La Semana Mundial del Uso Prudente de Antibióticos recuerda que el deficiente empleo de estos medicamentos induce a resistencias bacterianas.
La Semana Mundial del Uso Prudente de Antibióticos se celebra del 18 al 24 de noviembre desde 2015, coincidiendo con el Día Europeo del Uso Prudente de Antibióticos, el 18 de noviembre. Ambas campañas tienen un objetivo común: concienciar tanto a los profesionales sanitarios como al resto de la población sobre el peligro del mal uso de estos medicamentos.
Los antibióticos son un grupo de medicamentos que sirven para tratar infecciones producidas por bacterias. El uso indiscriminado de éstos, en muchas ocasiones fuera del espectro del antibiótico, provoca que las bacterias se vuelvan resistentes a su mecanismo de acción. Esto se produce cuando los microorganismos crean mutaciones en sus estructuras, siendo cuestión de tiempo que, en una de esas mutaciones que han desarrollado, el medicamento ya no pueda actuar y deje de ser eficaz.
Este hecho es más alarmante sabiendo que las bacterias resistentes pueden propagarse fácilmente de unos individuos a otros (estén los portadores sanos o no), lo que llevaría a un tratamiento con complicaciones o, en ocasiones, al fallecimiento del paciente por no hallarse una cura. Además, hay que tener en cuenta que, a pesar de la continua línea de investigación por parte del sector farmacéutico, el número de medicamentos nuevos no llega a superar la cantidad de antibióticos que, en la actualidad, resultan poco o nada eficaces para determinadas infecciones.
Ante este escenario, no solo los farmacéuticos sino todos los profesionales sanitarios, sean médicos, odontólogos, veterinarios o enfermeros, tienen la responsabilidad de asegurar el uso correcto de los antibióticos y siempre dentro de sus capacidades. Y es que cada especialista puede ser decisivo cuando receta o administra un antibiótico y, en el caso de los farmacéuticos, cuando los dispensan. En este último caso, es importante asegurarse de que los antibióticos recetados se ajustan al máximo al espectro, evitando usar aquellos que tienen un amplio espectro.
Recomendaciones al farmacéutico
El farmacéutico, como profesional sanitario experto en medicamentos (participando en la investigación, formulación y dispensación del fármaco), es el máximo responsable de éstos. En especial, aquellos que trabajan en oficina de farmacia, cuyo contacto continuo con los pacientes favorece los vínculos y crea una atmósfera de confianza propicia para la difusión de mensajes educativos.
En este sentido, se recomienda que los farmacéuticos estén atentos a las siguientes indicaciones para futuras dispensaciones y ayudar con el uso prudente de los antibióticos:
- Hay que recordar que todas las infecciones producidas por virus u otros microorganismos no identificados, no deben ser tratadas con los antibióticos. Los antibióticos, aunque tienen un amplio espectro y tienen una eficacia demostrada, no pueden adaptar sus mecanismos de acción frente a otros patógenos, por lo que el uso de estos medicamentos no está indicado y, además, empeoraría el estado de la persona.
- En caso de notar síntomas típicos de una infección, siempre se debe acudir al médico para que sea él quien diagnostique, lo que servirá para determinar el tipo de microorganismo que está causando los síntomas y el consecuente tratamiento. Por eso, cuando se obtiene un tratamiento, el médico extiende una receta médica con la que se puede obtener el medicamento prescrito.
- Es importante recordar que los antibióticos siempre necesitan receta por lo que, aunque el paciente tuviera una infección bacteriana y se tuviera que tratar con antibióticos, necesitaría igualmente la confirmación del especialista y, por ende, la receta. Por ello, los farmacéuticos deben asegurarse de que los pacientes que llegan a la farmacia presenten una receta que cumpla los requisitos legales de validez y, en caso de no presentarla, no dispensar el medicamento.
- Hay que recordar que, en ocasiones, los antibióticos pueden producir algunos efectos secundarios como, por ejemplo, diarrea. Muchos de los pacientes, al tener estos síntomas, detienen su tratamiento por creer que puede ser un efecto secundario raro o algún tipo de reacción alérgica. En estos casos, se debe insistir en la necesidad de continuar y poner en práctica medidas higiénico-dietéticas.
- Una vez los pacientes ya tienen su tratamiento, indistintamente del medicamento que se haya dispensado, deben tener clara su posología y duración. En caso de dispensar un antibiótico, incidir siempre en finalizar el tratamiento, aunque los síntomas hayan desaparecido y el paciente ya tenga un buen estado de ánimo.
- Tras finalizar el tratamiento, el antibiótico restante debe depositarse en el punto SIGRE para su reciclaje. Con este pequeño gesto se evita que los restos de antibiótico queden en los botiquines y, por tanto, se reduce la tentativa a usarlos de forma imprudente e incorrecta.
Medidas higiénico-dietéticas contra bacterias resistentes
Por otra parte, a la hora de manipular alimentos se recomiendan medidas higiénico-dietéticas para evitar que, a través de éstos, se propaguen microorganismos tales como las bacterias resistentes. Son las siguientes:
- Cocinar la carne adecuadamente para prevenir que las bacterias resistentes que puedan aparecen en la carne se transmitan y, cuando se compra, asegurarse de que los envoltorios están bien cerrados.
- Lavarse las manos con jabón antes de manipular cualquier alimento.
- No mezclar los utensilios de cocina cuando se está cocinando carne, pescado o huevos y verduras, ya que los microorganismos que puedan residir en los alimentos proteicos pueden transmitirse a las verduras.
- Conservar los alimentos en la nevera a unos 4ºC aproximadamente para prevenir el crecimiento bacteriano.