FUENTE: Levante EMV
«Una alimentación adecuada también es sostenible». Es una de las conclusiones, en palabras de Joan Quiles, doctor en Medicina y miembro de la Dirección General de Salud Pública, de la nueva Guía de la Alimentación Saludable publicada por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) que se ha presentado recientemente en València y que cuenta con el aval de las otras cuatro principales sociedades científicas de atención primaria (SEMG, SEMERGEN-AP, SEPEAP y SemFYC). Sus autores pretenden que esta obra se convierta en un referente para orientar a los profesionales sanitarios y a la población en general acerca de los hábitos de nutrición más saludables. «Esperamos que sea una herramienta de promoción y prevención de la salud, pero también parte del tratamiento. Que no haya solo una prescripción farmacológica sino también nutricional», explica Javier Aranceta, presidente de la SENC. «Que el alimento sea tu medicina y la medicina tu alimento», decía ya Hipócrates en el siglo V antes de Cristo.
Entre las distintas aportaciones que mantiene este ambicioso documento, goza de especial relevancia la relación entre el cuidado del medio ambiente y la buena alimentación: «Si comemos bien, el planeta también se siente bien», recalca Quiles, que incide en la marca de carbono e hídrica que dejan nuestros alimentos. Así, recalca que «lo que es la base en la pirámide alimentaria es precisamente lo menos dañino para el planeta, y lo que está arriba es lo que tiene un mayor coste». Así, por ejemplo, los cereales, las verduras, las frutas, las hortalizas o incluso la carne de pollo dejan una huella menor en nuestro medio ambiente que los procesados, las carnes rojas o la bollería.
La nueva guía de la SENC «no sólo trata de qué comer», destaca Quiles. «También habla de cómo se ha de hacer la compra, cómo desentrañar el etiquetado de los productos, cómo conservarlos, cómo cocinarlos€», añade el doctor, que insiste en la necesidad de conocer estos aspectos como algo fundamental para llevar una dieta saludable.
La pirámide alimentaria propuesta por la SENC va más allá de la comida en sí y da un paso más con un escalón más en la base que incluye comportamientos, actitudes, hábitos y factores emocionales. Ahí se introducen una actividad física diaria de 60 minutos, el equilibrio emocional o la aplicación de técnicas culinarias saludables, además de, por ejemplo, ingerir entre 4 y 6 vasos de agua al día.
Y en cuanto a la comida en sí, sus propiedades pueden variar según a la hora en que se consuman: «Los alimentos no tienen la misma funcionalidad según la hora del día. Algunos se metabolizan mejor por la mañana como los hidratos o los azúcares, y otros por la noche como la ensalada o el pescado», apunta Aranceta.
Además, el trabajo distingue las distintas necesidades que mantiene el ser humano en los diferentes estados de su ciclo vital, desde el embarazo y la lactancia al período adulto y el proceso de envejecimiento, pasando por la etapa infantil y juvenil o por esos momentos en que se produce una interacción entre los fármacos y los nutrientes a causa de algún problema de salud. «Los seis meses previos al nacimiento y después los 1.000 primeros días tras nacer son fundamentales para el resto de la vida de una persona», destaca Aranceta. Asimismo, recuerda que «la alimentación puede alargar la duración de la vida». «Comer bien y en menor cantidad puede hacer que vivas más», sostiene.
En otro orden, Aranceta también apela a la interacción directa en temas alimentarios entre nutricionistas y consumidores. «Ambos deben ser proactivos. El paciente debe contarle al médico todo lo que toma por su cuenta, sobre todo en tema de suplementos y alimentos especiales procedentes de herboristería, porque pueden tener interferencias por exceso o por defecto en determinados tratamientos», revela el presidente de la SENC, que asegura que «es necesario que se ponga algo de orden en ese tipo de consumo».