FUENTE: Las Provincias
Entonces no se llamaban farmacias. En el siglo XVI las sustancias indicadas para el cuidado de la salud no llegaban en cajitas blancas que guardan blisters repletos de píldoras o tabletas, tampoco en frascos de jarabe. ¿Quiere conocer cómo eran las boticas del siglo XVI? ¿Le gustaría descubrir interesantes claves que trasladan al origen de esos establecimientos que el siglo XXI distingue con una cruz verde?
Si su respuesta a los interrogantes es afirmativa, está muy cerca de ver cumplida su aspiración. En el corazón de la ciudad, la exposición "Recreando una botica de medeçinas de Requena en 1545" le ofrece la posibilidad de satisfacer su curiosidad.
La muestra se encuentra en la sede del Muy Ilustre Colegio de Farmacéuticos de Valencia, que junto con el Ayuntamiento de Requena ha impulsado una iniciativa que permite al visitante un recorrido por una sala rodeada de un conjunto de vitrinas que seguro despiertan la curiosidad y atraen la atención de los interesados por la historia.
Un expediente sobre una visita de inspección a las boticas de Requena en 1545, las de Lorenzo de Ahumada, Alonso Calvo y Juan Navarro Sazedo- es la génesis de la propuesta. Ese documento histórico ofrece un minucioso listado de cuanto se guardaba en aquellas farmacias. Y tirando de ese hilo se han podido reproducir depositando en las vitrinas del espacio expositivo elementos simples, compuestos, emplastos, aceites, estomáticos, píldoras, conservas, pólvoras...
El farmacéutico y buen conocedor de la historia Vicent Baixauli Comes, que acompaña a LAS PROVINCIAS en la visita a la exposición, no duda en afirmar que es una apuesta “interesante” que descubre el esfuerzo del comisario Fernando Moya Muñoz, cuyo labor permite no sólo que se pueda ver, sino “incluso oler cómo era una farmacia del siglo XVI”.
Allí se descubren materias minerales, animales y vegetales que marcaron los inicios de los tratamientos farmacológicos. Se han recolectado casi todos los elementos simples que encerraba el antiguo catálogo para luchar contra la enfermedad. Tierras, arcillas, alumbre, bolo arménico, sulfato de cobre, jacintos, magnetita.... Pero también huesos, grasas o glándulas de animales. Todo sin dejar de lado una completa selección de flores, semillas, raíces, cortezas, hojas, bulbos o tallos. En definitiva una colección de elementos que descubren cómo luchaban contra le enfermedad nuestros antepasados del siglo XVI. Se pueden ver también morteros que recuerdan a aquellos con los que se elaboraron quién sabe qué medicinas, para quién sabe qué curar.
La exposición es una apuesta "interesante" que permite no sólo que se pueda ver sino "incluso oler" cómo eran aquellas farmacias
Y sobre uno de los anaqueles de la sala se extiende un amplio conjunto de frascos que contienen sustancias de cuyas fragancias puede disfrutar quien se acerque al MICOF. Es posible hacerlo hasta el próximo día 31. Si se decide por la visita guiada debe solicitarla en el colegio profesional de lunes a viernes a las 10,30, 11,30 y 12,30 horas. Pero si lo prefiere, hay visita libre entre las 10 y las 13 horas de lunes a viernes.
Baixauli, que no olvida mencionar ni un detalle de cuanto allí se puede ver, no deja de insistir en el interés que encierra el 'Dioscórides', el libro que -recuerda la información de la exposición- fue el “principal manual de farmacopea durante toda la Edad Media y el Renacimiento”. Son numerosos los detalles que esa obra descubre al interesado por visitar la historia a través de establecimientos tan antiguos que se ponen al alcance de los ojos de 2018 gracias a los organizadores, el comisario y la colaboración de la Fundación Lucio Gil de Fagoaga y agentes forestales de la comarca Requena-Utiel.
Si decide acercarse, además de sumergirse en la historia de las farmacias y reflexionar sobre lo que su evolución ha significado para la humanidad, podrá visitar una sede colegial que en 2016 celebró su 575 cumpleaños. Un edificio, que como destaca Baixauli responde al diseño de “un palacete del siglo XIX con interesantes pinturas murales y azulejos hidráulicos de Nolla”.