FUENTE: El Mundo
Judy Perkins ha esquivado dos veces a la muerte. La primera, hace 10 años tras un cáncer de mama. La segunda, hace apenas 20 meses cuando un tumor metastásico en la mama le causó un cáncer en el hígado del tamaño de una pelota de tenis. Pero Judy tuvo que guardar en un cajón la lista de deseos a cumplir antes de morir que llegó a hacer. Una rompedora terapia milagro le salvó la vida y la noticia dio la vuelta al mundo. Pero hasta ahora sólo se ha aplicado en EEUU.
Eso puede cambiar en los próximos meses gracias a una joven investigadora española,Alena Gros (38 años). Según ha sabido Papel, está dando actualmente los primeros pasos para que en uno o dos años se pueda iniciar en España un estudio similar al que ayudó a Judy a librarse del cáncer metastásico por el que apenas le daban tres meses de vida. Incluso cuenta con sus tres primeros posibles candidatos: Mariann, Eliezer y José Manuel.
Alena Gros estuvo siete años trabajando con el científico responsable de la curación de Judy Perkins, el estadounidense Steve Rosenberg. Hace nueve años, tras acabar su doctorado, se fue a Estados Unidos muy ilusionada porque el mismo Rosenberg la había seleccionado para formar parte de su equipo en el National Cancer Institute. «Su investigación me parecía muy interesante. Había conseguido curar melanoma metastásico en un gran número de pacientes con terapia celular». Con este estímulo, Alena cruzó el Atlántico, para «aprender su técnica, traerla a España y que los pacientes de nuestro país también pudieran beneficiarse».
Ahora, lleva dos años capitaneando el grupo de Inmunoterapia e Inmunología de Tumores del Vall d'Hebron Instituto de Oncología (VHIO), en Barcelona, y, aunque ella querría que todo fuera más rápido y sencillo, la realidad es que este tipo de ensayos tan personalizados requieren mucho trabajo y paciencia. «En el National Cancer Institute éramos 60 personas entre médicos, oncólogos, cirujanos, investigadores... Aquí empecé yo sola y ahora somos siete personas», cuenta Gros.
Ninguno de los tres afectados por cáncer metastásico con los que ha hablado Papelconocía la historia de la investigadora cuando leyeron el caso de Judy Perkins el pasado mes de junio. En aquel momento, como explica Rubén, el marido de Mariann (38 años), «nosotros estábamos a punto de volver de Hungría (país de origen de su mujer) a Valencia con la ilusión de someterse a un nuevo tratamiento experimental para su cáncer de mama metastásico».
Dado que al final no pudo beneficiarse del mismo y, por desgracia, «la enfermedad seguía avanzando», su mente le recordó el milagro de Judy. «El resultado fue tan espectacular que la esperanza que genera es muy grande», remarca Rubén, quien explica que Mariann lleva dos años «luchando sin descanso», pasando por varias terapias en tres países diferentes y sin resultados optimistas. Por esta razón y sin dudarlo, cogió el teléfono y marcó el número que aparecía en la página web del National Cancer Institute de Estados Unidos, donde trabajaba el cirujano Rosenberg, creador de la terapia experimental que le salvó la vida a Perkins. «Sólo contestaban por mail. Me dijeron que estaban saturados de pacientes. Ya estaban tratando al máximo de pacientes que sus recursos les permitían».
A partir de ahí, mientras acompañaba a su mujer en una sesión de quimio en el hospital, se le ocurrió abrir una petición a través de la plataforma Change.org que ahora cuenta con más de 412.000 firmas para pedir al Ministerio de Sanidad y al de Ciencia que dieran los pasos necesarios para crear un ensayo clínico como el estadounidense en España.
Gracias a esta propuesta pública, conoció a Sarai, la hija de Eliezer (56 años, de Sevilla), y a Inés, la mujer de José Manuel (48 años, de Chantada, en Lugo). Todos se encontraban en una situación muy parecida. A los tres se les removió algo por dentro al conocer el éxito terapéutico experimentado por Perkins. «A mi padre le diagnosticaron cáncer de colon metastásico hace algo más de un año y ninguno de los tratamientos recibidos han sido efectivos», argumenta Sarai.
Sabiendo que entrar en el ensayo de Rosenberg era imposible, la hija de Eliezer se planteó si habría alguien que trabajara en la misma línea en España. «No sé qué combinación de palabras puse en Google, pero encontré dos enlaces en los que se hablaba de una investigadora que pondría en marcha este estudio clínico en España».
Fue entonces cuando se encendió una nueva luz de esperanza para las tres familias, que se comunican frecuentemente a través de un grupo de WhatsApp. «Es como una red de investigadores privados buscando tratamiento para sus familiares», describe Inés. Su marido, José Manuel, también tiene cáncer de colon metastásico y «la quimio no está funcionando. Por eso andamos como peregrinos, buscando ensayos clínicos en distintos hospitales de España donde pueda tratarse mi esposo».
