FUENTE: La Razón
Que hacer ejercicio aumenta el apetito, y con ello, lleva a ingerir mayor cantidad de alimentos, es una esas afirmaciones falsas, que, en nutrición, cuesta tanto desmontar. No por la falta de argumentos, sino por la intensidad con la que ha calado en muchas personas, que consideran que, por ejemplo, si están siguiendo una rutina de alimentación restrictiva, practicar algún deporte con intensidad les provoca la necesidad de saltársela. Aunque la ciencia ya había demostrado que el ejercicio físico es una de las mejores opciones para combatir el sobrepeso y la obesidad, ahora un equipo internacional de investigadores añade que, esta práctica tan saludable, no aumenta las ganas de comer. Y no solo no eso, sino que sirve para modular la ingesta de alimentos y contribuir a la regulación del apetito, la ingesta total de calorías y la propia composición de la dieta.
El trabajo, en el que han participado investigadores de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), ha permitido analizar el efecto que tiene la práctica de ejercicio físico en la ingesta de calorías y cómo puede ayudar a combatir los problemas derivados del sobrepeso y la obesidad mediante la modulación de la dieta.
Para estudiarlo en profundidad, se hicieron diversas preguntas: ¿cómo afecta el ejercicio en la alimentación?, ¿produce una mayor sensación de hambre haciendo que se incremente el consumo de calorías?, ¿hace que una persona tenga preferencia por unos alimentos frente a otros? En concreto, el objetivo principal de los investigadores de la UPM se centró en analizar si un tipo específico de ejercicio podría favorecer una mejor adherencia a la dieta prescrita, una mayor motivación relacionada con la alimentación, una composición de dieta más saludable o mayores cambios en la composición corporal en personas con sobrepeso y obesidad. Para ello, usaron una muestra de 300 personas sobre las que se analizaron más de 2.500 variables.
Hazlo! No importa cual
Los resultados obtenidos no han mostrado efectos sustanciales del tipo de ejercicio sobre la ingesta de energía, la selección de macronutrientes o los cambios en la composición corporal. Pero lo que sí comprobaron es que las personas que hacían más ejercicio aumentaban más el consumo de proteínas, lo cual es positivo, ya que un aumento en la actividad física diaria requiere una mayor ingesta de proteína, y estarían así ayudando a cubrir ese requerimiento de una forma espontánea. También evidenciaron que el ejercicio de fuerza, aeróbico o la combinación de ambos, no provocan una mayor necesidad de ingesta en personas con un exceso de peso, y que las personas que inician un programa de ejercicio a largo plazo no aumentan su consumo de energía de manera compensatoria.
En un contexto como el actual, en el que las cifras de sobrepeso y obesidad en España indican que, en 2030, el 80% de los hombres y el 55% de las mujeres serán obesas, los resultados de este tipo de investigaciones son de gran relevancia, dado que la decisión de incluir hábitos saludables en nuestro día a día sobrepasa el terreno personal, para convertirse en un problema de salud pública.