FUENTE: La Razón
La población europea está en proceso de envejecimiento. De hecho, según Naciones Unidas, se espera que en 2030 los trabajadores mayores de 55 años representen el 30% de la población activa total en muchos países de la Unión Europea. «Es una situación que plantea desafíos a empresarios, trabajadores y empresas, y que ha llevado a muchos Estados miembros a realizar reformas en los sistemas de pensiones por medio de las cuales la edad oficial de jubilación se ha retrasado», explica Marta Urrutia, portavoz de la Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo. «Esta situación está planteando nuevas cuestiones, como si realmente las personas podrán trabajar más tiempo o están motivadas para hacerlo pero, sobre todo, cómo afectará esto a su salud», apunta. De hecho, sostienen que el 27% de los trabajadores consideran que no serán capaces de hacer el mismo trabajo con 60 años.
Si bien el número de accidentes laborales ha disminuido un 25% en los últimos 10 años, al mismo tiempo que la prevención de los mismos ha aumentado, lo cierto es que las enfermedades relacionadas con el trabajo suponen alrededor de 2,4 millones de muertes anuales. De ellas, 200.000 ocurren en Europa. Pero no se trata sólo de accidentes, sino de las condiciones en las que se desarrolla la actividad y los factores de riesgo a los que están expuestos los trabajadores. «La principal causa es el cáncer relacionado con la actividad laboral expuesta a agentes carcinógenos», subraya Urrutia. En total, el cáncer provocado por el entorno laboral supone unos 80.000 fallecimientos anuales en Europa.
«También es elevado el nivel de trastornos musculoesqueléticos, que no sólo afectan a millones de personas, sino que además cuestan a las empresas miles de millones de euros», indica. Por otro lado están los riesgos psicosociales y el estrés laboral. «Independientemente de los problemas de salud derivados de un accidente laboral, también tenemos que luchar contra las dolencias relacionadas por el estrés, el sedentarismo o los malos hábitos posturales», apunta Luis Pérez, director de relaciones institucionales de Randstad. En la misma línea, Urrutia advierte que el estrés es el segundo problema de salud relacionado con el trabajo que más frecuentemente se denuncia en Europa. «Junto a otros riesgos psicosociales, se cree que representa más de la mitad de las pérdidas de jornadas laborales», explica. Así se pone de manifiesto que estos factores no sólo afectan a la salud de las personas, sino que también tienen su efecto en la viabilidad de las empresas.
«Lo que más nos inquieta son los actuales niveles de ansiedad y miedo, la excesiva exigencia y autoexigencia, así como los altos impactos que tiene en la persona una gestión inadecuada del estrés y el crecimiento de la depresión», indica Blanca Huarte-Mendicoa, directora académica de EEC Cataluña y «coach» de «mindfulness». La OMS alertaba en un estudio de 2017 que más de 300 millones de personas en el mundo sufren depresión, mientras que 264 millones padecen trastornos de ansiedad. «Está claro que algo estamos haciendo mal, por lo que es necesario un cambio en la forma de gestionarnos a nosotros mismos y nuestro entorno», señala. En consecuencia, es de suma importancia que las empresas establezcan condiciones laborales que garanticen la seguridad y la salud física y psíquica de todos los trabajadores a lo largo de su vida laboral.
Formación en prevención
«La normativa europea exige que se lleve a cabo un curso de prevención de riesgos laborales cuando el trabajador se incorpora a la empresa, pero ya hace tiempo que se ha superado ese concepto de hacer el curso y ya está», apunta Pérez. «Las empresas y los trabajadores son conscientes de que la formación en prevención tiene que ser continua, teórica y práctica en el puesto de trabajo, que hay que reciclarse», explica. Sin embargo, aunque ya forma parte de los módulos de formación superior y profesional, los expertos coinciden en que se hace necesario que la prevención llegue a las escuelas para empezar a trabajar en ella cuanto antes.
«Realmente es muy sencillo garantizar un entorno saludable para los trabajadores, ya que hay acciones que requieren muy poca inversión pero tienen un efecto muy positivo en los empleados», dice Pérez. Ejemplo de ello es la participación en campañas de gestión de la salud, utilizando los medios que las diferentes mutuas ponen a disposición de las empresas. «También se pueden hacer campañas de promoción del deporte entre los compañeros de la empresa, o realizar comunicaciones internas relacionadas con hábitos saludables», explica.
Hay empresas que organizan, incluso, jornadas saludables, talleres deportivos y charlas nutricionales. «No se trata sólo de poner un gimnasio, sino de generar políticas y procedimientos integrados y coherentes entre sí», subraya Huarte-Mendicoa. Así no sólo se promueven los hábitos de vida saludable y se evitan accidentes, sino que además se involucra al profesional, haciéndole responsable de su propia salud.