FUENTE: Las Provincias
Las noches en casa de Marta son «como un circo de tres pistas». Su marido y sus dos hijos son sonámbulos, así que «cuando no es uno es otro. Unas veces solo se incorporan un ratito y se vuelven a dormir de la misma. Otras, se levantan y salen de la habitación, pasean, hablan... Han llegado a hacer pis en el cubo de basura de la cocina. Al final, la que menos duerme de los cuatro soy yo», resume entre risas esta madre de familia noctámbula.
El sonambulismo es un trastorno del sueño muy común, sobre todo en niños y adolescentes, y no tiene mayor trascendencia para la salud de quien lo padece que llevarse un golpe o tener un accidente doméstico mientras se encuentra en ese estado de confusión en el que no es consciente de lo que hace. «No es un problema grave ni necesita tratamiento alguno, salvo que los episodios se repitan con mucha frecuencia o su comportamiento suponga algún peligro», explica el neurólogo Juan José Poza, miembro de la Sociedad Española del Sueño (SES).
El sonambulismo, también llamado noctambulismo, no es otra cosa que «una alteración en el mecanismo del despertar desde el sueño profundo», causada en la mayoría de los casos por «estímulos externos» mucho más de andar por casa de lo que nos podamos imaginar. Puede ser desde un ruido hasta ganas de ir al baño. Lo que le ocurre a las personas que sufren este trastorno es que se quedan 'enganchadas' en una fase intermedia entre la vigilia y el sueño que afecta a su comportamiento mientras duermen. «Digamos que una parte del cerebro está despierta y la otra sigue dormida». Se pueden levantar, moverse, caminar por la casa, incluso prepararse comida.
«Las ensoñaciones de la fase profunda no suelen tener una historia como ocurre cuando tenemos una pesadilla o soñamos. Son más desestructuradas, pero generalmente angustiosas. Sensación de que hay una persona en la habitación, presencia de bichos, hundimiento de las paredes... Por regla general, los sonámbulos tienen una actitud de búsqueda, de huida», precisa el doctor Poza, miembro del grupo de trastornos del movimiento y de la conducta durante el sueño de la SES.
Los episodios de sonambulismo suelen presentarse durante las tres primeras horas del sueño –casi nunca durante una siesta– y su duración no supera la media hora en la mayoría de los casos. «Impresiona porque los sonámbulos tienen los ojos abiertos, pero en realidad no ven como si estuviesen despiertos», explican en la Sociedad Española de Neurología (SEN).
El neurólogo Juan José Poza, del Instituto Oncológico de San Sebastián, aclara algunas de las dudas más frecuentes sobre esta parasomnia.
El sonambulismo tiene «una base genética», por lo que es frecuente que en una misma familia haya varias personas sonámbulas. Ahora bien, se trata de un trastorno del sueño que suele saltarse una generación. Es decir, «es más habitual de abuelos a nietos que de padres a hijos», aclara el especialista.
La ecuación es sencilla. Cuanto más dure la fase de sueño profundo, mayor posibilidad de sufrir un episodio. Por este motivo, el sonambulismo es un trastorno muy frecuente en niños y adolescentes, las dos etapas vitales donde esta parte del sueño es más larga.
Según un informe elaborado por la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y del Adolescente (AEPNyA), prácticamente la mitad de los niños de entre 4 y 8 años ha sufrido en algún momento de su vida un episodio esporádico de sonambulismo, mientras que uno de cada tres los padece de manera más o menos frecuente hasta prácticamente los 15 años, edad a partir de la cual tienden a desaparecer. «Lo habitual es que tengan una amnesia completa de lo ocurrido durante la noche y se levanten a la mañana siguiente como si no hubiese pasado nada», añade el doctor Poza.
En el caso de los adultos, esta parasomnia afecta al 3% de la población, lo que ocurre es que las reacciones en mayores suelen ser más bruscas que en la etapa infantil. «Incluso pueden darse comportamientos 'violentos'. Patadas, empujones, golpes...».
