FUENTE: La Razón
Después de muchas semanas encerrados en casa, la «nueva normalidad» que comienza a abrirse delante de nuestros ojos nos permite pisar la calle algo más que para ir a comprar el pan. Pero eso significa, también, que al salir de casa cerca de ocho millones de españoles se enfrentan a un enemigo que hasta ahora había permanecido aletargado detrás de las ventanas: la alergia. Además del miedo al SARS-CoV-2, los alérgicos tienen que hacer su propia «desescalada» y recuperar su complicada convivencia con la rinitis estacional.
Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, Seaic, siete millones de españoles son alérgicos a gramíneas, seguidos en orden decreciente por alergia al olivo, arizónica, plátano de sombra, salsola y parietaria. Sin embargo, en plena pandemia de coronavirus, no hay motivo para la alarma, pues los expertos son contundentes: «Una persona alérgica no tiene más riesgo de sufrir un peor pronóstico en el caso de contagiarse por SARS-CoV-2. La alergia no supone un peligro que aumente la facilidad para el contagio ni implica una peor evolución del Covid-19», asegura Pedro Ojeda, alergólogo y portavoz de la Seaic.
Obstrucción respiratoria
Sin embargo, en el 20% de los casos esa alergia puede desencadenar en asma, una complicación que resulta delicada si se suma al coronavirus, ya que aumenta la inflamación y la obstrucción de las vías aéreas, provocando la dificultad respiratoria. Es precisamente en este escenario en el que el contagio del SARS-CoV-2 puede convertirse en un mal compañero de viaje, ya que, tal y como apunta Ojeda, «en aquellas personas con un asma grave y sobre todo si está mal controlado, el riesgo puede ser mayor, porque es posible que el contagio por coronavirus provoque la reagudización de la enfermedad, puesto que cualquier infección respiratoria en pacientes con asma mal controlada puede desencadenar crisis con más facilidad».
Salir a la calle no ayuda en absoluto a controlar estos efectos colaterales. De hecho, según explica Marina Blanco, neumóloga y coordinadora de área de asma de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, Separ, «entre los desencadenantes de crisis de asma figuran el polen en las personas alérgicas y la contaminación. Precisamente debido al confinamiento, los niveles de contaminación han disminuido de forma considerable y, dado que la desescalada es progresiva, resulta previsible que no se alcancen de forma brusca los niveles previos a la pandemia». Respecto al polen se produce el efecto inverso, pues «durante la pandemia disminuyeron las labores de mantenimiento y cuidado de la vegetación por lo que es esperable un aumento de pólenes, aunque las concentraciones dependen también de otros factores como las condiciones climáticas», apunta Blanco.
Diferencias entre alergia y coronavirus
Estornudos, picor de ojos, tos seca o erupciones en la piel son algunos de los síntomas alérgicos que, en estas circunstancias, pueden confundir a los afectados hasta el punto de pensar que han caído en las garras del Covid-19. Sin embargo, resulta fácil distinguir ambas patologías, ya que la alergia suele remitir al regresar a casa y no va acompañada de fiebre. Por ello, para evitar síntomas indesados, «el paciente alérgico, al igual que otros años, debe ser cumplidor con el tratamiento que le haya sido prescrito y que indique su informe», recomienda Ojeada, quien avanza que, «dado que hemos tenido unos meses de marzo y abril bastante lluviosos, las previsiones de alergia para los próximos meses han de revisarse al alza, porque se espera que haya más polinización y también porque estamos teniendo días bastante ventosos, lo que hace que se emitan más pólenes por las gramíneas. Por todo ello, se espera que sea una primavera un poquito más intensa que los años anteriores».
¿Deben llevar mascarilla los alérgicos y asmáticos?
Desde el pasado jueves el uso de las mascarillas resulta obligatorio para todos los españoles, aunque, según el BOE, no deberán hacerlo «las personas que presenten algún tipo de dificultad respiratoria que pueda verse agravada por el uso de mascarilla o aquellas en las que el uso de mascarilla resulte contraindicado por motivos de salud debidamente justificados». Y las personas con alergia asmática pueden ser una de esas excepciones, ya que, tal y como reconoce la doctora Blanco, «a algunos pacientes le provoca muchas molestias habiéndose descrito incluso casos de ansiedad que puede ser más acusada en el caso de padecer enfermedades respiratorias como el asma o la rinitis».
Pero, a pesar de las molestias, Ojeda sí las aconseja: «El uso de mascarillas, en concreto las FFP2, que son las que cubren por completo la nariz y la boca, son adecuadas para disminuir la exposición a los pólenes en las personas alérgicas. Además, es recomendable usar gafas de sol bastante cerradas para proteger la cuenca de los ojos y evitar las molestias oculares».