Fuente: ABC
Las picaduras de mosquitos son responsables cada año de la muerte de más de 750.000 personas en todo el mundo. Y es que los mosquitos son los vectores de transmisión de los parásitos y virus causantes de algunas de las enfermedades más letales del planeta, caso de la malaria, del dengue, de la fiebre del Nilo Occidental, del Zika y de la chikungunya. Sin embargo, parece que no hace falta que un mosquito porte un parásito para causar un trastorno, aun mínimo, en nuestro organismo. Y no solo porque al alimentarse nos deje un doloroso ‘picotazo’ y nos chupe la sangre –literalmente–. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Baylor en Houston (EE.UU.), la saliva del mosquito, aun libre de todo parásito, provoca una reacción en nuestro sistema inmune que perdura a lo largo de varios días.
Como explica Rebecca Rico-Hesse, directora de esta investigación publicada en la revista «PLOS Neglected Tropical Diseases», «el conocimiento de cómo la saliva del mosquito interactúa con el sistema inmune humano no solo nos ayudará a entender los mecanismos de la patogénesis de la enfermedad, sino que también podría desvelar nuevas posibilidades para su tratamiento».
Reacción inmunitaria
Es bien sabido que la saliva del mosquito exacerba la gravedad de algunas de las enfermedades causadas por los parásitos contenidos en esa misma saliva. De hecho, los estudios llevados a cabo con modelos animales han demostrado que siempre será mucho peor contraer una infección a través de la picadura de un mosquito que cuando el agente causante de esta infección se inyecta directamente en la sangre. ¿La razón? Los centenares de proteínas que se encuentran en la saliva del mosquito. Y estas proteínas, ¿pueden por sí solas causar alguna reacción, aun transitoria, en el sistema inmune? Pues parece que sí.
En el estudio, los autores utilizaron un modelo animal –ratones– al que trasplantaron células madre hematopoyéticas humanas, esto es, el tipo de células madre responsables de convertirse en cualquier célula de la sangre, caso de los glóbulos blancos o ‘leucocitos’ que conforman la base del sistema inmune. Así, de lo que se trataba era de que los ratones contaran con células del sistema inmunitario ‘humano’ para analizar su reacción ante la exposición a la saliva de los mosquitos. Y una vez lograron, inmovilizaron a los animales para que cuatro mosquitos totalmente libres de patógenos asaetearan sus extremidades inferiores.
La respuesta inmune a la picadura del mosquito se mantuvo durante más de siete días y fue visible en la sangre, piel y médula ósea
Los resultados mostraron que, tras los picotazos, los ratones ‘humanizados’ mostraron múltiples respuestas inmunes ‘humanas’. Es el caso, entre otras, de una alteración de los niveles de linfocitos T cooperadores –o ‘helper’– Th1 y Th2, implicados en la respuesta inmune adaptativa; de un incremento de las cifras de citoquinas –proteínas liberadas por las células inmunes para comunicarse entre sí y orquestar la respuesta inmunitaria–; y de un incremento de las cifras de linfocitos T asesinos –o ‘células NK’–, linfocitos T CD8+ --o ‘linfocitos T citotóxicos–, monocitos y macrófagos.
Más allá de la sangre
En definitiva, y aunque no porte ningún parásito, la saliva de los mosquitos contiene proteínas que por sí solas son capaces de provocar una respuesta en nuestro sistema inmune. En consecuencia, y si bien esta alteración inmunitaria no resulta demasiado acusada, parece ‘conveniente’ que toda persona que vaya a contraer una enfermedad lo haga en un momento en el que no haya sido picado por uno de estos insectos, para así poder contar con un sistema inmune completamente funcional.
Y llegados a este punto, ¿cuánto duran los efectos de la interacción saliva de mosquito-sistema inmune humano? Pues más de una semana. Como concluyen los autores, «en general, las evidencias de la respuesta inmune se mantuvieron durante más de siete días tras la picadura del mosquito y fueron visibles en múltiples tipos de tejidos, incluidas la sangre, la piel y la médula ósea».