FUENTE: Correo Farmacéutico
El cribado directo en farmacia de población mayor de 50 años con queja subjetiva de falta o problemas de memoria, su posterior derivación al ámbito de AP y, en caso necesario, al especialista, ayuda y avanza en el diagnóstico precoz del deterioro cognitivo, según se desprende de los primeros resultados del proyecto Moncada, ciudad neuroprotegida, una iniciativa de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad CEU Cardenal Herrera (Valencia).
En apenas un mes de vida se han cribado 140 pacientes y el 30 por ciento ha dado positivo en los test empleados. De ellos, tres ya han sido derivados y diagnosticados en el Servicio de Neurología del Hospital Arnau de Vilanova (Valencia). Según su coordinadora, Lucrecia Moreno, catedrática de Farmacología y vicedecana de Farmacia de la universidad, “esta actuación tan precoz se debe a la actuación coordinada entre la farmacia, el centro de salud y el Servicio de Neurología del hospital”, destacando además la importancia de “que el farmacéutico esté formado en cribado para poder conseguir este alto índice”.
El proyecto, con dos años de duración, cuenta con la colaboración de las sociedades de Médicos de Atención Primaria en la Comunidad Valenciana (Semergen-CV) y Farmacia Familiar y Comunitaria (Sefac-CV), el Instituto de Biomedicina de Valencia-CSIC, el Hospital Arnau de Vilanova, la Asociación de Familiares Alzheimer de Valencia y el Ayuntamiento de Moncada. En la práctica, lo desarrollan tres farmacias de Moncada, en colaboración con cinco estudiantes de Farmacia y Nutrición y otros cinco antiguos alumnos recién titulados, y se centra en mayores de 50 años que, al acudir a la oficina de farmacia, muestran o presentan alguna queja subjetiva de memoria.
“El punto de partida fueron tesis previas que nos permitieron afinar, con ayuda de algoritmos e inteligencia artificial, la población más susceptible de beneficiarse de este cribado –en las pruebas con pacientes de más de 65 años y sin tener en cuenta la queja subjetiva, el porcentaje de positivos era sólo del 15 por ciento–. A partir de ahí, se forma a los farmacéuticos para que detecten estas quejas cuando advierten olvidos en los pacientes, dificultad para manejar dinero o refieren quejas de memoria. Se les somete a tres test cognitivos rápidos, MIS (memory impairment screenig), Pfeiffer y el test de fluidez verbal semántica, en la zona ZAP de la farmacia. Son pruebas avaladas por los neurólogos y que se pueden pasar en 10-15 minutos”, añade Moreno.
A modo de ilustración, en el primero se dicen cuatro palabras y se pide a la persona que las recuerde. Acto seguido, se le solicita que diga en el plazo de un minuto otras diez palabras (por ejemplo, animales) y, al acabar, que repita las cuatro anteriores –ya sea por ellos mismos o, en caso necesario, con ayuda a partir de las referencias que daban lugar a esas palabras–. Los pacientes que tienen una puntuación compatible con deterioro cognitivo son remitidos al centro de salud, donde sus médicos, previamente informados del proyecto, proceden a realizar un diagnóstico y, en caso de ser necesario, derivarán a medicina especializada.
Moreno destaca que se realizará un seguimiento continuado, a los 6, 12 y 18 meses para ver la evolución, incluso de aquellas personas con queja subjetiva de memoria que hayan dado resultados negativos, “de tal forma que la atención sea continuada y cercana”. Los datos analizados muestran ya, en palabras de Moreno, la “importancia de la estimulación cognitiva” para prevenir o frenar la evolución de una demencia. En ese camino, el trabajo con la asociación de familiares de Alzheimer “nos ha permitido colaborar en el programa Cerebro Activo, dirigido a todas las personas con quejas subjetivas de memoria den o no positivo en los test”. Además, el Centro Elaia, de Moncada, colaborará en el proyecto ofreciendo cursos de estimulación cognitiva a la población en riesgo.