FUENTE: Diario Médico
Una alta concentración de betaína en la leche materna mejora la salud metabólica a largo plazo en los recién nacidos, probablemente porque favorece el desarrollo de cierto tipo de bacterias en la microbiota intestinal. Así se ha observado en un total de 143 parejas de madres e hijos, y se ha corroborado en experimentos con animales.
De estos análisis se colige también que suplementar la lactancia materna con este metabolito podría contribuir en la prevención de la obesidad infantil.
Son las conclusiones expuestas en un estudio que aparece en el último número de Science Translational Medicine, un grupo de investigadores, coordinado por Carles Lerín, que dirige el grupo "Enfermedades metabólicas de origen pediátrico" del Institut de Recerca Sant Joan de Déu, en Barcelona.
Los niños que crecen inusualmente rápido durante los primeros meses de la infancia tienen un mayor riesgo de obesidad y otras enfermedades metabólicas en el futuro. La causa no se ha llegado a establecer, pero los investigadores sospechan de la participación de ciertos metabolitos (como la colina y el ácido fólico), que se encuentran en la leche materna y afectan el crecimiento infantil.
“Las etapas más tempranas del desarrollo, durante la gestación y los primeros meses de vida, determinan en gran parte el riesgo de obesidad en la edad adulta. Es una ventana de oportunidad para realizar intervenciones que puedan mejorar la salud en el futuro”, expone Lerín sobre las motivaciones de estas líneas de investigación.
Los autores de este trabajo multicéntrico, en el que también participan investigadores del CIBER de Obesidad y Nutrición (CiberOBN), analizaron muestras de leche materna de dos grupos poblacionales diferentes: en Estados Unidos (34 parejas de madres e hijos) y en la Comunidad Valenciana (109), gracias a la participación del grupo de investigación del IATA-CSIC que dirige María Carmen Collado.
En ambas cohortes de parejas de madres e hijos, identificaron que una menor concentración de betaína en la leche materna se asociaba a un crecimiento más rápido durante los primeros meses de vida, un factor de riesgo para el desarrollo de obesidad. En cambio, mayores cantidades del nutriente se vinculaban a tasas de crecimiento más bajo.
Además, en la cohorte valenciana, de la que se disponía de más datos longitudinales, “vimos que al menos hasta un año de vida se mantiene la asociación de los niveles de betaína y la leche materna al principio de la lactancia”, comenta a DM Lerín.
También observaron en ratones hembra, que agregar betaína mejoraba el metabolismo del azúcar en sangre y reducía el tejido graso en las crías que amamantaban. Esta suplementación también tenía efectos a largo plazo, ya que las crías presentaban una reducción de su adiposidad y de marcadores de inflamación, así como una mejora en el metabolismo de la glucosa durante la edad adulta.
Cereales integrales y espinacas
La betaína es un metabolito que puede actuar como protector celular contra el estrés osmótico o como donador de grupos metilo. En trabajos previos, se han asociado sus niveles reducidos en sangre de personas adultas con la obesidad y los problemas metabólicos.
Este nutriente, que se encuentra de forma natural en la leche materna, está presente en alimentos como la quinoa, los cereales integrales, las espinacas y la remolacha. ¿Sería posible conseguir niveles equiparables a los de la suplementación con una ingesta elevada de este tipo de alimentos? “Es probable. No tenemos estudios que nos permitan afirmarlo con rotundidad, si bien hay trabajos sobre suplementos (colina) que inciden en los niveles de betaína que así lo sugieren, y por ello, pensamos que la dieta sí determina de alguna forma la concentración del nutriente en la leche materna, aunque no tenemos datos fehacientes” , apunta Lerín.
El investigador destaca que tienen en marcha un estudio clínico piloto para determinar los efectos de suplementar la dieta materna con betaína durante la lactancia tanto en la curva de crecimiento de los bebés como en su microbiota intestinal. También tienen en mente, aunque se necesitará más tiempo para llevarlo a cabo, estudiar la suplementación de betaína en la leche artificial. “Nos lo estamos planteando, pero de momento todo lo que hemos investigado se basa en administrar la betaína a la madre”.
Mecanismo a través de la microbiota intestinal
La razón por la cual la betaína ejercería ese efecto beneficioso se encuentra, a juicio de estos investigadores, en la microbiota intestinal. Tanto en las crías de ratones como en los bebés humanos, comprobaron que cuando recibían leche materna rica en betaína, tenían cantidades más altas de la bacteria Akkermansia en la flora intestinal.
“Sabemos por otros estudios del efecto beneficios de la presencia de Akkermansia en las primeras semanas de vida sobre la salud a largo plazo”, apunta Lerín. “Además, en un trabajo reciente se ha visto en ratones adultos que la betaína incrementa la presencia de Akkermansia”.
Silvia Ribó, primera co-firmante del estudio e investigadora del Institut de Recerca Sant Joan de Déu, señala al respecto que “observamos también que si administrábamos Akkermansia directamente a las crías de ratón durante la lactancia, los efectos beneficiosos que obteníamos a largo plazo en la obesidad y la salud eran similares a suplementar la dieta materna con betaína”.
Y esos resultados observados en modelos animales, se confirmaron con muestras de los grupos poblacionales estudiados. “La abundancia intestinal de Akkermansia muciniphila en niños y niñas de un año de vida estaban directamente relacionados con el contenido de betaína de la leche de sus madres”, añade Collado.