Gracias a Internet hoy en día tenemos acceso a multitud de información. En un clic podemos leer sobre una amplia variedad de temas como historia, astronomía, geografía… e incluso salud. Esto por lo general es beneficioso, ya que cualquier profesional se puede actualizar en su ámbito rápida y fácilmente. Pero cuando se trata de una persona no especialista, esto puede tener serias repercusiones, bien porque se puede malinterpretar la información o bien por la imposibilidad de distinguir la información falsa de la verdadera, lo que puede suponer la divulgación de la información falsa como si fuera cierta.
Este es el caso de algunos “influencers” o blogueros que escriben en blogs y redes sociales y que cuentan con multitud de seguidores que siguen sus indicaciones y recomendaciones. El problema viene cuando estos influencers, sin ningún tipo de formación sanitaria, dan información sanitaria o relacionada con la salud que no es correcta o incluso absolutamente falsa. Por lo general sus seguidores son adolescentes que tampoco tienen una formación sanitaria y, como consecuencia, una cantidad considerable de personas acaban mal informadas sobre aspectos que pueden tener consecuencias dañinas para su salud.
Gurús de la cosmética ≠ Profesional sanitario
Existen gran cantidad de riesgos que estas prácticas pueden entrañar para todos los espectadores y para los propios influencers. Estas prácticas pueden llevar a un diagnóstico erróneo de la patología que la persona sufre y, por consiguiente, a un tratamiento incorrecto.
Por ejemplo, se han visto casos en los que para tratar el acné se han recomendado antibióticos o incluso retinoides sin método anticonceptivo asociado. En este último caso el método anticonceptivo es necesario ya que en caso de embarazo hay riesgo de malformaciones. Además, los influencers no contemplan dar importancia a las resistencias bacterianas de los antibióticos que, en la actualidad, suponen un riesgo creciente y puede crear un gran impacto en nuestra salud a largo plazo. Incluso, en el caso de los antibióticos, la ley dicta que estos medicamentos solo se pueden dispensar con receta médica, por el hecho de que la dosis, la pauta y la duración del tratamiento son necesarios para un correcto uso. Por todo ello, debe ser un especialista quien indique el tratamiento más adecuado para el usuario
Aparte de un diagnóstico erróneo, la indicación farmacéutica del medicamento puede ser diferente al uso que se le da al fármaco, como una crema anestésica para evitar dolor durante la depilación o un antibacteriano (antibiótico) para un resfriado o una gripe causados por un virus. Las funciones que se les atribuyen no son las adecuadas, por lo que puede desencadenar una resistencia o una tolerancia hacia el fármaco que, como consecuencia, cada vez tendrá menos efecto en el cuerpo.
La automedicación conlleva otros riesgos más inmediatos y visibles. Un mal uso de un fármaco puede ocasionar reacciones adversas como alergias o intolerancias. Estas son las reacciones más frecuentes y dan como resultado la manifestación de los síntomas en mayor o menor grado dependiendo de la tolerancia hacia ciertas sustancias. En ocasiones, la intolerancia a la lactosa o la alergia a las proteínas de la vaca lleva a una confusión, ya que la causa de la reacción puede ser a partir de los excipientes y no debido a los principios activos. Además, los síntomas que se desarrollan cuando se trata de una alergia son más fáciles de identificar bien por el prurito o bien por la anafilaxia en casos más graves. Pero cuando se trata de una intolerancia, los síntomas aparecen más distanciados en el tiempo (entre 30 y 60 minutos), por lo que podría considerarse que no están asociados a esta.
Estos influencers elaboran vídeos explicativos en los que narran la técnica utilizada y el procedimiento a seguir de muchos de los productos que recomiendan. Acompañando al vídeo un texto introductorio o copy suele incluir un enlace a una página web a través del cual se puede acceder al producto fácilmente. Para contabilizar y dejar constancia de que el influencer ha promovido el producto, se adjuntan unos “códigos descuento”. Solo con este hecho ya debería reconocerse como un indicador de publicidad y no como una recomendación profesional, ya que en ningún momento se contempla concienciar a la población sobre los riesgos que suponen ciertas prácticas.
La sencillez con la que comunican sus opiniones y creencias proporciona naturalidad y seguridad, lo que genera una falsa imagen de profesionalidad. Por ello, es importante que se desvincule la proximidad y la identificación de los usuarios con una seguridad para la salud y que los seguidores prioricen su salud confiando en su profesional sanitario, como un farmacéutico, por ejemplo.
Además, en el caso de los farmacéuticos comunitarios, se proporciona una seguridad y una tranquilidad extras. La desventaja del farmacéutico es que se le relaciona principalmente con la dispensación de medicamentos, por lo que el usuario no cree que pueda tener nociones de cosmética. Por esa razón, se debe aprovechar esa confianza y seguridad que proporciona el farmacéutico para informar de manera clara a los usuarios más jóvenes de tal forma que no se dejen influenciar por blogueros o influencers sin conocimientos sanitarios.
Solución al problema
El Ministerio de Sanidad ha reaccionado a las quejas de un gran número de sanitarios que han hecho hincapié en la ilegalidad de estas prácticas, ya que se englobarían dentro de actividades publicitarias y por tanto entrarían dentro de la regulación de la publicidad de los medicamentos de uso humano a través del Real Decreto 1416/1994, de 25 de junio que estipula que los medicamentos que precisan receta médica no pueden ser publicitados. Debido a esto, Google (propietario de Youtube) colabora con el Ministerio de Sanidad para revisar los videos subidos por los influencers a su plataforma y retirarlos en caso de vulnerar los términos y condiciones de esta. Y junto a Google, contribuyen los Consejos de Colegios de Farmacéuticos y Médicos para poner fin a este problema.
Por tanto, los gurús o profesionales de la belleza siempre podrán hacer recomendaciones cosméticas, pero nunca podrán recomendar bajo prescripción médica o supervisión por parte de profesionales sanitarios. Utilizar medicamentos para tratar problemas cosméticos es poner en juego nuestra salud.