FUENTE: La Vanguardia
Emma mira a la enfermera un poco asustada. “¿Me va a doler?”, le pregunta. “No, pero sí te molestará un poco, como cuando te entra agua en la nariz cuando estás nadando en la playa o en la piscina, tendrás esa misma sensación de picor”, le explica y, a continuación, le introduce con delicadeza un bastoncillo en la nariz para tomar una muestra. Al final de la prueba, que apenas dura un par de segundos, la niña, de siete años, sonríe a su madre.
Tras ella entra Joan, de la misma edad, con su camiseta de Harry Potter, una sonrisa de oreja a oreja y muchos nervios. Como Emma, asiste al casal de verano que ha organizado la Escuela Thau Barcelona y es uno de los participantes de un estudio pionero que durante julio está llevando a cabo el Hospital Sant Joan de Déu Barcelona para esclarecer uno de los grandes misterios de esta pandemia: qué papel desempeñan los niños en la transmisión de la infección , y arrojar evidencia científica sobre cómo debería ser la vuelta al cole.
“Cuando desde la escuela nos lo explicaron, lo discutimos en casa y tuvimos claro que queríamos que participara”, afirma Isidre Porqueras, padre de Joan. “Por responsabilidad social, todo aquello que podamos hacer para ayudar a tener datos y así tratar de evitar un rebrote en otoño, bienvenido sea”, dice.
Además de en esta escuela, el estudio se está realizando en otros 15 casales del área de Barcelona. En total, participan más de 1.700 niños de entre 3 y 15 años, así como monitores. A todos ellos se les realiza semanalmente una PCR nasofaríngea y una en saliva para detectar presencia del virus.
Si alguno de los participantes desarrolla síntomas Covid o da positivo en alguna de las pruebas, el equipo del hospital realiza un seguimiento del caso y de sus contactos para evaluar si hay o no transmisión y en qué grado. Por el momento, han identificado tres monitores y cuatro niños positivos, y en algún casal incluso han puesto en cuarentena hasta a cinco grupos de convivencia por haber estado en contacto con casos positivos o sospechosos.
1.700 niños de entre 3 y 15 años
Se les realiza una PCR semanal nasal y una en saliva para detectar si hay o no presencia del virus. “Al estar este año organizados [los casales] siguiendo las instrucciones de Educació, en grupos lo más estables posibles de 10 niños, resulta fácil acotar los contactos”, considera Joana Claverol, responsable de la Unidad de investigación clínica de Sant Joan de Déu. Con este estudio, pionero a nivel mundial, “podremos responder por primera vez, por un lado, si los niños infectan a otros niños y, por otro, averiguaremos cuánto dura la fase infectiva”, añade.
Poco transmisores
Hasta el momento, los escasos artículos científicos existentes, de Suiza, Australia y Singapur, sugieren que es poco habitual que los menores por debajo de 14 año contagien a otras personas. Entre las hipótesis que se barajan para explicar ese hecho está que los niños pasan la enfermedad de forma mucho más leve. “Tosen menos que los adultos, por ejemplo, que es uno de los mecanismos de transmisión fundamentales”, destaca Juanjo García, jefe de pediatría del hospital y uno de los coordinadores del proyecto.
Y a eso se suma que, como ya vieron en la primera parte del proyecto KIDS CORONA , del que forma parte también el estudio actual en casales, que “las cargas virales de los niños son inferiores a la de los adultos”, en palabras de Claverol, que recuerda que en otros países en que se han reabierto escuelas o no han cerrado durante estos meses, “no se ha registrado un aumento de casos”; no obstante, especifica esta bióloga, se han organizado de forma distinta, en grupos más pequeños de alumnos y aplicando medidas de prevención, como el uso de mascarillas o aplicando distancia social, no al 100% como ocurrirá en Catalunya en septiembre.
Seguramente, “si hubiéramos podido realizar este estudio hace dos o tres meses, hubiera sido más fácil obtener resultados, porque entonces la prevalencia de la enfermedad era más alta”, reconoce García, que explica que podría haber sucedido que, a pesar de seguir a 1.700 niños, no hubieran encontrado ningún caso, lo que hubiera sido una buena noticia para la sociedad, pero no habría permitido avanzar en el conocimiento de la enfermedad. Al haber diagnosticado al menos tres o cuatro casos y evaluado si ha habido o no transmisión, “nos permitirá resolver qué papel tienen los menores en la pandemia”.
Un papel, ese, que ha ido variando. Para empezar, se ha descubierto que se infectan en la misma proporción que los adultos, aunque el 99% de ellos pasan la enfermedad de forma muy leve o asintomática. Y en cuanto a la transmisión, aunque al inicio se asumió que eran vectores de contagio, como ocurre en otras enfermedades víricas como la gripe, por lo que se decidió confinarlos rápido, ahora “estamos viendo que no es así, y que este virus tiene un comportamiento bastante diferente a otros”, dice Claverol, que recuerda que por el momento no hay ningún brote documentado de contagio que haya comenzado a partir de niños y sí, en cambio, a partir de adultos supercontagiadores.
“Necesitamos generar información científica de qué pasa en las aulas para guiar las decisiones que se tomen de cara al curso escolar. Y en este sentido, el contexto de los casales es el más parecido al de una escuela”, destaca esta bióloga. Aunque que “haya escuelas seguras no es solo cuestión de si los niños transmiten o no, sino de mantener la transmisión comunitaria en niveles bajos”, señala García. “El virus sigue ahí, y si nos relajamos y pensamos que estamos ya en una fase postpandémica, los niveles de transmisión volverán a subir y el virus entrará de nuevo en todas partes, también las escuelas”.