FUENTE: El País
Estrenar algo lleva aparejado un sentimiento de felicidad acompañado de buenos deseos y la firme determinación de no repetir errores del pasado. Eso es lo que sucede al inicio de cada año, cuando los buenos propósitos ocupan los primeros puestos en el orden de prioridades. Los retos suelen estar relacionados con el abandono o la corrección de hábitos que amenazan la salud por lo que, junto a los básicos adelgazar y dejar de fumar, reducir el consumo de alcohol es uno de los retos más extendidos.
Aunque, así planteado —"reducir"—, este propósito no le protege en la prevención de una enfermedad grave como es el cáncer. Al menos es lo que se deduce de un informe de la Sociedad Americana de Oncología (Asco) que advierte de que beber alcohol, aunque sea poco, aumenta el riesgo de cáncer.
¿Cuánto es poco? Pues una bebida estándar diaria (14 gramos de alcohol puro) para las mujeres y hasta dos (28 gramos de alcohol) para los hombres, que traducido en consumiciones corrientes equivale a 44 mililitros de licor (un chupito) o 150 mililitros de vino (un vaso pequeño) o 355 mililitros de cerveza (una lata).
Permitir a los hombres el doble de ingesta etílica que a las mujeres no es una cuestión de sexismo sino de que, según Javier Román, director médico asistencial del Instituto Oncológico Baselga (IOB) en Madrid, "hay suficiente nivel de evidencia para afirmar que las mujeres son más vulnerables que los hombres para los efectos negativos del consumo de alcohol" y, además, el alcohol aumenta el peligro de recaídas del cáncer de mama.
El documento de la Asco admite que el riesgo de cáncer es mayor "cuanto más cantidad bebe una persona y más se alargue el consumo en el tiempo", especialmente para los tumores de cabeza y cuello, lo que no significa en absoluto que beber menos aleje el peligro, porque "existe abundante evidencia de que, incluso pequeñas cantidades de alcohol, pueden incrementar el riesgo de cáncer oral, de faringe, laringe, esófago, hígado, mama y colon", añade Román.
Desde la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), el doctor Santiago Méndez subraya que "no beber alcohol es mejor para prevenir el cáncer", una recomendación que puede resultar tajante pero que se justifica por la imposibilidad de ofrecer una cifra de consumo de alcohol que asegure "un riesgo cero desde el punto de vista oncológico".
La restricción etílica es más necesaria en aquellos que ya han tenido cáncer. La Sociedad Americana de Oncología informa de que los tumores de laringe, oral y esófago tienen peor pronóstico en los bebedores habituales (aunque sean moderados), aunque la evolución también se complica en otros cánceres relacionados con el alcohol.
El portavoz del IOB alerta de que "mantener el hábito alcohólico interfiere claramente con los tratamientos y perjudica su resultado", algo que confirma el representante de la AECC, que recalca que el alcohol "puede disminuir la eficacia o aumentar la toxicidad de ciertos fármacos contra el cáncer". Román es tajante: "La recomendación clara para los pacientes oncológicos es que no consuman en absoluto bebidas alcohólicas porque los beneficios del tratamiento se pueden ver claramente alterados".
La creencia de que no todos los alcoholes son igual de perjudiciales tampoco es válida para la Asco, que en su documento resalta que "la asociación entre el consumo de alcohol y el riesgo de cáncer se ha observado consistentemente, independientemente del tipo de bebida alcohólica", ya que "el etanol —el alcohol presente en las bebidas alcohólicas— es la misma molécula en una bebida fermentada que una destilada, lo que cambia es su concentración", recuerda Santiago Méndez.
Ahora bien, el informe emitido por la Sociedad Americana de Oncología admite que el etanol per se carece de poder carcinogénico (de causar cáncer) pero sí el acetaldehído —un producto que resulta del metabolismo del alcohol, es decir, en el proceso con que el organismo asimila el etanol—, que además provoca alteraciones en el ADN.
En esta línea, la revista Nature publicó hace unos días una investigación realizada en el Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) que ha comprobado que, cuando el acetaldehído que el organismo no puede eliminar se acumula, daña el ADN de las células madre formadoras de la sangre.
A menudo nos sentimos abrumados por el aumento de los casos de cáncer, y aunque estamos concienciados con la utilidad de utilizar fotoprotectores para prevenir el cáncer de piel y de dejar de fumar para evitar el cáncer de pulmón, solemos infravalorar el peligro del alcohol, y eso que está detrás del 5,5% de los tumores. En el mundo, hay más de 14 millones de nuevos casos cada año, unos 250.000 en España, según los datos ofrecidos por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Los mensajes acerca de los potenciales riesgos del alcohol no deberían minar los buenos propósitos —mantener una dieta saludable, adelgazar, dejar de fumar, hacer ejercicio, beber menos...— fijados para el nuevo año, porque la suma de todos ellos reduce más de un 30% el riesgo de cáncer, y cada uno de ellos lo disminuye un 8%, destaca un reciente estudio de la Universidad de Cardiff (Reino Unido). El profesor Peter Elwood, director del trabajo, subraya que "un estilo de vida saludable puede tener beneficios adicionales a la reducción del [riesgo de padecer] cáncer: no cuesta nada, no tiene efectos secundarios indeseables... ¡y es mejor que cualquier píldora!".
Aquellos que no estén dispuestos a renunciar al placer diario de la caña con los amigos, pueden aliviar sus remordimientos pensando que hasta algunos médicos, como Laurent Chambaud, director de Estudios Avanzados en Salud Pública de la Universidad de la Sorbona (París), consideran abrumadoras tantas advertencias sobre lo que perjudica a la salud y aboga por una prevención a medida para "reencontrar el placer de vivir saludablemente".