Fuente: ABC
De acuerdo con los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en el año 2017 se diagnosticaron en nuestro país 6.760 nuevos casos de cáncer de páncreas. Un tipo de tumor que, si bien octavo en frecuencia, constituye la tercera causa de mortalidad por cualquier enfermedad oncológica –la cifra de decesos en 2016 ascendió a 6.789, solo inferior a las asociadas al de pulmón y al colorrectal–. Y es que el cáncer de páncreas presenta la menor tasa de supervivencia asociada a cualquier tumor, de tan solo un 8% a los 5 años del diagnóstico. De hecho, el de páncreas es un tipo de cáncer que en muchas ocasiones se expande a otros órganos –la consabida ‘metástasis’– incluso después de haber sido operado con éxito. Y ahora, investigadores del Laboratorio Cold Spring Harbor en Cold Spring Harbor (EE.UU.) han hallado el porqué y, lo que es más importante, cómo evitarlo.
Como explica Douglas Fearon, director de esta investigación publicada en la revista «Science», «el periodo postoperatorio identificado en nuestro estudio ofrece una ventana durante la cual deben mantenerse bajos los niveles de cortisol y elevados los de los linfocitos T para que el sistema inmune del propio paciente pueda destruir las células cancerígenas que han iniciado su marcha hacia otros órganos y que permanecían ‘durmientes’ hasta este momento».
Migración prequirúrgica
La cirugía sigue siendo la primera opción de tratamiento para casi todos los tipos de cáncer. No tanto así en el cáncer de páncreas, pues en la inmensa mayoría de las ocasiones suele ser detectado ya en una fase avanzada, es decir, cuando ya se ha diseminado a otros órganos. Y de poco sirve operar para eliminar el tumor primario cuando ya hay otros tumores metastásicos repartidos por el organismo.
Pero aún hay más: la cirugía tampoco resulta demasiado efectiva en los pacientes cuyos tumores se confinan en el páncreas. Y es que aunque la intervención se lleve a cabo con éxito y el tumor sea completamente erradicado, muchos pacientes acaban sufriendo metástasis, por lo general de carácter letal y muy especialmente en el hígado, a los dos años de su paso por el quirófano. Todo ello a pesar de que sus hígados fueran minuciosamente inspeccionados durante la intervención y se mostraron ‘libres de cáncer’. Pero esto, ¿cómo es posible? Pues porque las células cancerígenas ya estaban ahí.
En situaciones como el estrés postquirúrgico, las células cancerígenas durmientes en el hígado vuelven a expresar MHC1 y CK19 y comienzan a dividirse
El nuevo estudio muestra que cuando entra en el quirófano para ser operado de su cáncer de páncreas, el paciente ya presenta células tumorales que se han desprendido del tumor primario y se han alojado en el hígado. Como indica Douglas Fearon, «se trata de células que son transportadas muy probablemente a través del torrente circulatorio, y estimamos que, en un paciente típico, hasta 14 millones de estas células cancerígenas pasan por el hígado cada día».
Pero, estas células metastásicas alojadas en el hígado, ¿por qué no forman nuevos tumores antes de que el paciente sea intervenido quirúrgicamente? Pues porque permanecen en un estado ‘silente’ en espera de condiciones más favorables. Y llegados a este punto, ¿por qué no son eliminadas por el sistema inmune? Pues la verdad es que el sistema inmunitario destruye a la gran mayoría de estas células. Sin embargo, no es demasiado efectivo y siempre habrá células tumorales en el hígado que escapen de su control. ¿La razón? La capacidad que tienen estas células cancerígenas de engañar, o incluso ‘secuestrar’, el sistema inmune.
Condiciones propicias
Las células del sistema inmunitario rastrean y destruyen todas aquellas células cancerígenas que portan en su superficie dos proteínas denominadas MHC1 y CK19. Pero como muestra el nuevo estudio, hay un problema: las células que se encuentran en el hígado no expresan estas proteínas, por lo que los linfocitos T son incapaces de encontrarlas. Así, lo que harán estas células será esperar a que las condiciones sean propicias. Lo que sucede una vez acometida la operación, pues el cuerpo produce grandes cantidades de cortisol –una hormona que se libera en situaciones de estrés, caso del periodo que sigue a una intervención quirúrgica– para ‘desactivar’ al sistema inmune. Es el momento de que las células cancerígenas salgan de su ‘letargo’ y formen nuevos tumores.
Como apuntan los autores, «en situaciones como el estrés postquirúrgico, en las que los linfocitos T en el hígado se encuentran ‘agotados’, las células cancerígenas durmientes empiezan a expresar MHC1 y CK19 de nuevo y comienzan a dividirse, convirtiéndose así en las semillas de las lesiones metastásicas».
Por tanto, la solución para prevenir las metástasis posquirúrgicas del cáncer de páncreas parece ‘sencilla’. Hay que contrarrestar la elevación de los niveles de cortisol y evitar la caída de la actividad de los linfocitos T para que las células cancerígenas puedan ser destruidas al salir de su letargo. Y, exactamente, ¿cuánto dura este periodo de estrés postquirúrgico? Pues en torno a un par de semanas.