FUENTE: El País
"Somos lo que comemos" es una frase que no siempre gusta en la comunidad científica, fundamentalmente por cómo ha funcionado como catalizadora de bulos relativos a la nutrición, pero hay un contexto en el que los investigadores sí la aceptan: el de la microbiota o flora intestinal, unos cien billones de microorganismos que habitan en nuestro aparato digestivo. Entre otras funciones, los microorganismos fabrican vitaminas, defienden al organismo contra gérmenes y otros elementos nocivos, determinan los kilos que engordamos y ayudan a producir serotonina, un neurotransmisor que produce una sensación de bienestar. Los componentes de la microbiota suman algo más de 1 kilo de peso, y la mayoría son bacterias, aunque también hay virus, hongos y levaduras. No somos individuos aislados, sino auténticos ecosistemas; y eso es muy importante para los científicos (y lo será para todos nosotros, una vez desentrañen todos los misterios que esconde esta vida microscópica).
Precisamente, indagar acerca de la forma y la función de esa flora intestinal (que ya se sabe que se lleva mal con algunos alimentos) impulsa un proyecto de la Cátedra Universidad Complutense de Madrid-Central Lechera Asturiana, que hasta mayo de 2020 reclutará 537 voluntarios para avanzar en el retrato robot de la microbiota ibérica. Los participantes serán seleccionados en función de su estado de salud, de los medicamentos que hayan ingerido recientemente, del género, la edad y la procedencia geográfica, entre otros criterios. Esta investigación dará a cada persona que done una muestra de heces una valiosa información sobre su microbiota intestinal y sus posibles enfermedades, en el camino al objetivo principal de discernir, a nivel general, cuáles son las colonias de bacterias predominantes en los intestinos de la población española. Si consiguen determinar cuál es el ecosistema más frecuente, habrán recabado una valiosa información para abrir nuevas líneas de investigación en relación con los procesos relacionados con la nutrición, y a su repercusión en la salud.
Las peculiaridades del paisaje microbiótico, tanto en número de especies como en variedad de microorganismos, es única en cada individuo, y se altera en función de la edad, la alimentación, la ingesta de fármacos o el entorno. Pero hay puntos en común. De ahí que delimitar la investigación por países abra la puerta a conocer el papel de estos microorganismos en la longevidad y las diferencias en la salud que los científicos han relacionado con los distintos hábitos de vida que identifican a cada uno de ellos. La idea es ser más específicos de lo que ya han conseguido ser los investigadores con estudios como el proyecto Metahit, uno de los estudios más importantes llevados a cabo en la Unión Europea, que logró clasificar 3,3 millones de genes de bacterias y 20.000 funciones diferentes que tienen, además de observar su cometido en la enfermedad crónica del intestino y la diabetes mellitus.
Cristina Vilanova, directora científica de Darwin Bioprospecting, empresa participante en el Proyecto Microbioma Español, considera que "este estudio podría sentar las bases de un mejor diagnóstico en situaciones de disbiosis intestinal [el aumento de la flora intestinal nociva], además de conocer el papel de la dieta mediterránea y de los hábitos de vida en la microbiota". Los estudios coinciden en que una alimentación protagonizada por las frutas y verduras, abundantes en esta dieta, contribuye a un ecosistema más rico en microorganismos que aquellos que crecen en las basadas en alimentos ultraprocesados. Y el decrecimiento de la variedad microbiana puede ser rápido, tal y como muestra un reciente estudio de la Universidad de Minnesota, que concluye que las personas que pasan de vivir de Asia a EE UU experimentan un deterioro en su flora intestinal causado por los estándares alimentarios estadounidenses, caracterizados por una mayor presencia de alimentos ultraprocesados.
Pero la actividad de estos diminutos huéspedes no solo se ve alterada por la dieta, los antibióticos también tienen una importancia notable en el proceso. Collado explica que "estos fármacos son uno de los factores que más alteran la microbiota". Por eso, "los resultados de este estudio estarán abiertos a las empresas farmacéuticas para contribuir al desarrollo de nuevos antibióticos". Y tampoco hay que perder de vista el papel de otros factores ambientales, como el de la higiene, ya que un exceso puede perjudicar a este nuevo "órgano" del cuerpo humano. De hecho, las consecuencias de un énfasis desmesurado por eliminar los microorganismos que nos rodean podría explicar un aumento de la incidencia de asma y de las alergias. En este sentido, un estudio publicado en la revista The New England Journal of Medicine apunta a que la baja prevalencia del asma en zonas rurales con arraigo a formas de vida tradicionales -como las de los Amish o los Hutitas- es debida a la exposición temprana a microorganismos patógenos, lo que prepara al sistema inmune, a través de la flora intestinal, para combatirlos. "Sin duda, uno de los retos en salud pública puede ser el desarrollo de probióticos que regulen las alteraciones que se pueden producir en la microbiota por un exceso de higiene", afirma Collado.
Contribuir al desarrollo de la nutrición de precisión es uno de los objetivos del Proyecto del Microbioma Español, financiado por el Instituto Central Lechera Asturiana para la Nutrición Personalizada. "Se trata de sentar las bases para, en un futuro próximo, determinar en función de un estudio de bacterias el riesgo de obesidad, y, mediante un probiótico concreto, equilibrar esas bacterias. O averiguar por qué hay dos individuos que, comiendo lo mismo, uno engorda más que el otro", dice Collado. Y matiza: "Vamos a una medicina integrada en la que un problema intestinal puede tener repercusiones pulmonares, cerebrales o cardiacas. Hoy sabemos que enfermedades como el alzhéimer o la depresión guardan relación con la microbiota intestinal. El objetivo es actuar sobre las bacterias en la prevención, aunque habrá otras muchas enfermedades que no se explicarán por la microbiota. No va a ser la panacea para todo".
En este sentido, el desarrollo de probióticos eficaces para manipular la flora intestinal de manera permanente o, en el largo plazo, que puedan mejorar la calidad de vida de enfermedades crónicas como la celiaquía, las enfermedades crónicas intestinales y el asma constituye uno de los actuales desafíos de los investigadores. La directora científica de Darwin Bioprospecting, Cristina Vilanova, comenta que "ya existen probióticos con efectos demostrados en la mejora de la diversidad de la microbiota, así como en la mejora sintomática de algunos trastornos, como la celiaquía o los altos niveles de colesterol".