Fuente: El Mundo
En 2011, un equipo de investigadores de la Universidad de Birmingham, en Reino Unido, puso en marcha un experimento con un grupo de ancianos que iba a vacunarse contra la gripe. Parte de la muestra debía recibir la inmunización temprano por la mañana, entre las 09.00 y las 11.00 horas. El resto, en cambio, se llevaría el pinchazo a primera hora de la tarde, no antes de las 15.00 ni después de las 17.00.
La diferencia parecía una simple cuestión de turnos. Pero al analizar la evolución de los pacientes, los científicos comprobaron que había supuesto mucho más: los niveles de anticuerpos contra la gripe eran más altos entre quienes se habían vacunado en horario matutino, por lo que podía afirmarse que, en este caso, la medida había sido más efectiva. Y la clave, sin duda, estaba en la hora.
Decenas de estudios epidemiológicos y ensayos clínicos como este han demostrado en los últimos años que tener en cuenta el momento del día más idóneo para administrar un tratamiento médico permite mejorar los resultados de las terapias y reducir sus efectos secundarios. De hecho, hay evidencias de que en enfermedades como la hipertensión, el asma, la artritis, las alergias e incluso el cáncer adecuar los abordajes terapéuticos a los ritmos de nuestro reloj biológico puede influir directamente en su efectividad.
Sin embargo, la realidad es que la Cronoterapia, la ciencia que estudia esta conciliación entre ritmos circadianos y atención sanitaria, sigue siendo una gran desconocida en hospitales y centros de salud.
Aunque la Cronobiología nació como disciplina científica hace 60 años, «sus aplicaciones apenas han recibido atención por parte de los médicos y, salvo contadas excepciones, se utiliza poco en la práctica médica diaria», confirma Juan Antonio Madrid, catedrático de Fisiología y director del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia.
En el día a día, añade, el sanitario no siempre tiene en mente el hecho de que todas las variables fisiológicas del organismo cambian, fluctúan a lo largo del día para adaptarse a nuestras necesidades -por ejemplo, la tensión se eleva por la mañana antes de que el cuerpo se active y el cuerpo genera melatonina al final de la tarde, para preparar el descanso-. Por tanto, aún tiene menos en cuenta que estos vaivenes pueden impactar directamente en la habilidad de los tratamientos para dar en la diana, subraya.
«La gente se sigue sorprendiendo cuando oye hablar del tema. Pero lo cierto es que el orden temporal resulta de gran importancia en Medicina. Y no sólo a la hora de aplicar un tratamiento, sino también para establecer un diagnóstico. Porque una variable que resulta perfectamente normal a una determinada hora del día, puede ser un indicador de enfermedad si se detecta en otro momento de la jornada», coincide Antoni Díez-Noguera, catedrático de Fisiología y responsable del Grupo de Investigación en Cronobiología de la Universidad de Barcelona.
La concesión del último Premio Nobel de Medicina a tres cronobiólogos -Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young- por sus descubrimientos sobre las claves moleculares de los ritmos circadianos podría, sin embargo, servir de acicate para aupar de una vez por todas a una ciencia cuyas aplicaciones son más que prometedoras, comentan ambos especialistas.
Un ejemplo claro de hasta que punto la Cronoterapia puede marcar diferencias importantes en la atención sanitaria la publicó la revista The Lancet hace tan solo unos meses. Según los datos de este trabajo, que realizó un seguimiento a cerca de 600 pacientes que se habían sometido a una cirugía de reemplazo de la válvula aórtica, la tarde parece ser un mejor momento para pasar por la mesa de operaciones en casos de esta intervención cardiaca. Así, los enfermos que se habían operado en horario vespertino mostraban un 50% menos de complicaciones que quienes habían estado en el quirófano durante la mañana.
Esta ventaja se debe a la expresión de uno de los genes que conforman los engranajes de los ritmos circadianos, denominado Rev-ErbA, explica Emilio Sánchez Barceló, catedrático de Fisiología de la Universidad de Cantabria y autor de la obra sobre Cronobiología Hicimos la luz... y perdimos la noche.
El influjo de este gen, añade, provoca que el miocardio, el músculo que mueve el corazón, sufra menos con los episodios de isquemia y reperfusión asociadas a la intervención quirúrgica, por lo que la recuperación del paciente es mejor.
Los resultados aún no son definitivos, señala, pero sin duda «abren excelentes perspectivas en la cirugía cardiaca».
