FUENTE: La Razón
Como si de una serie distópica se tratara, la realidad nos está jugando la mala pasada de presentarnos cómo sería un mundo sin vacunas. Consecuencias catastróficas no sólo en cuanto a la salud, sino también económicas, educativas y, en definitiva, en todos los aspectos de nuestra vida incluida la forma de relacionarnos. Y eso que sólo «falta» una... pero mientras esperamos anhelantes a que científicos e investigadores logren la que consiga que nuestras vidas continúen como hasta antes de la pandemia (o eso queremos creer), la situación generada por el Covid-19 ha tenido también consecuencias en la vacunación. Y, paradójicamente, para mal.
Aunque no hay datos publicados sobre el impacto en la cobertura en este tiempo, el presidente de la Sociedad Española de Vacunología (AEV), Amós García Rojas, estima que «el coronavirus ha tenido un impacto colateral negativo que se podría traducir en un descenso del 30%, en líneas generales». «La caída es preocupante en todas las edades del calendario de vacunación infantil financiado, sobre todo en las de refuerzo que se administran a partir de los tres años de edad con descensos de alrededor del 90% y en las vacunas no financiadas como rotavirus, meningococo B o meningococo tetravalente que es de más del 95%», añade Francisco Álvarez, coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Y es que a finales de marzo, y ante la gravedad de la situación, tanto el Ministerio de Sanidad como la AEP publicaron notas informativas para priorizar las inmunizaciones pautadas en el calendario hasta los 15 meses de edad, la de la tosferina en embarazadas y las de los grupos de riesgo de cualquier edad. «Las vacunas se administrarán siempre que los centros tengan capacidad y puedan cumplir con las medidas de seguridad oportunas. El resto de las incluidas en el calendario, tanto en la etapa infantil como en la adulta y en mayores, pueden posponerse hasta que se recupere la actividad normal. En el escenario actual, un retraso del resto no supondrá problemas y podrá reanudarse en cuanto se recupere la actividad sanitaria habitual», rezaba la nota del Ministerio. «Esto no significaba la prohibición de vacunar en otras edades desde los tres a los 14 años, pero fue interpretado así», lamenta Álvarez.
¿Cuáles se han dejado de poner?
El hecho de priorizar a los bebés de menos edad es porque «la primovacunación es primordial para romper la presencia de esos virus en nuestro entorno. El resto no acudió porque la recomendación era no ir a los centros de salud, pero las dosis de recuerdo pueden retrasarse un poco sin consecuencias. Las de los seis años se deben poner a lo largo de ese año, por ejemplo», explica el presidente de la AEV. Así, las que se habrían dejado de poner serían, de los 3-4 años las de sarampión, rubeola y parotidistis (triple vírica) y varicela; a los 6 difteria, tétanos y tosferina (DTPa), así como la poliomielitis; y a los 12 la DTPa de recuerdo así como la del virus del papiloma humano (VPH).
Pero, ¿qué consecuencias podría acarrear esta situación? A priori, no tendría impacto «gracias» al confinamiento domiciliario, ya que debido a este no hay contacto interpersonal y los riesgos no son excesivamente importantes. El problema viene si la situación se mantuviera en el tiempo y no se actualizaran las dosis de recuerdo, pues hay que tener en cuenta que, a medida que recuperamos la actividad normal, la circulación de esas otras enfermedades puede restablecerse.
«La primera consecuencia es la desprotección de aquellos que no reciben su vacuna, pero después está la pérdida de la inmunidad colectiva o de rebaño, es decir, el beneficio que conseguimos tras alcanzar un cierto grado de cobertura vacunal durante un tiempo mantenido y que protege a toda la población incluso a la que no ha recibido la vacunas, porque se interrumpe la circulación del microorganismo. Es importante recordar el contexto justo antes de que empezase la crisis del Covid. En Europa estábamos viendo el regreso de enfermedades prevenibles por vacunación como consecuencia de la disminución de las coberturas vacunal es fundamentalmente no tanto por los anti vacunas, como por los dubitativos y escépticos frente a las vacunas. Esta situación actual, y el descenso aunque sea transitorio de las coberturas vacunales, puede suponer el regreso de enfermedades que hasta ahora no veíamos», apunta Federico Martinón, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Clínico Universitario de Santiago y coordinador del grupo de investigación en vacunas del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago.
Por eso, en estos días que se está empezando a retomar la actividad normal en los centros de salud se está tratando de reconducir la situación. «Ahora hay que hacer una búsqueda activa de quienes no han acudido», asegura García Rojas.
Vacuna de la gripe ¿obligatoria?
El Covid-19 podríamos decir que ha tenido el efecto contrario en el caso de la vacuna de la gripe, pues, si las tasas de cobertura son históricamente bajas en nuestro país, este año es casi seguro que se produzca un aumento de la demanda de esta inmunización. La razón, que si se estacionaliza la presencia del coronavirus éste coexistiría con la gripe en el tiempo, con el riesgo que ello supone de contraer dos infecciones en la misma temporada además del colapso del sistema sanitario añadido.
«Probablemente, y debido al miedo a la pandemia del coronavirus, la lucha que mantenemos las sociedades científicas y el Ministerio para que se vacunen de la gripe los grupos de riesgo vea sus frutos, aunque sea de modo indirecto, y se estima que puedan incrementarse las coberturas en un porcentaje elevado», aventura Álvarez. Claro ejemplo de esto es el anuncio de la Junta de Andalucía que impondrá la obligatoriedad de la vacunación contra la gripe en la próxima campaña, que comenzará este otoño, según ha anunció a finales de abril el consejero andaluz de Salud, Jesús Aguirre, tras la reunión del Gabinete de crisis por la pandemia del Covid-19. Aguirre explicó que la obligatoriedad de esta inmunización, que hasta ahora era voluntaria para mayores de 65 años y población de riesgo, es una medida preventiva que se adopta ante la eventualidad de que la expansión de la gripe pudiera coincidir este año con un rebrote de la pandemia del Covid-19.
Recomendada en grupos de riesgo (personas mayores, con enfermedades crónicas o respiratorias, embarazadas y personal sanitario), lo cierto es que el año pasado la tasa de cobertura no llegó al 55% en mayores de 65 años. Los parámetros medios del porcentaje de vacunación de la gripe en nuestro país de entre el 55-57% en este grupo, oscilando uno o dos puntos según el año (en 2019 descendió). La OMS ha definido como objetivo deseable el 75% en esta población. Los sanitarios, otro colectivo considerado esencial en esta inmunización, no llega ni al 40% de cobertura, un porcentaje, sin duda, muy mejorable.
«La obligatoriedad puede ser contraproducente, debería ser fruto de un debate potente y transparente exclusivamente sanitario. Pero entiendo que hay que abrir ese debate. Se me hace difícil de entender que en personal de UCI, por ejemplo, no sea obligatoria», afirma García Rojas. De la misma forma opina Martinón: «Desde luego el grado de responsabilidad cuando hablamos de profesionales sanitarios y de vacunación es diferente del de la población general. En un momento como el que estamos viviendo, sería un contrasentido y una irresponsabilidad que un profesional sanitario no tuviese su calendario vacunal al día».