FUENTE: El Mundo
En el Instituto Chileno de Infertilidad, Gabriela Noé ultima los detalles de una investigación que podría dar un giro a la anticoncepción tal y como la conocemos.
Aún está dando sus primeros pasos, pero este ensayo clínico internacional podría ser el que definitivamente haga posible el desarrollo de un anticonceptivo hormonal masculino: un análogo a la famosa píldora que desde hace casi 60 años permite a millones de mujeres de todo el mundo controlar su salud sexual y reproductiva.
En vez de una pastilla, en este caso se trata de un gel que los hombres deben aplicarse diariamente sobre sus hombros para evitar ser fértiles.
La crema permite, literalmente, que los varones se echen a la espalda la responsabilidad contra los embarazos.
El producto (NES/T) es una combinación de dos hormonas -testosterona y la progestina sintética nestorone-, que «consigue suprimir la producción de espermatozoides a una concentración considerada infértil, es decir inferior a un millón por mililitro de semen» de forma segura y sin que la calidad de vida del varón se vea afectada, explica a través del correo electrónico Noé.
Su equipo, al igual que otros nueve centros de Estados Unidos, Reino Unido, Suecia, Kenia e Italia está seleccionando a entre 30 y 60 parejas -seguirán a un máximo de 420- para que en los próximos cuatro años prueben la idoneidad del método. La investigación está impulsada por los Institutos de Salud de EEUU (NIH).
«Sabemos [por estudios previos] que el gel es reversible y efectivo para suprimir los espermatozoides», aclara. Ahora, el objetivo es confirmar que puede llegar a ser un método anticonceptivo viable en muchos aspectos; algo que no es tarea fácil, reconoce la investigadora.
Aunque ha habido diferentes intentos por llevar al mercado la versión masculina de la píldora; es decir un método hormonal reversible, barato, seguro y rápido que apague a voluntad la fertilidad del varón, ninguna ha llegado a buen puerto por diferentes razones.
A día de hoy, una mujer que no quiera quedarse embarazada en España puede elegir entre al menos 11 métodos anticonceptivos (muchos de ellos hormonales).
En cambio, un hombre sexualmente activo sin intención de dejar descendencia dispone básicamente de dos: el condón y la vasectomía (sin contar el poco confiable coitus interruptus).
Mientras que las opciones de control de la natalidad dirigidos a las mujeres se han multiplicado desde la llegada de la primera píldora -en EEUU la autorización con fines anticonceptivos se llevó a cabo en 1960, mientras que a España no se despenalizó hasta 1978- para los varones las alternativas llevan décadas estancadas y se reducen a utilizar un método de cuyo uso ya hay constancia en el siglo XVI o pasar por el quirófano para someterse a una intervención muchas veces irreversible.
¿Por qué existen estas enormes diferencias entre las opciones anticonceptivas para hombres y mujeres? ¿Qué impide el desarrollo de una pildora masculina? La respuesta a estas preguntas no es sencilla y en ella hay una mezcla de machismo, dificultades técnicas e intereses económicos.
«La última vez que la industria farmacéutica patrocinó un ensayo clínico con anticonceptivos hormonales masculinos fue hace unos 10 años», señala Roberto Lertxundi, miembro del comité de dirección de la Sociedad Europea de Contracepción, quien aclara que toda la investigación que hoy en día se lleva a cabo sobre la materia está impulsada por agencias nacionales o internacionales -NIH, OMS- u organismos sin ánimo de lucro, cuya capacidad para impulsar los ensayos es mucho menor que la de una empresa.
La big pharma ha abandonado la investigación en este campo porque no considera, al menos hoy en día, que haya un buen negocio en el desarrollo de estos productos que, para hacerse un hueco en el mercado, deben ser baratos, fáciles de utilizar, altamente efectivos y no provocar efectos secundarios reseñables.
Crear una píldora masculina no es tan sencillo como copiar el mecanismo de la versión femenina, explica Ignacio Martínez Salamanca, especialista en Urología y Andrología del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid). «El proceso de producción de espermatozoides y, por tanto, la posibilidad de bloquearlo sin efectos no deseados, es mucho más complejo en el hombre que en la mujer».
Las mujeres únicamente fabrican una célula sexual al mes, el óvulo, mientras que el organismo masculino produce continuamente espermatozoides, señala. Además, añade, en el caso de los varones también es más complejo suprimir el eje hipotálamo-hipofisario, el encargado de la producción de espermatozoides, sin que la alteración hormonal afecte a otras esferas de su vida.
