El mayor beneficio de volver a usar las piernas es cardiovascular y a partir de los 50

FUENTE: La Vanguardia

 

Una gran parte de la humanidad se ha sentado. Y está pagando las consecuencias. La más sofisticada medicina, que sortea tumores, virus o toda clase de destrozos, no logra contrarrestar el efecto de los cuerpos continuamente parados. Un contundente sedentarismo que trastoca los mecanismos metabólicos que permiten que las cosas vayan normalmente bien.

Por eso la medicina promueve la actividad física más básica: caminar, volver a usar las piernas. Y analiza desde hace tiempo su impacto positivo en la salud de la población para ser incontestable y para que cada cual sea consciente de su responsabilidad. En una revista de referencia para la medicina deportiva, la British Journal of Sports Medicine, se acaban de publicar los resultados de analizar la actividad física de 50.000 personas entre 1994 y el 2008 y su relación con la mortalidad en general, y más en concreto con las muertes cardiovasculares o por cáncer. Compararon qué era diferente entre quienes caminaban despacio, con ritmo moderado o deprisa. Y sí. Vieron que las ventajas se incrementaban a paso vivo.

La mortalidad por todas las causas disminuye entre el 20% y el 24% si se sube el ritmo. Y en concreto, la mortalidad por dolencias cardiovasculares (un tercio de las muertes) entre el 21% y el 24%. Para los que fallecen por cáncer, no ha reportado beneficios apreciables, aunque los investigadores creen que hay que afinar la búsqueda y quizá entonces detecten más ventajas.

Tampoco hay grandes diferencias entre ir moderadamente rápido y muy rápido. Probablemente porque los que caminan con más intensidad están más en forma y ya estaban protegidos por su hábito. Los beneficios en menor mortalidad son evidentes a partir de los 50 años. Por debajo de esa edad el efecto es más dudoso.

Según los investigadores del estudio británico, no está claro qué fue primero, si el huevo o la gallina. “En otras palabras, el ritmo de la marcha puede ser un indicador de menor riesgo de mortalidad o un factor causal. O ambos”. Pero vistos los resultados de su investigación y dado que caminar se considera hoy “una piedra angular para la salud pública”, sería interesante proponer a la población subir el ritmo del paseo cuando no es fácil aumentar su duración o la frecuencia.

“En nuestro registro de Girona, el Regicor, que desde 1978 analiza los problemas cardiovasculares de 13.000 personas y la relación con sus hábitos, observamos cómo el beneficio fundamental en la salud cardiovascular se produce cuando se empieza a gastar, al dejar de ser sedentario”, explica el epidemiólogo Roberto Elosua, investigador del IMIM, CIBERCV y UVic-UCC.

¿Qué produce una caminata en un mayor de 50 años que trabaja sentado, se desplaza en coche o en el bus y dedica su tiempo de ocio a la tele desde el sofá? “A los 10 minutos ya se ponen en marcha los mecanismos metabólicos que mejoran, por ejemplo, los niveles de colesterol –que forma parte de del organismo, no es nada adquirido– que la falta de actividad ayuda a desequilibrar”, explica Elosua.

En ese mismo espacio de tiempo ya mejoran el metabolismo de los carbohidratos, de los azúcares, cuyo desajuste favorece la diabetes.

Las reacciones activadas en el organismo en esos primeros 10 minutos también son antiinflamatorias. Sobre todo con ejercicio regular. “Después de correr, por ejemplo, todo está dolorido e inflamado, así que el cuerpo pone en marcha mecanismos antiinflamatorios. Caminar regularmente entrena al cuerpo en esa reacción. Y la inflamación, recuerda el epidemiólogo “está relacionada tanto con la enfermedad cardiovascular como con el cáncer”.

Dentro del metabolismo del colesterol, los investigadores del Regicor comprobaron que la actividad física incidía especialmente en el colesterol más malo, el LDL oxidado, porque activa enzimas antioxidantes. “Incluso tiene efectos en la elasticidad de las arterias, lo que evita que se produzcan accidentes vasculares”.

Para que la caminata sea efectiva, la mínima actividad física debe ser de 10 minutos, pero sumando al día al menos 30, seguidos o en paquetes de 10. Y asegurar a la semana 150 minutos (30, cinco días). “Excepto si lo que se necesita es adelgazar. En ese caso hay que caminar más tiempo. Lo primero que se consume cuando nos ponemos en marcha son los carbohidratos, después las proteínas y lo último las grasas, que se empiezan a quemar a partir de la media hora”.

Si de la caminata se pasa a un ejercicio intenso, correr, por ejemplo, el mínimo semanal necesario para que haya beneficio es de 75 minutos.

“El doctor Cristóbal Méndez, de Jaén, ya recomendaba ejercicio corporal en 1553. No es un problema nuevo”, recuerda Elosua. Pero a pesar de lo obvio de los beneficios de caminar y los perjuicios de estarse sentado siempre, hay un preocupante abandono a partir de los 20 años en los hombres y desde los 15 en las chicas. “Y el riesgo de placas de ateroma en las coronarias empieza a los 35 años”.

La parte buena: “Las mujeres mayores de 65, que antes seguían con sus hábitos después de esa edad, mayoritariamente amas de casa que no se jubilaban, desde el 2005 se han activado al mismo nivel que los hombres”. El sedentarismo ha pasado del 54% en 1999 al 33% en el 2005 para ambos sexos, según el Regicor.

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