Los farmacéuticos comunitarios también participan en el seguimiento de la enfermedad renal

Aprovechamos que hoy se celebra el día mundial del riñón para dar visibilidad a la enfermedad renal crónica (ERC), una enfermedad presente a nivel mundial, pero que no se le adjudica la importancia que merece. De hecho, según los datos del estudio EPIRCE (Epidemiología de la Insuficiencia Renal Crónica en España) promovido por la Sociedad Española de Nefrología (SEN) y secundado por el Ministerio de Sanidad, la ERC afecta alrededor del 10% de la población adulta española cuya cifra se ve aumentada aproximadamente al 20% cuando se trata de adultos mayores de 60 años. Cabe destacar que es una enfermedad infradiagnosticada, por lo que esta cifra podría incluso ser superior.

¿Qué es la ERC?

Debemos recordar que los riñones se encargan de filtrar la sangre eliminando las toxinas y productos metabólicos de deshecho. Además, participan en el equilibrio ácido-base y electrolítico, en el control del líquido extracelular y producen hormonas como la eritropoyetina o el calcitriol.

Concretamente, a lo largo de este post nos centramos en la ERC que, a grandes rasgos, consiste en un deterioro progresivo e irreversible de la función renal. Por lo que, una definición más concisa  sería la presencia de una alteración estructural o función renal con o sin deterioro de 3 meses o un filtrado glomerular (FG) <60 ml/min/1,73m2. Además, se consideran marcadores de daño renal la detección de proteinuria elevada, o alteraciones en el sedimento urinario, electrolíticas, histológicas o estructurales.

La ERC es la consecuencia de un gran número de patologías que dañan al riñón y a menudo son varias las causas que afectan a este órgano potenciando el daño renal. Entre las más frecuentes están las enfermedades sistémicas (lupus, vasculitits, mieloma, etc.), infecciones urinarias de repetición, nefropatía diabética, congénitas, hereditarias e intersticiales, obstrucción del tracto urinario de forma prolongada, así como enfermedad glomerular, vascular arteriosclerótica, nefroangiosclerosis y nefropatía isquémica.

Generalmente, a lo largo de las fases iniciales las personas no experimentan síntomas. Por lo que cuando se perciben síntomas como pérdida de apetito, náuseas, piel seca y con picor, cambio de peso corporal, así como edema en pies y tobillos, pueden indicar que la función renal es baja y está muy deteriorada.

Para un diagnóstico y estadiaje adecuado, es necesario realizar una estimación del filtrado glomerular. La gravedad de la ERC está clasificada en 5 categorías o estadíos que hacen referencia a la filtración glomerular (FG), mientras que la albuminuria, en 3.

Así pues, la presencia de altas concentraciones de proteínas o albúmina en orina, de forma persistente, puede indicar tanto una lesión renal como un daño sistémico. Esto se debe a que la proteinuria es un factor pronóstico modificable potente a la hora de determinar la progresión de la ERC.

A diferencia de la determinación de albuminuria, en la proteinuria además de la albúmina también se cuantifican otras proteínas (de bajo peso molecular, de origen tubular o cadenas ligeras de inmunoglobulinas).

Medicamentos nefrotóxicos - Prevención de los efectos nefrotóxicos

Debido a que muchos de los efectos nefrotóxicos son prevenibles y pueden estar relacionados con la toma de ciertos medicamentos, se debe informar al paciente sobre estos. Este es posiblemente uno de los puntos clave que desde la farmacia comunitaria no se tiene en cuenta.

En este caso, ¿cuáles son los medicamentos que pueden producir un efecto nefrotóxico? ¿y sus mecanismos? Existe un gran número de fármacos que pueden afectar a la función renal pertenecientes a los siguientes grupos:

  • Analgésicos / antiinflamatorios no esteroides (AINES)
  • Del sistema nervioso (litio, fenitoína, fluoxetina, etc.)
  • Antiinfecciosos (aciclovir, foscarnet, quinolonas, betalactámicos, etc.)
  • Agentes cardiovasculares (IECA, ARA II, estatinas, etc.)
  • Antineoplásicos (ciclosporina, tacrolimus, etc.)
  • Diuréticos (tiazídicos, del asa y triamtereno)
  • Antiulcerosos (omeprazol, pantoprazol, ranitidina y lasoprazol)
  • Bisfosfonatos (ác. Zoledrónico y ác pamidrónico)
  • Otros (quinina, alopurinol, etc.)

Todos ellos comparten uno o varios mecanismos de acción: alteración de la hemodinámia glomerular, producen toxicidad en las células tubulares, desarrollan procesos inflamatorios, rabdomiólisis, microangiopatías trombóticas o nefropatía cristalina (precipitación de cristales en el que se obstruye el flujo de orina). Debido al gran número de fármacos implicados, es importante hacer una revisión especialmente cuando el paciente presenta un factor de riesgo.

Recomendaciones por parte del farmacéutico

Además de detectar e informar a los pacientes sobre los medicamentos nefrotóxicos, el farmacéutico comunitario, al estar tan próximo al paciente, puede aconsejar las medidas de prevención más adecuada para prevenir o retrasar la progresión de la ERC. Estas recomendaciones son las siguientes:

  1. Hacer hincapié en los factores de riesgo. A pesar de que cualquier persona puede desarrollar la enfermedad, es más probable cuando los presenta. Los factores de riesgo como la edad (>60 años), raza (afroamericana), sexo (masculino), nacimiento con bajo peso y privación sociocultural no se pueden modificar. Sin embargo, existen otros que sí como son la presión arterial alta, las dislipemias, la hiperuricemia, el tabaquismo y la diabetes mellitus mal controlada. Esta última, es una causa más común de enfermedad renal, en el que los valores altos de glucosa pueden dañar los glomérulos (filtros de los riñones). Por lo que, los riñones filtran mayores cantidades de albúmina, desechándola en la orina, especialmente cuando esta no está controlada.
  2. Resaltar la importancia de realizar controles periódicamente. Debido a que esta enfermedad no desarrolla síntomas, una forma de verificar que los riñones funcionan correctamente es a través de un análisis de sangre, un examen de orina o la presión arterial. Además, los pacientes diabéticos deberán controlar los valores de glucosa en sangre.
  3. Nutricionales. A pesar de que la nutrición debe ser individualizada, personalizada y equilibrada existen ciertas restricciones a tener en cuenta. Dieta baja en sodio, debido a que puede provocar edemas, aumentar la sed o producir hipertensión condiciones que pueden agravar la enfermedad. Por lo que se recomienda utilizar especias como sustituto.
  4. El potasio, puede resultar peligroso por lo que el número de raciones diarias de verdura y fruta queda disminuido. Se proponen técnicas culinarias como remojo de 24h o una doble cocción para reducir las cantidades. Además, el fosforo también puede ser limitante, por lo que se debe limitar el consumo de leche, sus derivados y otros alimentos de origen animal como carne, huevos y pescado, así como quelantes para reducir estos niveles.
  5. Evitar hábitos tóxicos como el tabaco y alcohol. Para ello, puedes consultar con tu boticario para seguir un programa de deshabituación tabáquica.
  6. Realizar ejercicio físico entre 30 y 60 minutos de 4 a 7 días semanales -para mantener un peso saludable- que, en caso de obesidad o sobrepeso, es recomendable aumentar el tiempo.
  7. Ingerir suficientes líquidos de aproximadamente 2,5-3,5L, de forma individualizada.
  8. Tomar la medicación prescrita según las pautas indicadas.

 

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