Hay que aceptar la realidad y a partir de ahí, caminar con un pensamiento constructivo y edificante.

FUENTE: El Mundo

Miedo, angustia, obsesión, confusión, ansiedad... Podría decirse que España no sólo se encuentra en un estado de alarma, también ha entrado en un estado de neurosis. Casi de la noche a la mañana. Un cambio brusco que llegó de golpe a nuestras rutinas y ritmo de vida. Fueron las palabras del presidente del Gobierno las que nos pusieron en el mismo espejo en el que Italia se veía. Confinamiento en toda España. Aislamiento de la población en sus casas las 24 horas del día durante al menos 15 días (puede ser más). El país, prácticamente parado por culpa de la pandemia del coronavirus, que es el que habita en los hospitales, el que ha usurpado las calles, el que está secuestrando nuestra salud económica y, por si fuera poco, está comprometiendo la salud mental de la gente.

Dos semanas enteras, 360 horas o 21.600 minutos conviviendo con la palabra coronavirus. A veces, a través de la radio, de la tele, en las conversaciones en familia, por teléfono, con los niños que preguntan, internet, las redes sociales... Imparable. Es el único tema, no hay otro. Incluso en el silencio, mientras cocinamos, planchamos, teletrabajamos o nos duchamos, el coronavirus se ha instalado en la mente. El bucle se hace más y más grande, a medida que el miedo, la incertidumbre y la inquietud van creciendo.

STOP. Esa no es la vía. Hay que sobrevivir a tantos días de aislamiento como sean necesarios y para ello, "tenemos más herramientas adaptativas de las que creemos", anima Begoña Arbulo, psicóloga del Instituto de Salud Mental y Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Para empezar, hay que aceptar la realidad. Según otro especialista del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, José Antonio Luengo, "la situación es la que es. De nada sirve pensar en lo que se podría haber hecho y no se hizo, o al revés. Estamos donde estamos y a partir de ahora hay que caminar con un pensamiento constructivo y edificante, entendiendo que estamos haciendo lo correcto, que es no salir de casa. Así es como vamos a vencer la pandemia".

Con esta nueva mirada de la situación, podremos planificar el tiempo y "aprovechar para hacer las cosas que nunca podemos hacer", apunta Luengo, quien recuerda que es importante modificar las rutinas y no dejarlo a la improvisación, "tener la sensación de que controlamos nuestra vida". Puede ayudar plasmar en papel una especie de horario adecuado a cada casa con las nuevas 'tareas'.

Por fin se puede dedicar un rato a la lectura, a la música, a ordenar cajones, a ver películas, a descansar, a escribir, a compartir con la familia, a reforzar la unión, a conversar, a llamar a los seres queridos con calma (especialmente a los mayores), a preguntar '¿cómo estás?' y escuchar la respuesta, a ejercitarnos físicamente en casa, a cocinar lento, a mirar a los nuestros y disfrutar de ellos, a jugar... "Si hay niños, contar con ellos para organizar el día. Son tremendamente imaginativos", apunta el psicólogo. Además, leerles cuentos "ayuda a los adultos a entrar en un mundo de interpretación de la realidad que permite cambiar esquemas y mirar con optimismo".

Sin duda, para alejar la ola de pensamientos negativos y el miedo, hay que evitar la sobreinformación. "Se trata de echar gasolina al optimismo, no de regodearse en el dolor", afirma Luengo. La idea es nutrirse de los canales oficiales, con prudencia, sin esparcir rumores y esquivando las noticias falsas que afianzan el temor. No conviene hablar constantemente del tema, puede provocar sensaciones de desasosiego. Información sí, pero la justa.

Aparte de mantenerse conectado con otros y conversar, evitar la sobreexposición a noticias y establecer rutinas, "hay que procurarse un autocuidado", subraya Arbulo. Por ejemplo, mantener dieta equilibrada, dormir el número suficiente de horas, no perder el sentido del humor, hacer ejercicio en casa, observar nuestra salud sin obsesionarse y aprender a pedir ayuda.

