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Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de mortalidad en España. Las dolencias relacionadas con el sistema circulatorio, según un estudio de la Sociedad Española de Cardiología (SEN), representan un tercio del total de las defunciones que se registran en nuestro país y de ellas las enfermedades cerebrovaculares suponen uno de los principales grupos, superando el 5% a pesar de su descenso en los últimos años. Es tan preocupante la epidemia a nivel mundial que la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha puesto en marcha para lograr frenar un problema íntimamente relacionado con factores de riesgo como el tabaco, la dieta, el sedentarismo o la obesidad y que está siendo especialmente duro en países en desarrollo de América Latina y Asia.
Los accidentes cerebrovasculares son una de las dolencias neurológicas más comunes, aumentando las tasas de incidencia conforme se trata de rangos de edad más elevados. Dolencias como el ictus, los ataques isquémicos transitorios o la encefalopatía hipertensiva son afortunadamente cada día más salvables y aumenta la tasa de supervivencia gracias al desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas y preventivas. Sin embargo, las cifras del estudio ‘Iberictus’ sobre la incidencia de los accidentes cerebrovasculares elaborado por el Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN alertan que las enfermedades cerebrovasculares significan la primera causa de discapacidad adquirida en la vida adulta. El estudio establece que cada año en España se producen 187 nuevos casos de accidentes cerebrovasculares por cada 100.000 habitantes, produciéndose una mayor incidencia en hombres que en mujeres. La incidencia de los ataques isquémicos transitorios ronda los 30 casos por 100.000 habitantes y la de los ictus, los 150 casos por 100.000. El 80% de los ictus detectados son isquémicos, mientras que el 20%, hemorrágicos. La mayor parte de los ictus isquémicos se producen por aterotrombosis o enfermedades cardiacas capaces de generar embolias.
Las cifras aumentan exponencialmente con la edad, por lo que los expertos advierten de que si no se pone freno y la población sigue envejeciendo las enfermedades cerebrovasculares se podrían convertir en un problema de salud pública. La edad, el sexo -las mujeres lo sufren más por estadística en España, pero los hombres tienen un riesgo mayor de sufrirlo en edades tempranas-, los antecedentes genéticos, un historial médico con cáncer, enfermedad renal crónica o el embarazo, ya que tanto durante la gestación como en las semanas inmediatamente posteriores al parto se aumenta el riesgo, suponen factores no controlables para que los coágulos de sangre del corazón puedan viajar al cerebro y causar un accidente cerebrovascular. Sin embargo, hay otros factores de riesgo de enfermedad del corazón que se pueden cambiar y que tienen que ver con el tabaco, la alimentación, la tensión arterial, la vida sedentaria, la diabetes o el consumo de drogas.
Dejar de fumar es una de las primeras decisiones que debe tomar una persona pensando en el riesgo de sufrir cualquier tipo de enfermedad vascular. En el caso de los accidentes cerebrovasculares la relación es directa. El 40% de todas las muertes que se producen por accidente cerebrovascular en personas menores de 65 años están relacionadas con el hábito de fumar e incluso la exposición al humo ajeno y el consumo de tabaco sin humo aumentan el riesgo de sufrirlo.
La nicotina, el monóxido de carbono y los gases oxidantes, que son los principales componentes del humo de tabaco, dañan los vasos sanguíneos, provocando inflamación y disfunción endotelial. Además, la exposición al humo aumenta en los no fumadores el riesgo de trombosis, factor fundamental en la patogénesis de las enfermedades cardiovasculares atribuibles al hábito de fumar. La OMS alerta de que los efectos del humo ajeno en el cerebro son casi tan graves como los del hábito de fumar y que provocan, entre otras cuestiones, una mayor formación de coágulos. La organización estima que el 7% de todas las muertes provocadas por enfermedades cerebrovasculares en el mundo se debe al hábito de fumar, que es el responsable del 17,6% de las muertes prematuras por enfermedad cerebrovascular entre los adultos de 30 a 60 años de edad. Unos datos, avisa la organización, que no se reducen con los vaporizadores o el tabaco electrónico sin humo popularizados en los últimos años, ya que este tipo de productos contienen más de 2.000 compuestos químicos, incluida la nicotina, que provocan un aumento agudo de la presión arterial y contribuyen a la hipertensión crónica.
El llamado colesterol malo -las placas de grasa acumulada en las arterias- puede obstruir el flujo de sangre al cerebro y provocar un accidente cerebrovascular. De hecho, las tasas altas de colesterol suponen otro de los grandes factores de riesgo junto con la hipertensión y la diabetes. Los tres son enfermedades asociadas a la obesidad y suponen un cóctel negativo que aumenta exponencialmente las posibilidades de sufrir un ictus o un accidente cerebral con menos de 60 años.
Los expertos recomiendan controlar a través de la alimentación, el ejercicio, en caso de ser necesario, con medicación, el colesterol, la hipertensión arterial y la diabetes. Solo el colesterol aumenta entre dos y tres veces el riesgo de sufrir un ictus en las mujeres, según un estudio publicado en la revista ‘Neurology’ en 2007. Los expertos sitúan la incidencia de ictus en pacientes con diabetes tipo II entre dos y cuatro veces superior a la de la población general. La presión arterial alta tiene el triste honor de ser el principal factor de riesgo de accidente cerebrovascular según distintos estudios sobre disfunción cerebrovascular asociada con la hipertensión arterial, que inciden en ella como probado factor de riesgo de Alzheimer.
La Sociedad Española de Cardiología reconoce que en los últimos años se ha avanzando mucho en la implantación de tratamientos preventivos para tratar factores de riesgo, tanto genéticos como derivados de una mala salud. Sin embargo, avisa de la alta incidencia que la obesidad y el sedentarismo puede tener a futuro, por lo que recomienda mantenerse en un peso saludable y hacer, al menos, 30 minutos de ejercicio al día. Consumir alimentos saludables, comer menos, limitar la ingesta de alcohol y, por supuesto, no consumir drogas -la cocaína, por ejemplo, aumenta enormemente los daños neuronales- son cuestiones esenciales para cuidar todos los factores de riesgo.