FUENTE: ABC El corazón humano, contrariamente a como sucede con otros órganos –caso, por ejemplo, del hígado–, tiene una capacidad de regeneración muy limitada. De hecho, se estima que los corazones de los adultos jóvenes solo son capaces de regenerar el 1% de sus células cada año. Además, este porcentaje se reduce progresivamente según envejecemos, lo que aumenta, y mucho, el riesgo de que desarrollemos una insuficiencia cardiaca. Y es que cuanto mayor sean las células perdidas y no ‘reemplazadas’, mayor será el riesgo de que el corazón pueda bombear la sangre de manera eficiente. Pero, ¿no hay ninguna manera de ayudar al corazón para que se regenere por sí solo? Pues sí: hacer ejercicio. Y es que como muestra un estudio dirigido por investigadores del Hospital General de Massachusetts en Boston (EE.UU.), el ejercicio físico estimula la producción por el corazón de nuevas células musculares. Incluso tras un infarto. Como explica Ana Vujic, directora de esta investigación publicada en la revista «Nature Communications», «en nuestro trabajo quisimos indagar si había aluna forma natural de potenciar la capacidad regenerativa de las células del músculo cardiaco. Y para ello, decidimos evaluar una de las intervenciones que ya ha demostrado ser segura y muy barata: el ejercicio». Es bien sabido que el ejercicio es bueno, muy bueno, para la salud cardiovascular. Así lo han constatado la infinidad de estudios que muestran que las personas físicamente activas tienen, frente a las sedentarias, un riesgo mucho menor de acabar padeciendo una enfermedad cardiovascular. Sin embargo, lo que no están tan claras son las razones específicas por las que el ejercicio es bueno para el corazón. En el estudio, los autores recurrieron a un modelo animal –ratones– al que dieron vía libre a que se ejercitara todo lo que quisiera. Y para ello, habilitaron en las jaulas las típicas ‘ruedas’ para que los ratones, de forma totalmente voluntaria, dieran vueltas y más vueltas. De hecho, los animales corrieron cada día una media de cinco kilómetros. Sin embargo, hubo ratones menos ‘afortunados’. Y es que hubo un segundo grupo de animales a los que se les negó todo acceso a estas ‘cintas rodantes’. Y dado que no podían divertirse dando vueltas y más vueltas, se dedicaron a pasar los días tumbados. Los autores administraron a los animales un compuesto químico que, cual agente de contraste, se une al ADN recientemente formado por las células antes de entrar en la fase de división. Así, de lo que se trataba era de rastrear este compuesto químico en el músculo cardiaco –esto es, en el miocardio– para ver cuántas nuevas células se habían formado. ¿Y qué pasó? Pues que comparados frente a los de los sedentarios, los corazones de los ratones ‘deportistas’ tenían una cantidad hasta 4,5 veces mayor de nuevas células musculares cardiacas –los consabidos ‘cardiomiocitos’. Pero el experimento no acabó aquí. Como indica Ana Vujic, «también queríamos realizar el test en una situación de enfermedad. Concretamente, en el caso de un infarto agudo de miocardio, pues nuestro principal interés se encuentra en la curación». Dicho y hecho. Los autores provocaron un infarto a todos los animales y los devolvieron a sus jaulas. Y en este caso, pudieron ver que las áreas de tejido coronario en las que se ‘colocaban’ nuevas células era mucho, pero mucho mayor en los ratones deportistas que en los sedentarios. En definitiva, y cuando menos en los ratones, el ejercicio ayuda, y mucho, a regenerar el tejido cardiaco. Como apunta Anthony Rosenzweig, «mantener un corazón sano requiere un equilibrio entre los cardiomiocitos perdidos por una lesión o, simplemente, por el envejecimiento y la regeneración o ‘nacimiento’ de nuevas células cardiacas. Nuestro trabajo sugiere que el ejercicio puede ayudar a inclinar la balanza en favor de la regeneración». Es más; como destaca Anthony Rosenzweig, «nuestros resultados muestran que las personas pueden hacer que sus corazones sean más jóvenes al ejercitarse más cada día». Pero, exactamente, ¿qué hace el ejercicio para impulsar esta regeneración coronaria? Pues los autores han identificado una vía biológica específica que explica esta asociación. Como concluye Richard Lee, co-autor de la investigación, «el próximo paso será identificar las señales que hacen que esta vía se active. Y es que si somos capaces de activar esta vía en el momento justo y en las personas adecuadas, entonces podríamos ayudar al corazón a recuperarse tras un infarto».Ratones infartados
Corazones rejuvenecidos