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Cada año se celebra el segundo jueves del mes de marzo. Aquí lo hacen conjuntamente la Sociedad Española de Nefrología (SEN), la Sociedad Española de Enfermería Nefrológica (SEDEN) y la Organización Nacional de Trasplantes (ONT); salen a la calle para informar a la sociedad sobre la importancia que tiene el cuidado de nuestros riñones y prevenir esta patología. Nuestros riñones son las grandes depuradoras del cuerpo. Cada día les llegan unos 180 litros de sangre, de la que retiran sustancias que no debemos acumular como la urea o la creatinina, y que expulsan a través de un litro y medio de orina al día.
Tenemos dos riñones, uno a cada lado situado por debajo del diafragma y en la parte posterior del abdomen. Son órganos complejos. En su parte más periférica tienen lo que se llama glomérulos renales. A cada uno le llega una arteria pequeñita, rama de otra más grande, la renal procedente a su vez de la arteria aorta. Es la gran suministradora de sangre al órgano, sangre que debe ser depurada.
La orina la expulsa a través de un conducto pequeño que llamamos los uréteres, y antes de salir al exterior podemos acumularla en una especie de almacén que es la vejiga. De allí es muy fácil su salida en la mujer, pues queda solo un pequeño conductillo de muy pocos centímetros que llamamos la uretra y que en el hombre es más largo, pues se localiza en el interior del pene hasta salir afuera.
Otras funciones. Pero esos riñones no sólo son unas depuradoras, también se encargan, y por otros mecanismos de regular nuestra presión arterial. A veces contribuyen a expresar los síntomas de otras enfermedades. Por ej. un diabético mal controlado, porque le falta insulina eleva los niveles de glucosa, de este azúcar en sangre; ésta que es una molécula pequeña se ofrece en altas cantidades al riñón, que es incapaz de recuperarlas todas, y parte de ellas salen a la orina, y lo hacen arrastrando agua, el sujeto orina gran cantidad, tiene lo que llamamos poliuria.
Los riñones también producen una sustancia que es capaz incluso de estimular a la parte interna de los huesos largos, la médula ósea, para que produzca hematíes. Si nuestros riñones se dañan tenemos anemia.
Los riñones se pueden dañar de muchas maneras. Hemos comentado cómo pueden acumular y favorecer que en él cristalicen algunas sustancias, y le dañan. Algunas enfermedades autoinmunes, es decir en las que se altera nuestro sistema inmunitario, y en vez de defendernos nos agrede, lo hacen sobre todo en los glomérulos renales, dando lugar a las glomerulonefritis. Otras veces son infecciones que le llegan, a veces viajando los gérmenes por la sangre (en casos de septicemia o sepsis), que pueden haberse originado muy a distancia, o de forma ascendente y próxima a partir de una infección en la vejiga o a nivel de la próstata en el hombre, por cistitis o una prostatitis. La próstata rodea el conducto de la uretra, lo comprime y puede dificultar la micción, dificultar que expulsemos la orina al exterior y a la vez favoreciendo una infección ascendente desde abajo hacia el riñón. En esa circunstancia se daña la parte más interna del riñón, dando origen a lo que llamamos una pielonefritis o nefritis intersticial.
También es posible que lo que se dañe sea alguna de las pequeñas arterias renales, lo hacen si acumulan colesterol, sí padecen arteriosclerosis.
A veces la lesión renal hace que este expulse contenidos de la sangre que no deberían salir. Pueden ser cantidades pequeñas de proteínas, lo que llamamos microalbuminuria, o grandes de albúmina, albuminuria. En ese caso al disminuir la que tenemos en la sangre, y que actúa como si fuera una esponja que mantiene la parte líquida de la sangre dentro de los vasos, ese líquido, el plasma sale fuera de ellos, infiltra los tejidos que le rodean, y éstos aparecen acolchados, da origen a lo que llamamos edema. Puede empezar en un sitio tan peculiar como los párpados, seguir en los tobillos o hacerse generalizado.
Si el riñón se daña puede generar insuficiencia renal. Entonces acumulamos en sangre sustancias tóxicas que no podemos eliminar.
Nos quedan dos posibles soluciones. O acudir a una diálisis periódica. Es decir que una máquina nos limpie la sangre, algo que nosotros con el daño renal no podemos hacer, y que se lograría conectando nuestros vasos sanguíneos a esa máquina, o usando la máquina, pero limpiando el contenido del líquido que tenemos en el peritoneo.
La diálisis puede ser puntual, pero con mucha frecuencia el enfermo requerirá ser dializado dos o tres veces a la semana durante años. Por ello incluso se han desarrollado programas de diálisis a domicilio.
La otra alternativa es tener suerte y que en se encuentre un riñón compatible con el resto de las células del cuerpo del enfermo y someterle a un trasplante renal. Habrá que vigilar luego que no haya un rechazo de ese trasplante, o en el peor de los casos recibir medicación que favorezca la aceptación del órgano.
Para valorar el daño renal puede ser muy útil realizar un análisis sencillo de orina, en el que pueden aparecer glóbulos rojos o hematíes, y que constatan que está dañado, glóbulos blancos o leucocitos, que nos hablan de agresión inflamatoria o infección, e incluso analizar la composición de los cálculos si conseguimos expulsarlos.
Se complementa con el análisis de sangre, metiendo las sustancias que debería haber eliminado, como por ejemplo la urea y la creatinina.
¿Cuántos españoles tienen insuficiencia renal? En España afecta a un 5% de la población es el quinto país de Europa y el número de los afectados crece de forma incesante.
Es importante que evitemos el daño de nuestros riñones. Para ello debemos vigilar y controlar nuestra tensión arterial y tratar las infecciones. Si tenemos cálculos puede que debamos evitar ciertos alimentos y beber líquidos abundantes. Si padecemos una enfermedad auto inmune hay que procurar controlarla con medicamentos.
Nuestros riñones son muy importantes. ¡Cuidémoslos!