FUENTE: La Razón
Un consumo elevado de productos animales, alimentos procesados, alcohol y azúcar está relacionado con un microbioma intestinal que favorece la inflamación, según un estudio publicado en la revista científica “Gut”. En cambio, una dieta rica en alimentos de origen vegetal está vinculada con un microbioma intestinal que tiene el efecto contrario, según los resultados, lo que lleva a los investigadores a sugerir que las modificaciones en la dieta pueden ayudar a aliviar la inflamación en el cuerpo.
La variedad y el volumen de bacterias en el intestino, conocido como microbioma, afecta directamente al equilibrio de las respuestas pro y antiinflamatorias en el intestino. Este ecosistema también afecta a la inmunidad sistémica y un desequilibrio está implicado en un número creciente de afecciones inflamatorias, que van desde la diabetes a la artritis, pasando por las enfermedades cardíacas y el lupus eritematoso sistémico, señalan los investigadores.
Pero aún no está claro si determinados alimentos y patrones dietéticos pueden afectar a la composición del microbioma intestinal y, por consiguiente, a las respuestas inflamatorias en el intestino. Para tratar de averiguarlo, los investigadores analizaron la interacción entre la dieta habitual, la microbiota intestinal y la inflamación intestinal en 1.425 personas con enfermedad intestinal inflamatoria (enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa; 331); síndrome del intestino irritable (223); o un intestino normal (871).
Cada persona proporcionó una muestra de heces para el análisis microbiano y rellenó un Cuestionario de Frecuencia Alimentaria (FFQ) para cuantificar la ingesta media diaria de nutrientes. Los alimentos específicos se agruparon en 25 grupos de alimentos medidos en gramos por día. El análisis de los datos reveló 38 asociaciones entre la ingesta alimentaria y determinados grupos de bacterias. Es más, 61 alimentos y nutrientes individuales se asociaron con 61 especies de bacterias y 249 procesos metabólicos en todos los participantes del estudio.
Los alimentos procesados y los derivados de animales se asociaron sistemáticamente con un mayor volumen relativo de especies bacterianas “oportunistas”, incluidas ciertas bacterias pertenecientes a Firmicutes y Ruminococcus sp, y con una actividad proinflamatoria. Los alimentos vegetales y el pescado, por el contrario, se asociaron con especies bacterianas “amistosas” implicadas en la actividad antiinflamatoria.
El consumo de frutos secos, pescado azul, frutas, verduras y cereales se relacionó con una mayor abundancia de bacterias, como Faecalibacterium sp, que producen ácidos grasos de cadena corta: estos ácidos ayudan a controlar la inflamación y a proteger la integridad de las células que recubren el intestino. Por su parte, el vino tinto también se asoció a una mayor abundancia de varias bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta. Pero la ingesta total de alcohol, las bebidas espirituosas y el azúcar se asociaron con especies y funciones microbianas amigables.
El consumo de café también se asoció a una mayor abundancia relativa de Oscillibacter sp, mientras que los productos lácteos fermentados, como el suero de leche y el yogur, se asociaron fuertemente a bacterias antiinflamatorias, como Bifidobacterium, Lactobacillus y Enterococcus sp.
Los grupos de alimentos de panes; legumbres, como lentejas, guisantes y garbanzos; pescado y frutos secos se asociaron sistemáticamente con una menor abundancia relativa de bacterias “oportunistas” y actividad proinflamatoria. Sin embargo, un grupo de comida rápida compuesto por carnes, patatas fritas, mayonesa y refrescos se asoció con un grupo de bacterias “poco amistosas” Clostridium bolteae, Coprobacillus y Lachnospiraceae en todos los participantes del estudio.
En ausencia de fibra, estas bacterias se dirigen a la capa de mucosa del intestino para alimentarse, lo que conduce a una erosión de la integridad del intestino, señalan los investigadores. Estos patrones se observaron en todos los grupos de participantes en el estudio, lo que sugiere solapamientos en la dieta y la señalización del microbioma intestinal entre las personas sanas y las que padecen la enfermedad inflamatoria intestinal o el síndrome del intestino irritable, sugieren los investigadores.