En la misma línea, otro estudio publicado el pasado mes de noviembre en Science Translational Medicine también mostró que el momento del día en que se produce una lesión afecta a su tiempo de curación. En concreto, la investigación -aún preliminar- encontró que las quemaduras que se habían producido durante la noche necesitaban un promedio de 11 días más para sanar que aquellos que se generaron durante el día.
Ambos ejemplos, explica Madrid, «dan cuenta de la importancia que tienen los relojes biológicos en la fisiología y medicina humana porque estos relojes preparan nuestro cuerpo para hacer frente a los procesos o agresiones que son más probables en cada momento del día».
Desafíos
Una de las áreas de investigación más interesantes que se están llevando a cabo en el ámbito de la Cronoterapia tiene que ver con el tratamiento del cáncer. Desde la Warwick Medical School en Coventry (Reino Unido), Francis Lévi ha llevado a cabo más de 30 ensayos clínicos cuyas conclusiones sugieren, por ejemplo, que la quimioterapia tiene más posibilidades de éxito y provoca menos toxicidad si se administra a una determinada hora del día (cada fármaco sigue una pauta específica).
Los resultados del científico, sin embargo, también han puesto de manifiesto que un elevado porcentaje de pacientes no se beneficia al recibir el tratamiento en el momento fijado en el estudio.
Según los análisis de Lévi, el sexo y los genes tienen mucho que ver con estas diferencias. Pero, además, esto también se debe al hecho de que los ritmos biológicos no son uniformes, sino que varían de un individuo a otro, explica Díez-Noguera.
Piénselo. Seguro que en su entorno conoce a personas alondras, que tienden a despertarse pronto y a apagarse enseguida con la oscuridad; y también a muchos búhos, que no alcanzan su pico de actividad hasta bien entrada la noche.
Los relojes internos de estos perfiles no siguen la misma cadencia y, por tanto, tampoco responden igual a un mismo patrón de tratamiento.
Por si esto fuera poco, también está demostrado que dormir poco o mal y llevar una alimentación descontrolada hace que nuestros relojes biológicos dejen de marcar su hora adecuadamente, lo que acaba de complicar la posibilidad de diseñar una Cronoterapia prêt- à- porter que sirva para todos, subrayan los especialistas.
Sin duda, ese es uno de los principales desafíos que dificultan la entrada de la Cronoterapia en la práctica clínica, comentan. «En muchos casos, encontrar el momento idóneo para una medicación exige realizar un estudio personalizado de los ritmos individuales que permita adaptar la terapia a esas circunstancias», expone el especialista de la Universidad de Barcelona.
Por otro lado, la Cronoterapia también choca con los ritmos habituales de los hospitales, lo que dificulta su introducción. «Por ejemplo, teniendo en cuenta las evidencias, ¿se cambiaría el funcionamiento de los quirófanos para realizar las cirugías cardiacas sólo en horario vespertino? Es difícil», reflexiona Sánchez Barceló.
En ese sentido, Madrid apunta que conocer las claves moleculares que rigen los ritmos circadianos también podría permitir la opción inversa: si fuéramos capaces de manipular los genes reloj no haría falta abrir los quirófanos sólo por la tarde, porque podríamos crear un ocaso ficticio en el organismo del paciente.
De momento, la línea más avanzada en Cronoterapia es la que trata de administrar en el momento óptimo fármacos para determinadas enfermedades. Por ejemplo, está demostrado, que «los corticoides, fármacos que se utilizan en procesos inflamatorios o enfermedades respiratorias y autoinmunes, producen una respuesta más efectiva en el organismo durante la mañana», explica Miguel Ángel Calleja, presidente de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria.
En cambio, gran parte de los medicamentos hipotensores, los que se emplean para controlar la hipertensión, son más eficaces cuando se administran por la noche, aclara.
«La investigación seguirá dando frutos», comentan convencidos los científicos. Porque no hay duda de que, en Medicina, el cuándo importa tanto o más que el qué, el cómo y el cuánto.
La luz también es un medicamento efectivo
La luz es una de las 'cuerdas' que, cada día, se encarga de poner en hora nuestros relojes internos. Por eso, cuando éstos dejan de funcionar correctamente, también se recurre a ella. Hoy en día, la exposición a la luz brillante se utiliza en casos de síndrome de retraso del sueño (para reajustar el ritmo alterado) o para tratar los casos de depresión estacional, que se producen sobre todo en países nórdicos durante el invierno, cuando escasean las horas de luz. Según explica Sánchez Barceló, la luz también es útil para contrastar los efectos del 'jet lag'.