Fuente: ABC
La esclerosis múltiple es una enfermedad neurodegenerativa causada por la destrucción por el sistema inmune del propio paciente de la capa de mielina que protege las neuronas, lo que imposibilita una transmisión adecuada de los impulsos nerviosos. Una enfermedad que padecen cerca de 47.000 españoles –y hasta 2,3 millones de personas en todo el mundo–, muy especialmente mujeres, y cuya sintomatología varía enormemente entre los afectados. De hecho, y mientras algunos pacientes experimentan múltiples episodios –o ‘brotes’–sintomáticos a lo largo de su vida, otros pueden llegar a sufrir un único episodio de la enfermedad. De ahí la importancia de predecir cómo progresará la enfermedad, para ajustar el tratamiento, más o menos agresivo, a cada caso individual. Pero, ¿hay alguna forma de saber cómo evolucionará la esclerosis múltiple en cada paciente? Pues no. O así ha sido hasta ahora, dado que investigadores de la Universidad de Birmingham(Reino Unido) parece haber hallado la forma de lograrlo. Y para ello, ‘tan solo’ hay que mirar en el líquido cefalorraquídeo.
Como explica Mike Douglas, co-director de esta investigación publicada en la revista «Journal of Neurology Neurosurgery & Psychiatry», «si bien a día de hoy tenemos a nuestra disposición una gran variedad de terapias para la esclerosis múltiple, el elección del tratamiento específico para cada paciente no se hace de una forma ‘demasiado’ basada en la evidencia. Y es que aún no contamos con ningún predictor pronóstico a largo plazo que nos diga si un paciente individual deberá necesitar una terapia más potente, lo que conllevará mayores efectos secundarios, o un tratamiento menos agresivo, lo que podría ser insuficiente para controlar la enfermedad».
Ataque inmunitario
El estudio, de seis años de duración, tuvo por objetivo evaluar si el análisis del líquido cefalorraquídeo, esto es, el líquido que rodea al cerebro y la médula espinal y que entre otras funciones actúa como ‘amortiguador’ para evitar traumatismos en el sistema nervioso central, podría ser útil para predecir la evolución de la esclerosis múltiple. Como destaca Mike Douglas, «el uso de ‘biomarcadores’ para predecir el futuro riesgo de discapacidad es crítico para asegurar que cada paciente individual recibe el tratamiento correcto en el momento adecuado».
Así, lo que hicieron los autores fue analizar la composición del líquido cefalorraquídeo de un grupo de pacientes con esclerosis múltiple en dos momentos diferenciados: en el mismo momento de la detección de la enfermedad; y una vez transcurridos cinco años desde el diagnóstico. ¿Y qué pasó? Pues que los niveles de un anticuerpo específico producido por el sistema inmune fueron muy, pero que muy superiores en el líquido cefalorraquídeo que en el torrente circulatorio. De hecho, y mientras que la proporción con un segundo anticuerpo fue de solo 2 a 1 en la sangre, esta tasa fue incluso mayor a 100 a 1 en el líquido cefalorraquídeo, lo que indica una gran producción del anticuerpo específico por el sistema inmunitario del sistema nervioso central (SNC). Pero aún hay más.
En palabras de John Curnow, co-director de la investigación, «lo realmente interesante de nuestros resultados fue que este sesgo extremo en la tasa de anticuerpos se observó casi siempre en los pacientes en las primeras fases de la enfermedad, así como que el sesgo fue mucho menor en aquellos casos que finalmente desarrollaron una mayor discapacidad. Así, nuestros hallazgos sugieren que el sesgo temprano en este tipo de anticuerpos podría estar relacionado con el desencadenamiento de la esclerosis múltiple».
Pero, esta mayor diferencia –o sesgo– entre las tasas de anticuerpos en la sangre y el líquido cefalorraquídeo, ¿puede resultar útil a la hora de identificar a los pacientes en los que la esclerosis múltiple progresará de forma más agresiva? Pues sí.
Como indica John Curnow, «en el caso de los afectados que desarrollaron una esclerosis múltiple de mayor gravedad vimos que, incluso en el momento del diagnóstico, este ataque del sistema inmune se había desarrollado más allá del desencadenamiento inicial de la enfermedad, lo que dio lugar a un mayor daño del sistema nervioso en los siguientes años. Por tanto, este nivel inusual de anticuerpos sugiere una respuesta inmune temprana asociada a la enfermedad muy diferente».
Elegir el tratamiento
En definitiva, el estudio es el primer en identificar una asociación entre el grado de la respuesta inmune por el SNC y el desarrollo de discapacidad asociada a la esclerosis múltiple con el paso de los años.
Como refiere John Curnow, «además de mejorar nuestro conocimiento básico sobre la enfermedad, nuestros hallazgos representan una oportunidad para identificar a aquellos pacientes que presentan mayor riesgo de discapacidad y que, por ende, requerirán un tratamiento más agresivo. Y de la misma manera, también facilitará la identificación de los casos con bajo riesgo, en los que el abordaje podría ser mucho más conservador».
Sin embargo, aún habrá que esperar antes de que este test se aplique en la práctica clínica real. Como concluye el especialista, «es necesario llevar a cabo más investigaciones, incluido un estudio con una muestra más amplia de pacientes, para validar nuestros resultados. Pero de confirmarse, contaríamos con un test relativamente simple que podría ser utilizado ya en el momento del diagnóstico para identificar a aquellos pacientes con un peor pronóstico. Un hallazgo que resultaría muy importante dado que justificaría el empleo por los médicos de terapias altamente efectivas para, así y de forma potencial, mejorar los resultados clínicos a largo plazo de estos afectados».