FUENTE: La Razón
Se han escrito tantas páginas sobre las vacunas frente al SARS-CoV-2 y su inminente llegada, que lejos de animar, siembran dudas. Lo importante no es sólo que se consiga una primera generación de vacunas frente a la Covid-19, sino cuán útiles serán. Esta semana el Dr. Anthony Fauci, máximo epidemiólogo del Gobierno de Estados Unidos, advertía de que, aunque el objetivo final de las vacunas será en un futuro erradicar el virus, las primeras disponibles se centrarán en prevenir los síntomas del virus, no en bloquearlo por completo. Pero, ¿cuál sería el motivo?
El objetivo es simplificar para poder acortar los tiempos y evitar que las personas enfermen o en el peor de los casos fallezcan. En la actualidad, se está desarrollando un gran número de vacunas diferentes. Sólo el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), por ejemplo, tiene más de 100 proyectos en marcha. «El objetivo principal de una vacuna es protegernos contra formas graves de la enfermedad. Y ese es el fin de las que se están desarrollando frente a la Covid-19. Ahora bien, hay algunas que ya existen contra patógenos, no muchas, que no sólo nos protegen de la enfermedad sino que incluso nos defienden de la infección. Es decir, evitan que el virus ni siquiera pueda entrar en nuestras células e infectarnos», explica Adelaida Sarukhan, doctora en inmunología y redactora científica en ISGlobal, centro impulsado por la Fundación “la Caixa”.
«Lo ideal sería que evitaran sintomatología grave de la enfermedad y que el virus entrara en nuestras células. Pero para eso –prosigue– se necesita que la vacuna induzca unos niveles muy elevados y efectivos de anticuerpos neutralizantes».
«Y eso todavía no lo sabemos. Algunas indicaciones de las inmunizaciones candidatas más avanzadas sí que inducen una buena producción de anticuerpos, muchos de ellos neutralizantes, pero todavía no sabemos cómo de eficaces serán», afirma Sarukhan.
«Es probable que no logren impedir completamente la infección, es decir que no confieran una inmunidad llamada exteriorizante pero que sí eviten formas graves de la enfermedad, eludiendo la muerte e incluso –con suerte– que lleguemos al hospital, lo que reduciría notoriamente la presión del sistema sanitario. Ahora bien, sería aún mejor que evitara también la replicación del virus, porque ello impediría que transmitiéramos el SARS-CoV-2, lo que haría mucho más rápido el proceso de quitar mascarillas y la distancia social».
«Pero eso sería en un mundo ideal. Seguramente las primeras vacunas que salgan –prosigue– evitarán los síntomas de la enfermedad. Pero de momento, en los experimentos realizados en macacos indican que hoy no previenen del todo la infección». De todos modos aún hay que esperar, «porque eso con seguridad todavía no lo sabemos, igual alguna logra también bloquear la entrada del virus en nuestro organismo». Pero «es más difícil conseguir que las vacunas puedan hacer las dos cosas. De hecho, en la actualidad hay inmunizaciones que consiguen impedir los síntomas graves de la enfermedad y bloquear la entrada del virus y otras que no. La gripe, por ejemplo, no bloquea el virus. La del papiloma humano, en cambio, sí previene la infección».
«Impedir la entrada del virus en el organismo es más difícil por las características de los patógenos, pero también por el nivel de anticuerpos que requiere y su durabilidad. En la actualidad, los proyectos de vacuna están dirigidos a la proteína Spike, a lo mejor una segunda generación de ellas van dirigidas a otra proteína y quizá serán más efectivas para bloquear la infección». Para esta doctora en inmunología, previsiblemente las primeras inmunizaciones nos protegerán de los síntomas graves dejando quizá sólo dolor de garganta, por ejemplo.
Ahora bien, incluso aunque las primeras vacunas sean destinadas a reducir los síntomas, falta aún ver cómo de efectivas serán frente a la sintomatología. Según Fauci, la primera remesa de inmunización podría tener sólo entre un 50 y un 60% de efectividad. Y siendo positivos un 75%.
«Para la vacuna frente a la Covid-19 se ha puesto el nivel mínimo de eficacia al 50% por lo que en todo caso se reducirá o las infecciones o la enfermedad mínimo a la mitad», sostiene Sarukhan. Lo que de alcanzarse, sería todo un logro.
Ahora bien, Vicente Larraga, científico del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC) que lidera uno de los proyectos de vacuna frente al SARS-CoV-2, recuerda que «la vacuna puede tener un efecto pero no ser efectiva». «Antes la barrera de protección era un 60%, ahora ha bajado. Realmente no hay una cifra, una línea de mínimos, definitiva», matiza. Eso hará que «probablemente las primeras vacunas sirvan para reducir los síntomas leves. Una de las pegas que se pone a las inmunizaciones que van a salir es que pueden proteger sólo de los síntomas leves, aunque realmente no se sabe si reducirá la manifestación leve o la grave».
El motivo es que se "están acelerando los procesos. Por ejemplo se probará una vacuna con 30.000 voluntarios. A unos les pondrán la inmunización y a otros no para ver si enferman y a los 150 voluntarios del ensayo que se pongan enfermos se corta el ensayo y sacas el porcentaje de protección. Sólo con que tosan ya se considera que enferman, por lo que de esos 150 pocos serán enfermos graves. Es decir, que no se podrá saber exactamente qué nivel de protección tiene la vacuna frente a síntomas graves», precisa el científico del CIB-CSIC.
Y eso es porque, como explica Larraga, «antes era imposible concluir la fase 3 en menos de dos años. Ahora se está haciendo en seis o siete meses, y no es lo mismo. Se necesitan dos temporadas de la enfermedad para saber el porcentaje de protección exacto, de lo contrario no se tiene un control sobre el resultado de una infección».
«Lo importante –prosigue Larraga– es la protección. Después, reducir el número de virus. Lo que llamamos conseguir vacunas esterilizantes. Es decir, conseguir bajar la carga vírica, aunque no se mate a todo el virus», precisa. Y es que como recuerda Larraga, «la función de las vacunas es muy variable, buscan la utilidad, otra cosa es cómo sean de útiles».
Y para ello habrá que esperar. Sabremos si bloquean el virus o si frenan los síntomas «con los datos que nos aporten los ensayos clínicos de fase III y el seguimiento de las personas inmunizadas durante tres a 12 meses. Así como también la capacidad de virus aislados de pacientes con mutaciones en dominios de la proteína S (Spike) de unión al receptor ACE2», explica Mariano Esteban, jefe del Grupo de Poxvirus y Vacunas del Centro Nacional de Biotecnología, del CSIC.
Y cuando llegue la primera «remesa» de vacunas contra el SARS-CoV-2 «es importante que la población se vacune, aunque eso no eliminará las medidas de prevención, habrá que seguir con la distancia de seguridad, el uso de la mascarilla y el lavado frecuente de manos, mínimo hasta que al menos un 60% de la población esté vacunada para conseguir la inmunidad de rebaño», concluye Sarukhan, que considera que debería ser obligatoria esta vacuna al menos en los grupos más vulnerables y los más expuestos.