FUENTE: 20 Minutos
Desde hace unos años se habla mucho del tema de la resistencia a los antibióticos, un problema que ya causa 700 mil muertes al año en el mundo, 33 mil en Europa, y tres mil de ellas en España. Y el número seguirá aumentando, pues la OMS asegura que en el año 2050 las muertes causadas por superbacterias serán incluso superiores a las que produce el cáncer.
Científicos de todo el mundo ya están manos a la obra buscando maneras de luchar contra esta superbacterias, y uno de ellos es Aída Alonso del Valle, investigadora predoctoral del Plasmid Biology and Evolution Lab del CNB-CSIC, donde estudia la biología y evolución de la resistencia a antibióticos para buscar nuevos tratamientos.
Qué entendemos por ‘superbacterias’ y cómo se originan
Las superbacterias, aunque el término suene novedoso, son bacterias que siempre han estado con nosotros, están en la comunidad, pero que tienen una peculiaridad, y es que son capaces de sobrevivir a los antibióticos, “son aquellas bacterias que son resistentes a una gran variedad de antibióticos de uso habitual, son multirresistentes”. Estas bacterias no tienen por qué ser malas, pues, al igual que ocurre con las bacterias en general, están por todas partes y “algunas son patógenas, pero la mayoría son inocuas e incluso beneficiosas para nosotros, pues nos permiten, entre otras muchas cosas, digerir alimentos, asimilar nutrientes y mantener entrenado a nuestro sistema inmune”, aclara Aída Alonso del Valle.
La gran variedad de bacterias que existen se debe en gran medida a que tienen dos tipos de material genético: “el cromosoma, que contiene su identidad, la información básica para sus funciones vitales y se transmite solo de madres a hijas; y los plásmidos, que son unidades genéticas que contienen genes accesorios y que se transmiten de unas bacterias a otras cercanas”. Y así es como surgen las superbacterias, “a través de mutaciones azarosas en su cromosoma o por la adquisición de plásmidos con genes de resistencia a los antibióticos. En la mayoría de los casos, estas bacterias multirresistentes no son patógenas, simplemente están ahí en nuestro intestino o en nuestra piel. El problema llega cuando estas resistencias se transmiten o se adquieren por bacterias que sí son malas, cuando estamos inmunocomprometidos e incluso cuando tenemos una infección por bacterias que no deberían estar ahí. Por ejemplo, bacterias de la piel que entran en la sangre, o bacterias del intestino que entran en el tracto urinario”, explica Aída.
¿Y qué tienen que ver el uso -o mal uso- de los antibióticos en que estas superbacterias proliferen? Pues según Aída Alonso, mucho, pues “en un mundo sin antibióticos, las superbacterias morirían porque se reproducen peor que las bacterias normales. Sin embargo, cuando tratas con antibiótico a una población de bacterias en las que hay bacterias con y sin resistencias ¿Quién va a sobrevivir? Pues las que tienen resistencia a antibióticos. A ese fenómeno le llamamos, seleccionar una resistencia. Además, estas bacterias van acumulando mutaciones y plásmidos hasta convertirse en las temibles superbacterias. Podríamos decir que cada vez hay más y que son más resistentes”.
Aunque este fenómeno no ocurre solo porque abusemos de los antibióticos, sino que es un proceso global “que ocurre también en la ganadería intensiva, donde es necesario el uso de grandes cantidades de antibióticos”. Por supuesto, los antibióticos son necesarios y han salvado y siguen salvando millones de vida cada año, “no podemos dejar de usarlos, lo que hay que hacer es usarlos bien y no abusar de ellos”.
Dónde están las bacterias multirresistentes
Al igual que el resto de bacterias, las bacterias multirresistentes están en todas partes, están en la comunidad, y los científicos suelen localizarlas realizando muestreos, en superficies hospitalarias, pacientes, en el suelo e incluso en las plantas de tratamiento de aguas residuales, entre otros muchos lugares”. Los más habituales son “los entornos hospitalarios, como superficies, lavabos y por supuesto en los pacientes”. Por este motivo, la crisis del coronavirus también está contribuyendo a que estas bacterias proliferen. Y es que, entre las consecuencias de la pandemia, también se cuenta el incremento de resistencias a antibióticos. Masificación de hospitales, uso masivo de antibióticos… son el caldo de cultivo perfecto”, asegura.
Una vez localizadas estas superbacterias, para identificarlas, “se cultivan en el laboratorio usando distintos medios que nos permiten distinguirlas y clasificarlas. También se les hacen pruebas fenotípicas y, por supuesto, miramos su nivel de resistencia a antibióticos, de esta forma, podemos desenmascarar a las super resistentes”, cuenta Alonso del Valle.
Ya estamos en la era ‘postantibiótica’, pero que no cunda el pánico
“No me gustan las predicciones apocalípticas, pero en la ‘era postantibiótica’ estamos ya”, asegura tajante Aída Alonso. Pero precisamente porque ya estamos en esa era hay muchos científicos alrededor del mundo buscando soluciones. Para ello, lo primero es conocer al enemigo el que nos enfrentamos, “es necesario seguir estudiándolas, desentrañar sus mecanismos, entender cómo se transmiten, cómo afectan a las bacterias que las portan y de esa forma, ver cómo combatirlas. Se están realizando grandes avances, pero aún queda mucho por saber”.
Entre esos avances, uno que acaba de publicar y que ha llevado a cabo el grupo en el que trabaja Aída, basado en lo que se conoce como sensibilidad colateral. “Existen múltiples familias de antibióticos, que afectan a distintas partes de la fisiología de una bacteria. Nosotros trabajamos con un plásmido que aporta resistencia a antibióticos de una de estas familias, los β-lactámicos. La sensibilidad colateral es un fenómeno por el cual, la presencia de la resistencia a una familia de antibióticos afecta al nivel de resistencia a otras familias. Es decir, que ser resistente a un antibiótico hace que sean más sensibles a otro al que antes eran resistentes. Saber esto, nos permite aplicar un tratamiento que combina ciclos de distintos antibióticos y acabar con estas bacterias”, explica. Además, se están produciendo otras investigaciones, como la de la combinación de varios tipos de antibióticos para “atacar a la bacteria por distintos flancos aprovechando sus debilidades. Combinando incluso, en ocasiones, terapia oral e intravenosa”, u otras, como “el desarrollo de nuevos fármacos, nuevas dianas terapéuticas, terapias con fagos, sistemas basados en plásmidos para eliminar selectivamente bacterias superresistentes…”.
Y es que, a pesar de que la situación es preocupante, siempre hay lugar para el optimismo, “hay mucha gente muy buena investigando y trabajando en luchar contra esta ‘amenaza fantasma’. Pero lo que hay que ser es realistas. Y prepararse es seguir trabajando, ser responsables e invertir en ciencia. Si algo nos ha demostrado esta terrible pandemia es la labor tan importante que realizan los científicos, y lo que se puede conseguir con una buena inversión”, asegura.
La población general también puede hacer muchas cosas fuera del laboratorio, como “hacer un consumo responsable de antibióticos, tomarnos antibiótico solo cuando un médico nos lo recete y, muy importante, que nos tomemos la pauta completa. Es un grave error dejar de tomar un antibiótico porque ya nos encontramos bien”.