La incontinencia fecal es la incapacidad de retener heces líquidas, sólidas o gases, con una importante repercusión en la vida diaria y social. Afecta en torno al 8% de la población general y al 15% de las personas mayores de 70 años y, según el grado de incontinencia, se puede sufrir desde una pérdida ocasional y puntual hasta un descontrol total del esfínter.
Si se trata de una incontinencia fecal temporal se producen episodios de diarrea -en ocasiones puede alargarse hasta convertirse en un problema crónico-. Cuando el paciente no es consciente de la eliminación de heces se trata de una incontinencia pasiva y, sí se es consciente, se conoce como incontinencia de urgencia, con visitas improvisadas al baño. Sin tener en cuenta el tipo de incontinencia, esta puede ir acompañada de diarrea, estreñimiento, gases o hinchazón.
En este sentido, sin unas pautas a seguir que eviten las pérdidas fecales, se pierde calidad de vida. Una complicación ligada a la incontinencia es la irritación de la piel en la zona de contacto con las heces; se trata de una zona muy sensible y un contacto continuo favorece el dolor, el picor, la inflamación e, incluso, puede producir úlceras. También tiende a haber un temor del paciente por encontrarse en situaciones sociales comprometidas que le hagan sentir vergüenza e incomodidad, lo que conduce a su aislamiento. De esta forma, la situación emocional del paciente dificulta la comunicación con un profesional sanitario y la búsqueda de una solución. Por ello, es importante superar la barrera emocional para tratar el problema de forma eficaz.
Causas
La incontinencia anal se suele relacionar con el deterioro de los músculos y los nervios situados en la zona anal: los anillos musculares forman parte del esfínter anal y regulan la salida de deshechos y retienen las heces, mientras que los nervios detectan las heces en el recto y alertar de la necesidad de defecar. Es común que, durante el parto, estos músculos puedan ser dañados debido al uso de fórceps o tras la realización de una episiotomía (incisión en el tejido blando para facilitar la salida del bebé). En ocasiones, los nervios también pueden verse afectados.
Por otro lado, las lesiones en la médula espinal, los accidentes de tráfico o incluso algunas enfermedades -diabetes o epilepsia- pueden provocar daños en los nervios. La incontinencia anal también puede darse por un efecto secundario tras una cirugía, por la aparición de hemorroides, prolapso rectal o un rectocele que conduce a la persona hasta la pérdida de la capacidad de almacenaje del recto.
Asimismo, cabe señalar que existe una relación entre la frecuencia de las deposiciones y la incapacidad de retener heces, ya que, en el caso de la diarrea, al ser más líquida, se puede salir de la cavidad. Mientras que, durante el estreñimiento, al formar heces sólidas muy compactadas se dificulta su expulsión y consecuentemente, se emplea mucha fuerza para su salida, induciendo a la dilatación y posteriormente la debilitación de los músculos. También es cierto que aplicar esfuerzo durante la evacuación puede debilitar los músculos anales y que, en ocasiones, el paciente presenta un problema base que requiere cirugía.
Factores de riesgo
Al margen de todas las situaciones que pueden inducir incontinencia anal, existen factores de riesgo asociados:
Estilo de vida y consejos prácticos
En cuanto al estilo de vida, la zona anal al estar en contacto directo con las heces puede estar irritada y no estar limpia, por lo que se recomienda lavar la zona con agua o con toallitas húmedas sin alcohol y sin perfume. Después, secar con cuidado insistiendo en los pliegues al haber posibilidad de mayor grado de irritación y aplicar crema o talco para hidratar y proteger la zona de la humedad. Respecto a la ropa, se recomienda uso de ropa interior de algodón y poco ajustada.
Si se sale de casa, se recomienda:
Cuando un daño muscular es el causante de la incontinencia, existen varias terapias para restaurar la función de la musculatura anal:
Recomendaciones alimentarias
Se recomienda evitar cualquier desajuste en la dieta que pueda inducir a diarrea o estreñimiento.
Por ello, se aconsejan las siguientes recomendaciones dietéticas:
Tratamientos farmacológicos
Algunos medicamentos utilizados para la sintomatología en la incontinencia anal son:
Se recomienda que los cuidadores y los miembros de la familia se involucren a la hora de tomar decisiones sobre los cuidados, tratamientos e investigaciones, aunque siempre es el paciente quien debe tener la última palabra.
Si bien la incontinencia anal puede suponer un gran impacto en los pacientes que están bajo esta patología, los cuidados y ciertos cambios adaptados al estilo de vida facilitan el día a día del paciente.