FUENTE: ABC
Si necesita un motivo más para apuntarse al gimnasio y cumplir con uno de los propósitos más clásicos de Año Nuevo, hágalo por su cerebro. Ya se sabe que el ejercicio físico reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, fortalece los huesos, reduce el estrés y también parece proteger el cerebro del alzhéimer. Investigaciones previas habían sugerido que el deporte mejora las habilidades cognitivas e incluso ralentiza la progresión de la demencia. Lo que aún no se conocía era el vínculo entre la actividad física y la enfermedad de Alzhéimer. La clave está en la hormona irisina y no solo en los beneficios cardiovasculares del ejercicio físico, según una investigación que se publica en la revista «Nature Medicine».
La irisina, conocida como la «hormona del ejercicio», se segrega en mayores cantidades durante la práctica de deporte. Al ejercitarse el tejido muscular, se libera irisina que entra en circulación en el organismo y es capaz de mejorar la capacidad cognitiva, tal y como han comprobado investigadores de la Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil) y de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) en estudios con ratones con alzhéimer.
Los científicos responsables del estudio, Ottavio Arancio, Sergio Ferreira y Fernanda de Felice, demostraron que el aumento de la irisina, así como de su proteína precursora —FNDC5—, reducía eldéficit de memoria y aprendizaje de los animales en experimentación.
Observaron también que cuando se bloqueaba la aparición de esta sustancia en el cerebro de los ratones enfermos, se perdían los efectos cognitivos beneficiosos que aporta el ejercicio físico.
Para demostrar aún más el vínculo entre esta hormona y el alzhéimer, los autores examinaron cerebros humanos sanos y con alzhéimer. El resultado reforzó los hallazgos de la experimentación animal al encontrar niveles más bajos en los cerebros de personas enfermas.
El hallazgo es importante porque puede allanar el camino hacia nuevas estrategias terapéuticas que sirvan para mitigar el deterioro cognitivo en pacientes con alzhéimer. Fernanda de Felice, coordinadora del estudio, explica a ABC que aún queda un camino largo por recorrer, pero aventura que ese medicamento potencial capaz de imitar los efectos del ejercicio y aumentar los niveles de irisina, «tendría pocos efectos secundarios». «Es una molécula producida de manera natural por el organismo humano», argumenta.
El fármaco se convertirá en la mejor ayuda para los enfermos de alzhéimer o personas con edad avanzada que ya no pueden hacer ejercicio de forma adecuada.
Cuando se supere la fase de experimentación animal, el siguiente paso será probar si la suplementación de esta hormona es efectiva en pacientes con diferentes etapas de la enfermedad de alzhéimer.
Y en el entretanto, el mejor consejo a cualquier edad es aumentar la actividad física. «Es muy importante difundir la idea de que el ejercicio no es solo bueno para nuestros músculos, huesos y el corazón; también lo es para el cerebro. Es una estrategia óptima para protegerse y ayudar a tratar la demencia», aconseja.
Esta investigación, la primera que relaciona la disminución de irisina con la enfermedad de Alzhéimer, también abre la puerta a nuevos métodos diagnósticos. Su menor presencia podría indicar un mayor riesgo de este mal neurodegenerativo.
Ahora se necesitan estudios adicionales para comprender mejor cómo la irisina entra en acción e interactúa con el cerebro. Y, sobre todo, para evaluar si la proteína tiene un efecto cognitivo beneficioso similar en los humanos.