FUENTE: El Mundo
Nombrada en decenas de títulos de canciones, películas y novelas, la fiebre ha sido asociada desde siempre a todo tipo de sentimientos y situaciones relacionados con el aumento de temperatura.
Somos muchos los que hemos bailado, con mayor o menor acierto, ese Stayin Alive de los Bee Gees emulando a Tony Manero en Fiebre del sábado noche. Permítanme incluirme entre ellos, y es que uno también tiene sus ratos de esparcimiento fuera del hospital. Pero las ganas de mover las caderas desaparecen de golpe cuando la fiebre hace acto de presencia un lunes por la mañana, o de pronto, el niño vuelve del colegio con más temperatura de la normal la víspera de un puente sin restricciones de movilidad. Si quieren conocer un poco más acerca de esta incómoda invitada, les invito a seguir leyendo.
¿Qué es exactamente la fiebre?
Además de uno de los motivos más habituales de consulta médica, la fiebre es uno de los signos más comunes de la existencia de alguna enfermedad. Es el aumento de la temperatura corporal como mecanismo de defensa ante una enfermedad o ante un proceso inflamatorio que puede ser o no de origen infeccioso. La fiebre no es una enfermedad.
¿Por qué aparece?
Ese aumento de la temperatura corporal lo provoca nuestro cuerpo una vez que se ha activado el sistema inmune tras localizar algún problema. Y lo hace con el objetivo de dañar a los organismos patógenos y de que el cuerpo sea un lugar menos cómodo para ellos, ya que a la mayoría de virus y bacterias les resulta complicado sobrevivir con una temperatura elevada.
En realidad y por lo general, la fiebre quiere decir que nuestro sistema inmune funciona y está luchando contra un problema.
La temperatura corporal, ¿cambia a lo largo del día?
Por supuesto que sí, no tenemos la misma temperatura corporal cuando nos despertamos que a media tarde. Mientras dormimos, nuestro cuerpo entra en una especie de fase de desconexión: la presión arterial cae, los músculos se relajan, la respiración se ralentiza... y la temperatura corporal baja hasta lo que denominamos «temperatura basal», la más baja que llega a alcanzar nuestro cuerpo en reposo. A lo largo del día esta temperatura aumentará ligeramente, llegando a su pico más alto a las últimas horas del día.
De igual modo, cuando tenemos fiebre la temperatura no se mantiene constante y son habituales los picos.
¿A partir de qué valor se considera fiebre?
La temperatura normal de una persona sana está comprendida entre los 36.4ºC y los 37.2ºC, aunque algunas pueden tener una temperatura corporal ligeramente menor.
Pero no toda temperatura superior a 37.2ºC es igual de preocupante, debemos diferenciar entre lo que denominamos febrícula (37.5ºC), fiebre (a partir de 38ºC) y fiebre de urgencia (a partir de 40ºC).
¿Por qué siento frío cuando tengo fiebre?
Esto se debe a una especie de confusión cerebral. A medida que la temperatura de nuestro cuerpo aumenta es muy habitual sentir frío e incluso llegar a tiritar, queriendo abrigarnos más y más a pesar de que el termómetro ya casi marque 39ºC.
Esto se debe a que el hipotálamo (nuestro termostato regulador) dice que necesita aumentar la temperatura y comienza a realizar distintas acciones como hacernos temblar para producir calor, erizarnos el vello para retener el aire caliente o hacernos sentir frío para que nos abriguemos.
¿Y por qué de pronto paso a sentir mucho calor?
Una vez que pasa la fiebre o conseguimos bajarla con fármacos antitérmicos, ese termostato llamado hipotálamo vuelve a regularse.
Entonces, para eliminar todo el calor que le sobra y hacer que volvamos a la temperatura habitual de nuestro organismo, provoca que el cuerpo empiece a eliminar calor con mecanismos como la vasodilatación periférica (el característico rubor) y el sudor.
¿Debemos hidratarnos más cuando tenemos fiebre?
Claro que sí, pero también aportar calorías a nuestro cuerpo.
Por cada grado que se eleva la temperatura de nuestro cuerpo, el consumo de oxígeno aumenta entorno a un 12% y se produce un aumento de la necesidad de líquidos y calorías. Una pérdida de agua corporal provoca otros síntomas tales como que la piel se caliente, se seque y se torne de color rojo.
Podemos recurrir también a otras opciones como zumos de fruta, leche, agua, gelatinas o sopas frías como el gazpacho. Seguir una alimentación variada y equilibrada también es esencial.
¿Se puede convulsionar por fiebre?
Las convulsiones febriles pueden ocurrir en niños de seis meses a cinco años, generalmente cuando su temperatura corporal se eleva por encima de los 39ºC, pero son más comunes en niños de 12 a 18 meses de edad. Generan mucho miedo en los padres, pero no son tan peligrosas como parecen y no quieren decir que el niño tenga epilepsia.
Es importante mantener la calma, lo habitual es que en pocos minutos ceda por sí sola. Mientras tanto, acostaremos al niño de lado, sin tratar de evitar sus movimientos y sin introducir ninguna clase de objeto en su boca. Hay que mirar el reloj para saber cuánto tiempo ha durado y poder informar al médico de cabecera.