FUENTE: La Vanguardia
Poder conversar en decenas de idiomas ¡y sin hablar más que uno! Probablemente ese haya sido durante siglos el sueño de muchos viajeros, en especial de aquellos con poca facilidad para aprender nuevas lenguas. Y ahora esa destreza está al alcance de todos mediante sistemas de reconocimiento de voz y traducción basados en inteligencia artificial.
Para muestra un botón: el Traductor Vasco M3, un dispositivo tecnológico de bolsillo, permite entenderse en más de 70 idiomas diferentes con una agilidad de respuesta de medio segundo en las traducciones, según explican sus desarrolladores.
El de los traductores automáticos es sólo un ejemplo de cómo esa inteligencia artificial de la que llevamos ya tiempo oyendo futuribles comienza a plasmarse en utilidades que aumentan las capacidades humanas, en este caso la del habla.
Hay muchos otros. Como Oticon More, un audífono con una red neuronal profunda que emula la forma en la que funciona el cerebro a la hora de procesar los sonidos que recibe y permite a su usuario oír todos los sonidos relevantes, mejorando su capacidad auditiva y atencional.
Hace unos días se conocía una nueva inteligencia artificial de Facebook que, con solo leer una palabra, aprende cómo es una tipografía y es capaz de imitar la letra de esa persona y de redactar cualquier texto con ella. Útil para ampliar la capacidad de escritura de cualquiera o, podría ser, para suplantar identidades,, que los desarrollos tecnológicos mejoran habilidades y potencialidades tanto para bien como para mal, según el uso que se haga de ellos.
A continuación se detallan otras cinco herramientas de inteligencia artificial cuya idoneidad para amplificar talentos o habilidades humanas ya ha sido constatada y que para el público en general pueden suponer un avance pero que, para determinados colectivos afectados por algún tipo de discapacidad o limitación, comportan una auténtica revolución y la superación de barreras impensables hasta hace poco tiempo.
La comunicación: Escribir con la mente
Redactar pensamientos. Plasmar lo que pasa por la mente en frases con sentido. Puede ser la fantasía de muchas personas y, sin duda, una gran solución para restaurar la capacidad de comunicarse en quienes tienen lesiones de la médula espinal o trastornos neurológicos como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Y un equipo de científicos de la Universidad de Standford lo ha hecho real mediante una interfaz cerebro-ordenador que, con solo pensar en escribir a mano una letra, la reproduce en la pantalla. En concreto, se trata de un sistema que funciona implantando unos electrodos para monitorizar la actividad eléctrica de aproximadamente 200 neuronas en la corteza motora del cerebro, la que controla el movimiento de la mano al escribir.
Aunque una persona ya no pueda mover sus extremidades porque tiene la médula espinal dañada, esa región del cerebro sigue siendo capaz de producir las mismas señales, y el dispositivo las capta, el algoritmo de aprendizaje automático instalado en el ordenador detecta a qué letra o símbolo corresponde y se muestran en la pantalla, configurando letra a letra palabras y frases.
El sistema se entrenó y probó con un hombre de 65 años afectado de tetraplejía, y se comprobó que podía redactar sus ideas (pensando en escribirlas a mano) a una velocidad de aproximadamente 90 caracteres por minuto, que es más o menos la misma velocidad a la que alguien de esa edad redacta un mensaje de texto en el móvil, según los científicos. Ello supone un gran avance respecto a las interfaces en las que se requiere mover el cursor en la pantalla para elegir letra a letra hasta crear la frase, donde la velocidad máxima que se consigue es de 40 caracteres por minuto.
Además, dicen sus desarrolladores, al estar basado en las señales neuronales de la escritura a mano se puede reproducir cualquier letra y, por tanto, escribir cualquier palabra, disfrutando de un vocabulario totalmente abierto y no de un número predeterminado de términos.
Los logros conseguidos por los investigadores de Stanford se publicaron recientemente en la revista Nature.
La vista: Zapatos que ven
Tec-Innovation, una compañía austriaca, presentó hace unas semanas un zapato inteligente, capaz de ver los obstáculos que pueda haber en el camino con una anticipación de hasta cuatro metros y así guiar a su usuario por otra ruta más idónea, algo que puede resultar especialmente útil para millones de personas con discapacidades visuales.
El zapato, denominado InnoMake, está equipado con sensores de ultrasonido que avisan al usuario de los obstáculos (escalones, aceras, bocas de riego, personas, etcétera) con señales de advertencia acústicas y visuales, así como con una vibración. Y se combina con una cámara y algoritmos de procesamiento de imágenes, apoyados por sistemas de aprendizaje profundo entre otras cosas, y se prevé que en el futuro distinga no sólo que hay un obstáculo sino de qué obstáculo se trata, si es algo superable o insuperable para ese usuario.
Los creadores de estos zapatos inteligentes –que trabajan en colaboración con el Instituto de Visión Artificial y Visualización de la Universidad Técnica de Graz– explican que, gracias al reconocimiento de objetos, es posible ir más allá de la mera función de aviso y guiar activamente al usuario hacia, por ejemplo, un paso de cebra, una papelera o unos escalones. Y la idea es poder adaptar la herramienta tecnológica a las necesidades cotidianas de cada usuario.
El sistema, ubicado en la puntera del zapato, es resistente al agua y al polvo y, explican desde Tec-Innovation, “se puede activar en modo inteligente para que se detenga automáticamente cuando la persona se sienta, además de poderse utilizar a modo de escáner para recopilar información sobre el entorno en cada paso”.
