FUENTE: La Razón
La irrupción del cáncer en la vida de cualquier persona se convierte en un jarro de agua fría que deja helado al paciente y a su familia y, en muchas ocasiones, en shock. Más aún cuando ese tumor aparece en personas jóvenes y sin antecedentes, haciendo añicos los planes de futuro de quien lo padece. Es lo que ocurre con el cáncer de pulmón no microcítico, considerada la forma más frecuente de neoplasia pulmonar, ya que representa aproximadamente el 85% de los 1,8 millones de nuevos casos tumores respiratorios que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que se diagnostican cada año a nivel mundial.
Los datos que acompañan a este carcinoma, cuando aparece la traslocación en el gen de la ALK, resultan desoladores, ya que, aunque su incidencia es baja, tiene un gran impacto en la supervivencia y en la calidad de quienes lo sufren, siendo algo más frecuente en mujeres, en personas jóvenes con una media de edad de 52 años y en quienes no fuman o fuman poco. «Se trata de la primera causa de muerte por cáncer en nuestro país y se estima que un 60% de los afectados con este tipo de tumor acaba desarrollando metástasis cerebrales, una complicación que tiene un gran impacto sobre la calidad de vida y que reduce drásticamente la supervivencia, tal y como nos muestran las cifras del Registro de Tumores Torácicos del Grupo Español de Cáncer de Pulmón (GECP)», asegura el doctor Mariano Provencio, jefe del servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) y presidente del GECP.
Este Registro de Tumores se convierte en una herramienta muy reveladora, ya que muestra la variabilidad de subtipos de cáncer de pulmón que existen y, por tanto, la complejidad de su abordaje. «Gracias al mayor conocimiento que tenemos en la última década sabemos que no estamos tratando con una única enfermedad, sino que se trata de una auténtica constelación de ’'subenfermedades’' con alteraciones moleculares específicas», reconoce Provencio.
Dianas moleculares
Con ese negro horizonte como telón de fondo, la investigación en cáncer de pulmón no microcítico ALK+ se convierte, si cabe, en más determinante. «Necesitamos avanzar y explorar en la Medicina de Precisión para poder ofrecer a los pacientes dianas moleculares con terapias que nos permitan mejorar su calidad de vida y su supervivencia», advierte Provencio. Y lo cierto es que la tenacidad científica está dando sus frutos al dibujar un halo de esperanza para los afectados de la mano de un nuevo tratamiento impulsado por Takeda que ya está disponible en nuestro país para todos los pacientes y que ha demostrado muy buenos resultados, después de haber sido probado con pacientes de 13 centros hospitalarios del Sistema Nacional de Salud.
En concreto, «se trata de una terapia dirigida –inhibidor de la tirosina-quinasa (TKI) de segunda generación– diseñada para impedir el ALK y que se suma ya al amplio arsenal terapéutico disponible. La gran esperanza es que ha demostrado una potente actividad en primera línea en comparación con la quimioterapia, tanto en términos de eficacia sistémica como de eficacia cerebral cuando ya hay metástasis. De hecho, los pacientes tratados con ello vivieron más del doble de tiempo sin que la enfermedad progresara que aquellos que recibieron el tratamiento estándar», confirma la doctora Rosario García Campelo, jefa del Servicio de Oncología del Complejo Hospitalario Universitario A Coruña, quien sin embargo hace hincapié en la capacidad que tiene esta alternativa en frenar la enfermedad y alargar la supervivencia del paciente, pero sobre todo en mejorar su calidad de vida: «Uno de los elementos clave de los inhibidores ALK de segunda generación es su capacidad para aumentar el tiempo de vida del paciente libre de progresión, así como el bajo perfil de toxicidad, ya que es una terapia que se tolera bastante bien. Esto nos permite obtener un claro beneficio en términos de calidad de vida de estos pacientes, así como una buena adherencia, pues requiere una única toma diaria, lo que también permite mantener la rutina sin necesidad de depender del hospital para el tratamiento, algo clave cuando nos encontramos con afectados jóvenes en edad laboral».
Y aunque queda mucho por hacer, «el mensaje es de optimismo, de que estamos en el camino adecuado», afirma García Campelo, una idea que también reconoce Provencio, quien asegura que «resulta muy satisfactorio poder ayudar a los pacientes con nuevas terapias dirigidas». Y así lo ratifica Andrea Naves, directora Médica para la Unidad de Oncología de Takeda Iberia, quien confiesa que «estamos orgullosos de los resultados positivos de esta nueva alternativa en primera línea».
Las claves del gen ALK
Estudios genéticos indican que los reordenamientos cromosómicos en el gen de la quinasa del linfoma anaplásico (ALK) son factores patogénicos clave para un subgrupo de pacientes con cáncer de pulmón no microcítico, hasta el punto de que aproximadamente del 3% al 5% de los afectados con este carcinoma metastásico presenta una traslocación en el gen denominado de la ALK.