la falta de recursos en la sanidad pública, donde apenas hay psiquiatras y psicólogos que puedan ofrecer terapias".
La falta de tiempo en las consultas de primaria también es una barrera. "Muchas personas mayores piden estos medicamentos para dormir. Cuando realmente dormir poco conforme se cumplen años es lo más natural. Pero habría que dedicar un tiempo a hablar con el paciente y revisar sus higiene del sueño, algo que choca con el poco tiempo que los médicos pueden dedicar a sus enfermos", afirma el presidente de la AEN.
Profesionales como el psiquiatra Bartolomé Pérez Gálvez pide también una mayor coordinación entre Primaria y las Unidades de Salud Mental y que se sustituyan los ansiolíticos que generan mucha dependencia por antidepresivos "que a dosis bajas pueden proporcionar el mismo efecto sedante".
Y es que el tratamiento con benzodiazepinas, como el Orfidal o el Trankimazin, genera a largo plazo no pocos problemas, entre ellos la posibilidad de generar dependencia, el aumento de accidentes de tráfico, un mayor riesgo de caídas y fracturas de cadera y un deterioro de memoria en las personas mayores, según datos de la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria.
La población mayor edad es la más sensible a este tipo de medicamentos, ya que no eliminan las dosis tan rápido, por lo que los efectos relajantes de los ansiolíticos se multiplican. Los médicos de familia aconsejan en este sentido que "su consumo se limite a situaciones puntuales, como por ejemplo un problema transitorio de insomnio y tratar en la medida de lo posible de sustituirlos por otros remedios naturales", señala Duque.