Una alimentación saludable es la base para un buen estado de salud, hoy vital frente a la pandemia de coronavirus que estamos atravesando. Y es que comer bien representa un seguro para la salud, para afrontar por ejemplo la COVID-19, así como cualquier otra infección típica del otoño, que comienza esta semana.

FUENTE: ABC

El problema es que actualmente comemos peor, más alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres, sal, y menos frutas, verduras, y fibra dietética, como por ejemplo cereales integrales, según denuncia el dietista-nutricionista de la Unidad de la Mujer del Hospital Quirónsalud Zaragoza, Ignacio Lillo.

Este experto destaca que especialmente en el caso de las mujeres, más si cabe en determinadas épocas de su vida, una alimentación saludable es más que imprescindible: «La alimentación es un aspecto clave para la salud y en el caso de las mujeres, dependiendo de la etapa de su vida en la que se encuentren, hay que tener especial cuidado».

A su juicio, para llevar una buena alimentación es más importante el reducir el consumo de alimentos superfluos, como los refrescos azucarados o la bollería industrial, que el introducir alimentos sanos que están de moda en las redes sociales, como el aguacate, la chía o el brócoli. «El efecto positivo de estos alimentos no compensa lo negativo de ingerir productos poco saludables», destaca Lillo.

Y es que, según destaca el especialista de Quirónsalud Zaragoza, hay que poner el foco en la alimentación durante las siguientes etapas fundamentales de la vida de la mujer: Adolescencia, el embarazo, la etapa fértil, la menopausia y en la edad más adulta.

En concreto, cita el caso de la menopausia, etapa en la vida de la mujer que surge entre los 45 y 55 años y donde se produce una auténtica revolución hormonal, dando lugar en consecuencia una ganancia excesiva de peso si la mujer mantiene los patrones alimentarios que practicaba anteriormente.«Hormonalmente, la mujer cambia y esto se traduce en una resistencia a la insulina. El azúcar que ingiere se transforma más rápidamente en grasa y tienen en estas edades una ganancia de peso que no tenían antes de la menopausia, cuando hay formas de evitarlo, se puede enseñar», subraya.

En el caso de la edad más adulta, el dietista-nutricionista hace referencia a la sarcopenia, una enfermedad que produce la reducción de masa muscular y el aumento del tejido graso. «Esta pérdida de músculo conlleva el riesgo de padecer otras enfermedades, siendo mayor a su vez el riesgo de caídas y de roturas de cadera, y que, en definitiva, la persona sea menos independiente», remarca.

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud recuerda que la dieta saludable ayuda a protegernos de la malnutrición en todas sus formas, así como de las enfermedades no transmisibles, entre ellas la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer. «En todo el mundo, las dietas insalubres y la falta de actividad física están entre los principales factores de riesgo para la salud», alerta la entidad sanitaria.

Acudir a un especialista a tiempo

Por todo ello, Ignacio Lillo anima a que cualquier mujer que desee reconducir su dieta para perder peso no dude en pedir cita en un especialista, recalcando que los centros sanitarios son hoy día instalaciones que han diseñado circuitos diferenciados de coronavirus. En el caso del hospital en el que trabaja, el Hospital Quirónsalud Zaragoza, recuerda que el centro cuenta con la certificación Applus+ Protocolo Seguro frente a la COVID-19, que acredita que cumple con los estándares más exigentes de seguridad en esta pandemia.

«Es mejor no llevarse el susto en la báscula. Es mejor ir antes al dietista-nutricionista y que nos enseñe a comer bien. Es mejor siempre prevenir que curar, aunque yendo después también hay soluciones, que serán más a largo plazo y costarán un poco más, pero las hay», insiste el especialista en dietética y nutrición.

Así, reconoce que muchas mujeres acuden a la consulta «a ponerse a régimen», un concepto ya de por sí negativo, y que en su opinión no funciona en el medio-largo plazo. «No me vale de nada que las mujeres se pongan a dieta un mes y después vuelvan a su alimentación anterior. Lo que tratamos de hacer es dar soluciones a largo plazo, enseñarle a cambiar la manera de hacer la compra, atendiendo a los gustos de cada paciente y que aprendan a cocinar mejor, utilizando ingredientes más saludables», afirma el miembro de la Unidad de la Mujer de Quirónsalud Zaragoza.

De hecho, remarca que uno de los objetivos es que la paciente mejore su alimentación, pero también que disfrute del día a día, incluso en una celebración. «El no poder comerse un postre en una ceremonia por estar a dieta es una tontería. Lo importante son sus hábitos en el día a día», remarca el experto, al mismo tiempo que insiste en que «debemos aprender a comer bien de forma habitual y no esperar a tener un problema para acudir al especialista».

Por ejemplo, dice que a la hora de realizar una receta de bizcocho siempre se puede hacer más saludable introduciendo una harina integral o bien de almendra, así como rebajando el azúcar de la receta, o incluso sustituirlo por una hortaliza como una zanahoria, o bien por un plátano, que también pueden hacer las veces de edulcorantes. «Debemos volver a educar a nuestro paladar a unos umbrales de dulzor más moderados. Antes la fruta nos parecía dulce, y la gente se ha acostumbrado a la bollería y por eso no nos sabe prácticamente a nada», advierte Ignacio Lillo.

Por eso, y de acuerdo con las recomendaciones de la OMS, el especialista de Quirónsalud incide en que los hábitos alimentarios sanos comienzan en los primeros años de vida, y se forjan en el día a día. «Frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales deben formar la base de nuestra alimentación. Y es vital reducir la sal, y el azúcar», añade.

Lillo defiende que es muy importante que la ingesta calórica esté equilibrada con el gasto calórico. «Para evitar un aumento malsano de peso, las grasas no deberían superar el 35% de la ingesta calórica total, predominando las saludables», recalca, a la vez que aconseja limitar el consumo de azúcar libre a menos del 10% de la ingesta calórica total y mantener el consumo de sal por debajo de 5 gramos diarios (una cucharadita o 5 pizcas).

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