¿Cuántas veces hemos escuchado que un resbalón en la ducha o una caída por las escaleras ha derivado en una fractura de cadera? Muchas. A simple vista pueden percibirse como “repentinas”, sin embargo, debemos plantearnos que en realidad pueden ser el resultado de años de padecer osteoporosis.

La osteoporosis es una enfermedad sistémica del esqueleto, que se caracteriza por la disminución de la cantidad de masa ósea (densidad ósea), según la edad, sexo y raza, y que va acompañada de un deterioro de la microarquitectura del tejido óseo.

 

Remodelado óseo = destruir + formar hueso

Los huesos están en constante remodelado óseo (formación y destrucción), y regulado principalmente por dos tipos de células: osteoblastos y osteoclastos. La función de los osteoblastos es formar hueso durante el crecimiento y proceso de renovación. Mientras que los osteoclastos tienen la función opuesta, destruir el hueso envejecido, lo que se conoce como resorción ósea. Además, existen otros factores (como hormonales, o neurovasculares) que regulan el remodelado óseo. En condiciones normales, estas células están coordinadas manteniendo un equilibrio de resorción y formación.

El balance óseo es la diferencia entre la cantidad de hueso destruida (osteoclastos) y la formada (osteoblastos). Sin embargo, en ocasiones, durante el balance y el recambio óseos pueden tener lugar alteraciones de la remodelación ósea. Este permanece en homeostasis hasta los 30 años, formando y destruyendo en equilibrio, aunque, a partir de esta edad, se produce un balance negativo que incrementa la destrucción y favorece el desarrollo de la osteoporosis. El recambio óseo es la tasa de renovación. Un aumento del recambio potencia la pérdida ósea, y la alteración de la microarquitectura, incrementando la fragilidad del hueso.

 

Enfermedad silenciosa

Esta enfermedad, generalmente, se desarrolla sin síntomas de alarma y por ello se conoce como “enfermedad silenciosa”. La persona es consciente de su enfermedad cuando sufre de forma abrupta alguna fractura por fragilidad -con mayor frecuencia en aquellas localizaciones que más peso soportan, como la columna vertebral, la cadera, el antebrazo distal (muñeca) y el húmero proximal-. A menudo, aquellos pacientes que han sufrido una fractura osteoporótica experimentan dolor y con el tiempo esto puede favorecer una pérdida de estatura, cifosis y/o escoliosis.

Existen diversos factores de riesgo para la osteoporosis como son:

  • Factores individuales: edad, raza caucásica o asiática, antecedentes de fractura por fragilidad, peso bajo – con un índice de masa corporal (IMC) menor a 20kg/m2 –, menopausia prematura o menarquia tardía.
  • Hábitos no saludables: el consumo de bebidas alcohólicas y tabaquismo, una baja actividad física o ejercicio excesivo (que puede provocar amenorrea), baja ingesta de calcio o excesivo consumo de proteínas animales.
  • Enfermedades o trastornos: intolerancia a la leche, hipogonadismo e hiperaparatiroidismo, anorexia nerviosa, etc.
  • Tratamientos farmacológicos con glucocorticoides, anticoagulantes (heparina), antiácidos que contienen aluminio, consumo de litio de forma crónica, diuréticas que producen calciuria, terapia tiroidea de reemplazo, etc.

 

Modificar el estilo de vida

Un estilo de vida saludable resulta fundamental para la prevención de enfermedades. Por ello, la ingesta de vitaminas (A, D y K), calcio, fósforo, magnesio y potasio son piezas fundamentales en el proceso de remodelación ósea. Se debe hacer mayor hincapié en garantizar un aporte adecuado de calcio (1.000-1.200mg/día) y vitamina D (800-1.000 UI diarias junto con la exposición solar), ya que el calcio es el mineral mayoritario de los huesos y es requerido para la mineralización ósea, mientras que la vitamina D promueve su absorción en el intestino. Sin embargo, resulta paradójico que, a pesar de vivir en una zona soleada como es Valencia, es frecuente encontrar entre nuestros pacientes a personas deficitarias de vitamina D.