Los ensayos realizados en las últimas décadas han demostrado que sí es posible desarrollar un anticonceptivo hormonal masculino, señala Ferran García, presidente de la Sociedad Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva (ASESA) y responsable de la Unidad de Andrología del Instituto Marqués de Barcelona. Sin embargo, la investigación realizada hasta ahora también ha mostrado fallos que ponen en cuestión su atractivo comercial, como una tasa de respuesta variable, la aparición de alteraciones a corto plazo -acné, aumento de peso, elevación en el recuento de glóbulos rojos- o la necesidad de usar una vía de administración molesta, como las inyecciones periódicas. «Todo esto, sin duda, ha contribuido al desinterés de la industria», señala García.
En la misma línea se pronuncia Lertxundi: «Este es un tema de negocios. Y parece que la industria actual se conforma con lo que tiene y no quiere hacer inversión».
Para Iván Rotella, miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (EAPS), el abandono por parte de la industria de esta área de investigación también se debe «a que la salud sexual se sigue viendo como una cosa de mujeres».
«Vivimos en una sociedad machista que ha dejado en las mujeres la responsabilidad de todo lo que tiene que ver con la anticoncepción y también con la protección en las relaciones sexuales [...]. En el fondo, lo que se sigue pensando es que la que se queda embarazada es la mujer, que es ella quien tiene que preocuparse. Por eso la industria no cree que comercialmente vaya a ser rentable un producto dirigido exclusivamente a los hombres», remarca.
Noé está convencida de que, si contase con el apoyo de una compañía farmacéutica, el gel que evalúa podría convertirse en el primer anticonceptivo masculino similar a la píldora que llegue al mercado. Precisamente porque solventa varios de los problemas detectados con otras presentaciones. En primer lugar, con el gel ofrece una vía de administración mucho más cómoda que las inyecciones que se habían utilizado hasta ahora. Y, además, los ensayos previos han mostrado un nivel bajo de efectos secundarios.
Sin embargo, podrían tomarle la delantera otras opciones no hormonales, que también han mostrado resultados muy prometedores en ensayos preliminares. Una de ellas es el método RISUG/VALSALGEL, que se asemeja a una vasectomía reversible porque consiste en bloquear los conductos deferentes -los encargados de llevar a los espermatozoides maduros hasta la uretra- mediante un polímero inyectable. Si el hombre desea volver a ser fértil, el paso de los espermatozoides puede volver a liberarse mediante otra inyección que disuelve el bloqueo.
También se está probando, de momento sólo en animales, un método que apaga la fertilidad del varón evitando que los espermatozoides maduren adecuadamente. El producto, denominado Adjudin, es un análogo de la lonidamina, que en principio se desarrolló como fármaco anti-cáncer. Permite recuperar la capacidad reproductora cuando se abandona su uso, aunque preocupa su asociación con efectos adversos importantes.
De cualquier forma, los especialistas consultados creen que hace falta más voluntad para conseguir que cualquiera de estos métodos llegue a las farmacias.
En ese sentido, en 2016, una veintena de expertos en contracepción firmaron en la Academia Francesa de Medicina el Manifiesto de París, un documento en el que reclamaban la implicación de la industria, las agencias sanitarias, políticos y organizaciones de todo el mundo para conseguir que «al menos un anticonceptivo masculino fiable, reversible y asequible esté disponible antes de 2026».
La píldora «fue un logro muy importante para las mujeres, que pudieron acceder a actividades sociales y laborales sin el temor de los embarazos frecuentes», zanja Noé. «Pero han transcurrido décadas desde entonces y es el momento de que hombres y mujeres compartan esa responsabilidad».
El 44% de los embarazos que se produjeron en el mundo entre 2010 y 2014 fueron no deseados, según un estudio publicado en 2018 en 'The Lancet Global Health'. En busca de nuevas opciones contraceptivas, un estudio escocés financiado por la Fundación Gates ha comenzado a analizar la utilidad de fármacos ya existentes o en desarrollo para interferir en la fertilidad masculina.
En los años 80, las autoridades chinas llevaron a cabo un estudio con gosipol, un compuesto derivado de la semilla del algodón después de observar altas tasas de infertilidad en hombres que tomaban habitualmente aceite de este vegetal. Se observó una alta eficacia del método (hasta del 90%), pero, tal y como explica Ferran García, presidente de ASESA, también se constató que en un 20% de los voluntarios el efecto era irreversible y en algunos casos se producían efectos adversos graves, por lo que las investigaciones se suspendieron.
Entre las diferentes opciones contraceptivas hormonales que se han probado, la combinación de progestágenos con testosterona es la que ha ofrecido resultados más prometedores. Sin embargo, uno de los principales problemas de estas formulaciones es que, hasta ahora, exigían una aplicación intramuscular, ya que la testosterona no se puede administrar por vía oral (el hígado la inactivaría). La opción de utilizar un gel podría solventarlo.