FUENTE: Agencia SINC
Investigadores de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana (Fisabio), el Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de la Universidad de Valencia y el Consorcio de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) han descrito, con un nivel de detalle desconocido hasta ahora, cómo funciona el metabolismo de la comunidad bacteriana intestinal durante los primeros años de vida.
Los resultados ponen de manifiesto que el entorno es muy importante durante las primeras etapas del desarrollo no solo para el bebé, sino también para las bacterias de su microbiota intestinal.
Bacterias y humanos coexisten en una simbiosis armoniosa: compartimos con ellas el alimento que ingerimos, el cual nos ayudan a metabolizar (el 10% de la energía que obtenemos de los alimentos es gracias a la acción microbiana). Las bacterias influyen además en el desarrollo de nuestro sistema inmunitario y nervioso.
El estudio ha examinado la expresión de todos los genes bacterianos que forman parte de la microbiota intestinal del bebé a partir de muestras fecales obtenidas a lo largo del primer año de vida: a los 7 días después de nacer y a los 3, 7 y 12 meses de edad. También se realizó el análisis sobre muestras de las madres obtenidas una semana antes del parto y un año después.
“Hemos explorado cómo influye el entorno sobre la expresión génica de la comunidad de bacterias del intestino del bebé, en particular el tipo de dieta (que cambia drásticamente durante el primer año de vida principalmente con la introducción del alimento sólido)”, explica María José Gosalbes, investigadora CIBERESP en FISABIO y primera autora del estudio.
“Para las bacterias del intestino -añade la investigadora- no es lo mismo alimentarse de los carbohidratos de los cereales de una papilla que de la leche materna humana. En un caso y otro, las rutas bioquímicas del metabolismo son diferentes y eso requiere la expresión de genes diferentes”.
El estado de las bacterias
“Analizando cuáles son esos genes que se expresan, hemos podido conocer en qué estado funcional se encuentran las bacterias intestinales: de qué se alimentan, si están creciendo, etc.”, aclara Pilar Francino, investigadora principal del estudio y jefa del Área de Genómica y Salud de FISABIO.
El hallazgo más sorprendente son los indicios de actividad de bacterias que producen butirato en el intestino del bebé antes de que la dieta sólida sea introducida. Este ácido graso con propiedades antiinflamatorias y que sirve de alimento a las células de la pared intestinal es de reconocida importancia para la salud en adultos, pero hasta ahora se pensaba que no era tan relevante en bebés.
Lo curioso es que, en los adultos, las bacterias sintetizan el butirato a partir de la fibra y otros carbohidratos complejos ingeridos en la dieta que no se encuentran en la leche materna.
Estudios posteriores tendrán que dilucidar qué sustratos están utilizando las bacterias para producir butirato en los lactantes y si este compuesto tiene las mismas funciones en los bebés y en los adultos.
Metatranscriptómica de bacterias
En este trabajo se ha utilizado la metatranscriptómica, que consiste en el análisis global de los genes que se están expresando en una comunidad bacteriana. Según el estado funcional o los estímulos ambientales, las bacterias expresan unos genes u otros; de ahí que la metatranscritómica proporcione información esencial sobre la capacidad funcional en cada momento de las bacterias intestinales.
Por su dificultad técnica, pocos laboratorios en el mundo son capaces de realizar análisis de metatranscriptómica del microbioma humano. Sin embargo, estos estudios son necesarios para comprender de forma completa la biología microbiana. “El gran reto para el futuro es integrar todos los datos: la genómica, la metatranscriptómica, etc.”, sentencia Francino.