No obstante, las dietas hiperproteicas, ricas en sodio y las dietas vegetarianas estrictas, afectan a las reservas de calcio, mientras que estas últimas en concreto, pueden precipitar el calcio e impedir su absorción.

En cuanto a la actividad física, es imprescindible para mantener e incrementar la densidad y mineralización ósea (DMO), pero debe adaptarse al estado físico de la persona. Ciertos ejercicios de soporte de peso, resistencia o equilibrio pueden aumentar la calidad ósea y prevenir la enfermedad.

Por otro lado, el consumo de tabaco, alcohol y cafeína está relacionado con la aparición de fracturas, por lo que se deben evitar.

 

Tratamiento farmacológico

Si bien es fundamental la prevención, existen fármacos cada vez más efectivos que no solo mejoran la masa ósea, sino que disminuyen la probabilidad de padecer fracturas óseas, actuando de diversas formas.

Debido a que unos niveles bajos tanto de calcio como de vitamina D contribuyen al desarrollo de la osteoporosis, son muchos los tratamientos que están asociados a la suplementación de estos. Son necesarios cuando no se alcanzan las concentraciones recomendadas, y varían en función de la edad y género.

Se dispone de fármacos que actúan como antirresortivos, osteoformadores y con ambos mecanismos. Los primeros engloban los bisfosfonatos, sales de calcio, vitamina D, agentes anti-RANK (denosumab), SERM (-moduladores selectivos del receptor estrogénico- raloxifeno y bazedoxifeno) y calcitonina. Estos impiden la resorción inhibiendo la acción de los osteoclastos. Los osteoformadores están implicados en la formación ósea y son: la PTH y derivados, la teriparatida, así como las proteínas morfogenéticas óseas (BMP). Aquellos con acción dual son las sales de estroncio, pero actualmente no existen medicamentos comercializados de este grupo en España.

Los bisfosfonatos y denosumab pueden ocasionar dos efectos adversos potenciales: osteonecrosis maxilar y fracturas atípicas, que aparecen con poca frecuencia.

Sumado a lo anterior, los bisfosfonatos orales tienen cierto riesgo de producir esofagitis, por lo que se recomienda que se tomen de pie, con un vaso de agua, para favorecer el tránsito digestivo. Además, deben administrarse en ayunas, esperar 30-45 minutos (60 minutos en el caso del ibandronato) antes de acostarse, evitar tomar con otros medicamentos (especialmente con antiácidos, calcio y otros suplementos o vitaminas) y mantener una buena salud bucodental.

En función de las características, antecedentes patológicos y factores de riesgo de la osteoporosis del paciente, el reumatólogo valorará la situación y seleccionará el fármaco más adecuado.

 

El farmacéutico apoyando a sus pacientes

La adherencia terapéutica frente a la osteoporosis es una de las más insatisfactorias de todas las terapias crónicas. De hecho, la falta de adherencia oscila entre un 55% y un 90% de las personas con un tratamiento pautado. Esto se debe a que cada dos años, este tratamiento varía entre un 10% y un 45% de las ocasiones. Por este motivo, es imprescindible que el farmacéutico realice un seguimiento continuo de estos pacientes para asegurar que continúan tomándose su medicación adecuadamente.

Además, esta enfermedad está infradiagnosticada, por lo que es conveniente que el farmacéutico ayude a identificar los signos característicos (dolor articular, fragilidad ósea, pérdida de estatura con el tiempo, etc.) así como prevenir la osteoporosis y asesorar al paciente durante su tratamiento. Para ello, el farmacéutico debe realizar las siguientes intervenciones:

  • Realizar educación sanitaria, especialmente a mujeres perimenopáusicas orientándola sobre la posibilidad de que más adelante desarrollen osteoporosis una vez alcanzada la menopausia.
  • Recomendar la detección precoz de la enfermedad (realizando densitometrías óseas).
  • Recomendar hábitos de vida saludables como: una alimentación equilibrada y rica en calcio, evitar el consumo de alcohol y tabaco, realizar ejercicio regularmente, practicar higiene postural y exposición al sol mínimo 15 minutos al día.
  • Realizar un seguimiento farmacoterapéutico.
  • Potenciar la adherencia al tratamiento.
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