Otro consejo para que la convivencia familiar vaya bien consiste en compartir actividades sin olvidar la necesidad de tener momentos individuales, además de practicar lo que José Antonio Luengo denomina "precalentamiento de las emociones". Estamos más tiempo juntos, hay que ponerse de acuerdo y prever situaciones incómodas. Conviene "sentarse a hablar sobre cómo actuar cuando alguno de los miembros pierde los nervios" con la intención de "saber responder cuando surja un problema". Hay que aprender a escuchar, a conocer las inquietudes y sentimientos.

Lo cierto es que esta pandemia es "una situación estresante y cada uno reaccionamos de modo distinto", argumenta la psicóloga. "Hay que asumir cambios abruptos, tolerar la incertidumbre, enfrentarse a la vulnerabilidad y reconciliarse con la idea de la muerte. Implica distanciamiento social". Pero los efectos psicológicos de no aplicar la cuarentena y permitir la propagación de la enfermedad serían peores. "Comprender el sentido de este aislamiento contribuye a entenderlo y adaptarse desde la responsabilidad compartida".

En palabras del experto, "sólo son unos días de confinamiento y si hacemos las cosas bien, podremos sobrellevarlo, superarlo y ser mejores personas". Este tipo de situaciones genera una especie de "efecto rebote": la generosidad y el comportamiento solidario aparecen en el sentimiento colectivo. Los aplausos dedicados a los sanitarios, la gente que sale a cantar a las terrazas... "Parece que no poder acercarnos nos está uniendo".

CUIDAR A QUIENES NOS CUIDAN

Los profesionales que están en primera línea de los hospitales, sobre todo en los servicios de urgencias, las UCIs y las plantas de aislamiento. Ellos son los que cuidan, los que "se olvidan de sus propias necesidades", los que acumulan horas de trabajo y preocupación por lo que está ocurriendo y la atención sanitaria que hace falta. "Su cuidado psicológico va a ser necesario para sostener esta situación de calibre que vivimos", asegura Begoña Arbulo, psicóloga del Instituto de Salud Mental y Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Son ellos los que dedican su tiempo de descanso a estudiar más sobre esta infección desconocida (para poderla atajar cuanto antes), los que tienen miedo a infectarse por sus familiares y pacientes y a la vez por su sentimiento de culpabilidad al tener que aislarse y no seguir al pie del cañón. Se enfrentan al desconsuelo de los familiares y al desbordamiento asistencial. "Concentran un gran estrés y un agotamiento del que ni son conscientes porque su rol es cuidar y atender a los demás".

Para ellos, este hospital madrileño ha implantado un protocolo de asistencia psicológica. "Sin interferir ni obstaculizar su trabajo". A través de grupos de apoyo o atención telefónica. "Es importante que tengan acceso a estos servicios y, que aprendan a identificar lo que les está ocurriendo y recuerden que deben descansar las horas suficientes, desconectar del coronavirus fuera del trabajo, comer y beber adecuadamente -en estas situaciones, pierden incluso la percepción de la sed-, hacer ejercicio, relacionarse con sus seres queridos, leer, escuchar música, ver series o películas, etc. [...] Todo no puede ser el trabajo, siendo de tal intensidad y riesgo".

CONSEJOS

1. Comprender la realidad

2. Saber que estamos haciendo lo correcto nos va a ayudar mucho

3. Organizar y planificar tareas y horarios con nuevas rutinas

4. Evitar la sobreinformación

5. Conversar con nuestros familiares

6. Hacer deporte en casa

7. Mantener una dieta equilibrada

8. Dormir las horas necesarias

9. Mantener el buen humor

10. Cuidar la higiene y la salud

PARA AYUDAR A LOS NIÑOS

1. Protegerles de la sobreinformación

2. Explicarles que su salud no corre riesgo, pero hay que tomar medidas para cuidar a los mayores y enfermos

3. Ayudarles a expresar sus emociones

4. Aportar calma y cariño

5. Mantener la comunicación con otros familiares por videollamada

6. Preservar las rutinas en la medida de lo posible

7. Buscar actividades que estimulen su creatividad

8. Realizar actividad física en familia dentro de casa

9. Ser más tolerantes con las rabietas en estas situaciones de estrés

10. Evitar información que contribuya al estigma, como que el virus lo han traído de fuera

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