FUENTE: Levante
Si algo ha quedado claro en esta crisis sanitaria producida por la covid-19 es la necesidad de un sistema sanitario fuerte y coordinado para hacer frente a esta pandemia o a pandemias venideras. Por lo que no contar con los farmacéuticos como soporte para mejorar la salud de los ciudadanos, es, sin duda, un error que las autoridades sanitarias no pueden volver a cometer.
Durante el estado de alarma la ciudadanía aplaudía la labor de los sanitarios. Un aplauso muy merecido para colectivos que se dejaban la piel y su propia salud en la atención al paciente con coronavirus o para aquellos que garantizaban el suministro y la llegada de productos de primera necesidad a los ciudadanos. Pero la sensación entre el colectivo farmacéutico es que pocos pensaban en nosotros, siendo, como somos, agentes sanitarios clave que hemos estado en primera línea atendiendo al paciente a lo largo de largas jornadas de incansable trabajo. Mientras Sanidad imponía restricciones en los centros de salud para reducir las consultas presenciales, el paciente tenía un establecimiento sanitario abierto durante todo el día cerca de su casa en el que poder consultar dudas o aliviar síntomas para sus patologías. Uno en el que un sanitario les indica los mejores remedios o les deriva a otro sanitario más especializado. No se trata de centros de salud que permanecen cerrados a cal y canto, sino de farmacias, cuya cruz nunca se ha apagado y sigue sin apagarse pase lo que pase.
Ahora más que nunca, la Administración debe tomar nota de lo que puede aportar la Farmacia Comunitaria porque, aunque algún colectivo intente arrinconarnos diciendo que somos un establecimiento sanitario privado, en realidad las farmacias ofrecen un servicio público y cercano. Durante esta crisis han demostrado su versatilidad y capacidad de reconversión.
Agentes principales de la salud
Por todos es sabido que las farmacias comunitarias han estado desde el inicio de esta crisis sanitaria al lado del paciente para que su salud no se viese mermada por la actual situación. Hemos estado dispensando mascarillas entre la población vulnerable, aunque este hecho supusiera un gasto añadido debido a la gestión que le ha supuesto al farmacéutico. En tiempo récord hemos puesto en marcha el proyecto de atención farmacéutica domiciliaria para que ningún paciente tuviese que interrumpir su tratamiento y hemos atendido tanto presencial como telefónicamente las dudas de los ciudadanos que se han encontrado con los centros sanitarios cerrados.
Todos estos servicios se cortaron de forma abrupta con la llegada de la tan ansiada "nueva normalidad" y tras pasar el verano, en un nuevo contexto lleno de medidas de contención, rebrotes e incertidumbre desde el Muy Ilustre Colegio de Farmacéuticos de València (MICOF) pedimos a la Administración que cuente con la farmacia comunitaria, que haga previsión y nos permita de forma coordinada trabajar junto con el resto de profesionales de la salud para solventar los problemas de la ciudadanía.
Aprendamos lecciones, no cometamos los errores del pasado. Los farmacéuticos, como profesionales sanitarios, podríamos haber contribuido de forma significativa en la reducción de contagios entre la población. Participando en el cribado sistemático de casos sospechosos de coronavirus, elaborando protocolos para la detección de casos sospechosos y en caso de encontrarlos aplicar el procedimiento acordado para derivarlos a los centros sanitarios.
Asimismo, se podría haber contemplado la dispensación de medicamentos hospitalarios en la farmacia comunitaria de forma consensuada con nuestros compañeros de Farmacia Hospitalaria, para que en los casos que fuera recomendable, los pacientes no se desplazaran al hospital, y consiguiendo además de un ahorro para la Administración, la seguridad del mantenimiento de custodia de los medicamentos.
También se podría haber trabajado en la Indicación Farmacéutica de síntomas menores, desde la farmacia, de forma sistematizada y protocolizada para evitar la saturación en Atención Primaria y Urgencias Hospitalarias y liberar así la carga asistencial de los centros sanitarios. Este programa, ya puesto en marcha por el MICOF y SEFAC en toda España, está consensuado con sociedades médicas de atención primaria.
También se podrían haber puesto en marcha protocolos de actuación para centros sociosanitarios con el objetivo de mejorar la prevención de la infección de ancianos y de los trabajadores de los centros sanitarios, así como realizar un seguimiento de los pacientes crónicos que no podían acercarse al centro de salud. Se podrían haber hecho tantas acciones€ hay lecciones que ya las tenemos aprendidas, no caigamos en los mismos errores.
Tenemos mucho que aportar al sistema sanitario, pero para poder contar con todo el potencial que ofrece la red de farmacias es necesario que se nos integre en las Políticas de Salud Pública. Asimismo, es fundamental que se nos tenga en cuenta en las diversas estrategias de vacunación y en el desarrollo de estudios epidemiológicos, que dispongamos de herramientas de comunicación con el resto de profesionales sanitarios para poder trabajar de forma coordinada dentro de los equipos de salud y que tengamos acceso a la historia clínica del paciente, con su autorización, para conocer el tratamiento que está tomando y evitar interacciones que puedan perjudicar su salud. Del mismo modo, también se podría completar su ficha farmacoterápeutica con los medicamentos que adquiere fuera del sistema público, también necesario para el profesional médico.
La farmacia comunitaria, como en cada fase, estará al lado de los ciudadanos, dando lo mejor de sí, lidiando con sus mejores armas -profesionalidad, paciencia y amabilidad- y esforzándose diariamente para cuidar de los pacientes. Una vez más, la oportunidad de contar con el gran potencial que ofrece la oficina de farmacia ha sido desaprovechada por la Administración. ¿Lecciones por aprender?