La capacidad de ejercicio de los fumadores no solo se ve reducida por el daño pulmonar, sino por la reducción de la vasculatura que irriga los músculos del cuerpo

FUENTE: ABC

Fumar es malo, muy malo, para la salud. No en vano, infinidad de estudios han demostrado que el tabaco es, simple y llanamente, el principal factor de riesgo para sufrir una muerte prematura. Tal es así que si queremos vivir muchos años y con salud, lo primero que hay que hacer es no empezar a fumar o, en su caso, dejarlo. Por ejemplo, para no sentir que nos falta el aliento –literalmente– cada vez que subamos unas escaleras o realicemos cualquier otra actividad física. Y es que el humo del tabaco es muy nocivo para los pulmones. Pero aún hay más. Como muestra un estudio internacional dirigido por investigadores de la Universidad de California en San Diego (EE.UU.), el humo del tabaco también destruye los vasos sanguíneos que portan oxígeno y nutrientes a los músculos de las piernas, reduciendo así notablemente nuestra capacidad para hacer ejercicio.

Como explica Ellen Breen, directora de esta investigación publicada en la revista «The Journal of Physiology», «es de vital importancia que la población sea consciente de que el consumo de cigarrillos tiene consecuencias muy nocivas por todo el organismo, incluidos los grupos de grandes músculos necesarios para la vida diaria, y que desarrollemos estrategias para detener el daño desencadenado por los componentes lesivos del humos del tabaco».

Más allá de los pulmones

Es bien sabido que la capacidad de ejercicio de los fumadores se ve notablemente reducida porque el tabaco causa que sus músculos sean menos ‘funcionales’. O lo que es lo mismo, que sean más ‘débiles’. ¿La razón? La inflamación que provoca el humo de los cigarrillos en los pulmones, que se ven progresivamente destruidos y, por ende, incapaces de enviar los necesarios aportes de oxígeno al resto de órganos y tejidos. Pero, ¿esto es ‘todo’ o hay alguna razón más?

Para responder a esta pregunta, los autores recurrieron a un modelo animal –ratones–. Y lo que hicieron fue exponerlos durante ocho semanas al humo del tabaco, ya fuera ‘gaseando’ sus jaulas de forma continuada o inyectándoles una solución salina repleta de burbujas con humo de cigarrillos. ¿Y qué pasó? Pues que el humo dañó directamente el sistema muscular de los animales al reducir la cifra de vasos sanguíneos que irrigan los músculos de las extremidades inferiores. Y cuanto menor es esta vasculatura, menor será la cantidad de oxígeno y nutrientes que lleguen a los músculos. Un perjuicio, además, que podría tener consecuencias más graves, si cabe, que la disminución de la capacidad de realizar ejercicio físico.

Como apuntan los autores, «esta reducción en el aporte oxígeno y nutrientes puede tener un impacto sobre el metabolismo y los niveles de actividad, los cuales son factores de riesgo bien conocidos para el desarrollo de muchas enfermedades crónicas, caso de la diabetes y de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica».

Hacen falta más estudios

En definitiva, el tabaco disminuye nuestra capacidad de ejercicio no solo porque deteriore los pulmones, sino porque también provoca un daño directo sobre los músculos. Pero, de los más de 4.000 compuestos químicos que se encuentran en el humo de los cigarrillos, ¿cuáles son los responsables de este daño? Pues la verdad es que no se sabe. De hecho, ni siquiera se conocen los mecanismos moleculares que se encuentran detrás de este daño –y no sabiendo cuáles son, no se pueden diseñar medidas para paliarlos–. Por tanto, hacen falta más estudios.

Como concluyen los autores, «la identificación de los productos químicos responsables es un aspecto clave que debe ser evaluado en ulteriores investigaciones, en las que también se deberán analizar los procesos por los que reducen el número de vasos sanguíneos».

Farmacias abiertas y de urgencia más cercanas