Llega la hora de comer y nuestra cabeza automáticamente piensa en los platos más jugosos y que más apetecen, mientras que nuestro cuerpo reacciona aumentando la cantidad de saliva. ¡Sí, se nos cae la baba solo de pensarlo! Sin embargo, no siempre es tan sencillo, y algunas situaciones -especialmente en casos de estrés relacionados con el trabajo o cuando se padece una enfermedad- pueden inducir a la disminución del apetito o al caso contrario: aumentarlo. Por tanto, debido a que una ingesta insuficiente de alimentos conduce a la desnutrición y una situación contraria en la que se da un incremento excesivo de alimentos induce al sobrepeso u obesidad, es preciso revertir este estado.
Actuación frente a situaciones de poco apetito
La hiporexia es la disminución parcial del apetito que, aunque puede darse en diferentes situaciones, está altamente relacionada con el envejecimiento. Además, se tiende a confundir con la definición de anorexia, en la que, a diferencia de la primera, la personas experimentan una ausencia total del apetito. No obstante, en el caso de los niños que también pueden presentar trastornos no debe confundirse la falta de apetito con el “fallo de medro”, es decir, la incapacidad de seguir una velocidad de crecimiento normal tanto en talla como en peso en menores de 3 años.
Cuando se da una pérdida de apetito, esto consecuentemente provoca una reducción del peso, cansancio y desnutrición; además puede ser un signo de una enfermedad no tratada, ya que podría relacionarse con problemas psicológicos (estrés o depresión).
Antes estas situaciones, os recomendamos los siguientes #consejosMICOF:
Además, también podemos hacerse uso de los orexígenos. La palabra, aunque suena algo compleja, simplemente hace referencia a los estimulantes del apetito, es decir, a sustancias que están naturalmente en nuestro cerebro (hipotálamo) y que actúan regulando el control de la sensación de hambre; o también pueden administrarse fármacos con el objetivo de aumentar el apetito.
Por supuesto, estos medicamentos los recomendará el facultativo y siempre en caso de enfermedades crónicas o situaciones que lo requieran, ya que se debe priorizar modificar los hábitos y conductas alimentarias incorrectas. Entre los medicamentos que pueden desarrollar el aumento de sensación de hambre como efecto secundario son los siguientes:
Actuación ante un incremento del apetito
El sobrepeso y la obesidad son la acumulación anormal o excesiva de grasa que supone un riesgo para la salud al ser un factor de riesgo para enfermedades como la diabetes, infertilidad, apnea del sueño, enfermedades cardiovasculares, el cáncer, etc. Mientras que en edades más tempranas (niños y adolescentes) puede resultar difícil determinar la forma de medir el sobrepeso y la obesidad debido a los cambios fisiológicos que sufren diariamente, en el caso de los adultos se utiliza el parámetro del índice de masa corporal (IMC). El IMC es el peso en kilogramos dividido por el cuadrado de la altura en metros (kg/m2) y que, una vez superado un IMC de 25, ya se considera que se ha superado un peso saludable.
Así pues, una vez se alcanza un IMC superior al saludable, uno se pregunta cómo ha llegado a este punto. Generalmente, se debe a una falta de actividad física, genética, a un estilo de vida sedentario, algunas enfermedades y medicamentos, así como a una alimentación inadecuada -exceso de alimentos procesados en los que abunda la cantidad de grasa y el consumo de refrescos y bebidas alcohólicas-. En este sentido, conviene revertir estos hábitos de vida para mantenerse sano y evitar todas aquellas situaciones que puedan conducirnos a un aumento de nuestro peso.
Por supuesto, ahora que se acerca el verano y aparecen los “productos milagro” que se anuncian en diferentes plataformas para que prodigiosamente nos revierta y elimine nuestros problemas en cuestión de días, debemos estar alerta, tener precaución y nunca confundirlos con aquellos productos que actualmente están autorizados para la prevención o tratamiento de sobrepeso y obesidad. Como hemos mencionado antes, es necesario reconducir nuestros hábitos hacia unos más saludables, pero también existe la opción de utilizar productos como coadyuvantes, tales como las siguientes plantas medicinales:
A pesar de que las plantas medicinales son efectivas y seguras, es recomendable consultar con tu farmacéutico para evitar cualquier tipo de contraindicación, ya sea por la medicación con la que estamos en tratamiento como con alimentos y otras situaciones que se puedan dar. Por ello, no olvides resolver tus dudas en tu farmacia habitual, tu farmacéutico está para ayudarte en tus problemas de salud.