Nada más saber lo que Alena tenía entre manos, tanto Rubén como Sarai e Inés se pusieron en contacto con ella. Son conscientes de que el ensayo en España no podrá comenzar hasta 2020, pero mientras tanto, confían en la posibilidad de llegar a ese momento a través de otros posibles tratamientos experimentales. De hecho, cuenta Sarai, «Alena me derivó al oncólogo del Vall d'Hebron para que me informara de otros ensayos clínicos en los que mi padre sí pudiera enrolarse». En el caso de Mariann, tal y como cuenta Rubén, «estamos en contacto con varios hospitales de distintas ciudades para ver si hubiera alguna posibilidad de entrar en otro ensayo mientras tanto».
En palabras de Alena, «estamos a año y medio o dos años de poder iniciar un ensayo clínico en el que tratemos con terapia celular a pacientes con tumores sin alternativa terapéutica, concretamente con cáncer de mama y de colon metastásicos avanzados». En estos momentos, «aún estamos en fase de validaciones y esto lleva su tiempo».
Los tres afectados lo saben y aguardan con «la esperanza de poder vivir», cuenta Eliezer. «Si mi deseo no se cumple, mover todo esto para que otras personas puedan salvarse habrá merecido la pena», dice. «Siempre es bueno que se abra una puerta», apunta José Manuel, en la misma línea que Mariann. «Este ensayo clínico representa la esperanza para muchos pacientes con cáncer en situación difícil».
La idea de Alena es replicar en unos dos años lo que hizo Rosenberg con Judy Perkins en EEUU, aunque cabe advertir que su técnica aún no tiene la efectividad deseada. Sólo entre el 10% y 15% de los pacientes responde. De hecho, compañeros de ensayo de la paciente americana no tuvieron su misma suerte. «Conocí a otras personas en el ensayo que no lograron sobrevivir», lamenta Judy, con quien también Rubén pudo contactar. «Nos explicó un poco más en qué consistía el tratamiento y, sobre todo, nos sentimos reconfortados».
El tratamiento experimental que eliminó todo rastro de tumor y metástasis en el organismo de Perkins (conocido como linfocitos que infiltran el tumor (TIL, por sus siglas en inglés) consistía en secuenciar el ADN y el ARN de uno de sus tumores y comprobar qué mutaciones eran exclusivas de su cáncer. Después, a través de un complejo trabajo de ingeniería, seleccionaron los linfocitos T más potentes del propio sistema inmune de Perkins para cultivarlos en grandes cantidades en el laboratorio, administrarlos a la afectada y dirigirlos hacia las proteínas que provoca el gen mutado y se expresan en la superficie de las células malignas.
Así, según relataba la revista científica Nature, la paciente recibió unos 90.000 millones de células inmunes a través de una inyección, junto a otros dos fármacos: penbrolizumab (un anticuerpo inmunoterápico que ayuda a evitar que el sistema inmune se duerma y actúe contra las células tumorales) y la interleuquina (factor de crecimiento para que los linfocitos T se multipliquen más rápidamente).
Se trata de una terapia altamente personalizada, basada en un ejército de linfocitos T del propio paciente. El problema, puntualiza la investigadora española, es que en estos momentos, «aunque somos capaces de expandir linfocitos T en el laboratorio, no se pueden utilizar en pacientes». Son necesarias unas «condiciones muy estrictas que garanticen la calidad, la seguridad y la identidad del producto celular». Para ello, el paso siguiente supone la colaboración con el banco de tejidos, para poder producir los linfocitos T en condiciones adecuadas y compatibles con el paciente.
Mientras se completa esta fase de validaciones y protocolos, la idea de Alena es encontrar la manera de dotar a la tropa de más soldados y más específicos, para que cuando pueda ponerse en marcha en ensayo clínico en España, tenga mayor efectividad. La clave está en la forma de expandir los linfocitos T. «Nos gustaría añadir un producto celular más eficaz, para aumentar la capacidad de multiplicarse y matar al tumor». También con esta intención, mantiene otra línea de investigación para entender mejor qué es lo que reconocen los linfocitos T. En este sentido, agrega, existe una máquina de selección capaz de conseguir un producto celular mejorado, pero «cuesta medio millón de euros».
Aunque en este periodo de validaciones «el dinero no es un problema», aclara la investigadora, lo que sí requerirá nuevas ayudas económicas más adelante será la puesta en marcha del ensayo clínico, «que costará entre uno y dos millones de euros. Ahí es donde está el reto. No me voy a dar por vencida. Voy a luchar al máximo para conseguir fondos».