Las causas que pueden originar un episodio de noctambulismo son múltiples, desde un simple ruido o las ganas de hacer pis que comentábamos al principio hasta un época de estrés o los continuos cambios e interrupciones en el horario de sueño por motivos tanto laborales como personales. «En algunos pacientes el hecho de beber alcohol antes de meterse en la cama también les facilita la aparición de episodios de sonambulismo porque les fragmenta el sueño. No hace falta que sea un consumo excesivo. A veces solo por cenar con un poco de vino ya es suficiente», señala el neurólogo donostiarra.
El sonambulismo no se 'cura', por eso mismo es importante «mantener una buena higiene de sueño –rutinas, horarios, alimentación...– y evitar las situaciones que nos generan estrés para reducir en la medida de lo posible los desencadenantes que causan este trastorno», aconsejan en la Sociedad Española del Sueño.
Uno de los bulos y leyendas urbanas más difundidos sobre el sonambulismo es que si despiertas a un sonámbulo lo puedes llegar a matar. Nada más lejos de la realidad. «No pasa nada», tranquiliza el doctor Poza. «Cuesta mucho despertarles porque están como 'encajados' en el sueño, pero si lo haces no ocurre absolutamente nada», insiste. Como mucho, puede que al día siguiente recuerde vagamente lo que pasó a la noche, pero poco más.
El noctambulismo no es un trastorno que deba preocupar en exceso a la persona que lo sufre ni a sus familiares, puesto que no supone un riesgo para su salud más allá de que se encuentre algo más agotado de lo normal al día siguiente. «El mayor problema es que se lesionen o sufran un accidente doméstico mientras se encuentran en esa fase en la que no son conscientes de lo que están haciendo. «Hay veces que se escapan de casa, así que es importante dejar las puertas ¡y las ventanas! bien cerradas para evitar ese tipo de situaciones. Uno puede tener comportamientos más o menos automáticos y salvar obstáculos que estén siempre en el mismo sitio, pero también puede ocurrir que se choquen contra objetos o muebles o incluso que se pongan 'violentos'. Cuando esto ocurre es recomendable hablarles de forma pausada y con tranquilidad para no agitarles todavía más. También se les puede acompañar para tratar de reconducir la situación y devolverles a la cama».
Los terrores nocturnos, habituales en niños de 3 a 6 años, también son una alteración del despertar desde el sueño profundo como el sonambulismo, solo que en este caso predomina la sensación de miedo sobre cualquier otra. «El terror nocturno dura lo que dura y no se puede hacer nada. A diferencia de lo que ocurre con las pesadillas, son 10 o 15 minutos que se hacen eternos porque el niño llora desconsoladamente y sus padres no lo pueden tranquilizar de ninguna forma. De la misma manera que viene, se va. El niño se vuelve a dormir y al día siguiente no se acuerda de nada», explica Juan José Poza.
Preludio de enfermedades como el Parkinson
Hay una alteración del sueño que se puede llegar a confundir con el sonambulismo, «pero que en realidad se trata del preludio de enfermedades neurodegenetarivas relacionadas con el Párkinson», advierte el neurólogo Juan José Poza, miembro de la Sociedad Española del Sueño (SES). Es el trastorno de conducta del sueño en la fase REM. «Suele presentarse en individuos mayores de 55 años, que no han tenido por qué ser sonámbulos previamente. Las personas que sufren este trastorno sueñan que se pelean o que les persiguen animales y su reacción puede ser desde revolverse en la cama a atacar o incluso dar golpes, que se puede llevar la mesita de noche o a la persona que duerme a su lado. Las reacciones a los sueños suelen ser agresivas», precisa el especialista, miembro del grupo de trastornos del movimiento y de la conducta durante el sueño de la SES.
Esta patología tiene su origen en una disfunción de los núcleos del tronco del encéfalo encargados de que en la fase REM –la parte en la que se sueña y se procesan y almacenan los recuerdos– no haya tono ni actividad muscular y que son los mismos que suelen estar dañados en la enfermedad de Parkinson. Clínicamente se acompaña de movimientos bruscos y violentos de las extremidades y el tronco en relación con sueños agresivos.