El objetivo de los ideólogos de estos zapatos con inteligencia artificial es que se conviertan en una alternativa moderna y tecnológica al bastón de rastreo que utilizan muchas personas invidentes o con discapacidad visual para desplazarse, con la ventaja de que les dejan las dos manos libres.
El habla: Clonar la voz
Personalizar productos sonoros: audiolibros para niños con la voz de los abuelos; saludos o recordatorios de actividades diarias con nuestra voz para un familiar anciano, clases impartidas con la voz de famosos... Esas y otras muchas aplicaciones, personales o comerciales, es lo que permite la tecnología de clonación de voz de la empresa Aflorithmic. Explican que bastan 30 segundos de la voz de alguien para luego transformar cualquier texto en un mensaje “hablado” por esa persona. Eso permite grabar infinitos mensajes personalizados con la voz elegida sin que la persona tenga que grabarlos cada vez.
“Estamos utilizando tecnología de texto a voz impulsada por inteligencia artificial para convertir cualquier texto escrito en contenido de audio. Además, se puede elegir la voz, el acento, la música de fondo y los parámetros de personalización para interactuar mejor con la audiencia” o el destinatario, explican desde Aflorithmic Labs. El primer paso es que alguien grabe unas frases para permitir que la tecnología la clone. Luego, basta con introducir el texto para obtener los audios y poder distribuirlos por diversos canales. “Nuestra tecnología puede ayudarlo a dirigirse a miles de usuarios individualmente sin ningún estudio de sonido ni locutores”, explican los desarrolladores en su web, que tienen más de 30 voces en stock para utilizarse, por ejemplo, en asistentes virtuales. Trabajan con mensajes en alemán, inglés y castellano.
En audios de larga duración aún se nota que la voz es artificial, admiten, pero dicen que el campo de la voz artificial se está desarrollando tan rápido que pronto será difícil distinguir si quien nos habla es una persona real o no, lo que plantea dilemas éticos sobre este tipo de inteligencia artificial. En Aflorithmic aseguran que para evitar usos indebidos sólo permiten acceder a su tecnología a empresas “de manera que podamos controlar cómo y para qué propósito se usa”. Añaden que el cliente que los contrata también debe acreditar que tiene los derechos sobre la voz clonada, como ocurre con los derechos de imagen cuando se hace una sesión fotográfica.
El olfato: 'Oler' el cáncer
La inteligencia artificial también se está revelando muy útil para complementar el “olfato” humano. Investigadores de la Universidad de Pensilvania han desarrollado una e-nose o nariz electrónica que puede detectar signos de cáncer en muestras de plasma sanguíneo, con una precisión de más del 90% en las pruebas realizadas.
No es la primera vez que se recurre a herramientas de inteligencia artificial y aprendizaje automático para “oler” los vapores que emanan las células cancerígenas, aunque la mayoría de las narices electrónicas usadas hasta ahora funcionaban “olfateando” el aliento para identificar el cáncer de pulmón.
En el caso de la “nariz” creada en la Penn Med, usa inteligencia artificial y sistemas de aprendizaje automático para descifrar la mezcla de compuestos orgánicos volátiles que emiten las células en el plasma sanguíneo, y que son diferentes por ejemplo en personas con cáncer de ovario que en quienes tienen tumores benignos.
Entre 93 pacientes –20 con cáncer de ovario, 20 con tumores de ovario benignos y 20 personas de control de la misma edad y sin cáncer, así como 13 con cáncer de páncreas, 10 con enfermedad pancreática benigna y 10 más de control–, los sensores discriminaron los compuestos orgánicos volátiles del cáncer de ovario con un 95% de precisión y los del cáncer de páncreas en un 90% de los casos. Y entre los casos detectados figuraban ocho pacientes que tenían cánceres en etapa temprana, lo que sugiere la utilidad de esta nariz artificial como herramienta de diagnóstico precoz.
También Judit Giró, una ingeniera biomédica barcelonesa, ha inventado otra nariz electrónica, denominada The Blue Box, que en este caso “huele” los biomarcadores del cáncer de mama en la orina”. Los sensores del dispositivo, una vez se deposita en él la muestra de orina, lanzan una señal, vía bluetooth, a una app que, gracias a la inteligencia artificial, clasifica la información y avisa si se está ante un caso de cáncer, tal y como explica la propia Giró en uno de los podcast del programa Deep Talks, de BBVA.
El tacto: La 'piel' que lee datos
Una camisa, un jersey... o cualquier otra segunda “piel” capaz de detectar, almacenar y leer información del entorno o de nuestro cuerpo en ella, e interpretarla. Eso es lo que permite la primera fibra textil digital que ha desarrollado el científico del MIT, Yoel Fink, que lleva más de una década investigando en tejidos inteligentes: desde telas que detectan el sonido hasta las que generan energía gracias al movimiento.
Ahora, el equipo de Fink ha logrado un avance significativo logrando que las fibras textiles transporten información digital. Ha creado una fibra de decenas de metros de largo, con cientos de chips digitales intercalados y una conexión eléctrica continua que es lo suficientemente delgada como para pasar a través del ojo de una aguja normal y se puede coser discretamente en telas o tejidos de lana y que sobrevive al menos 10 ciclos de lavado sin romperse.
Los científicos del MIT demostraron la funcionalidad de su fibra digital escribiendo, almacenando y leyendo información en ella, incluido un archivo con una película corta a todo color y un archivo de música de 0,48 megabytes, los cuales podrían almacenarse durante dos meses sin energía. También incorporaron una red neuronal compuesta por 1.650 conexiones que aporta inteligencia artificial a la mezcla.
Para probar el funcionamiento de esta, cosieron la fibra inteligente en la axila de una camisa, donde recopiló 270 minutos de datos de temperatura corporal del usuario. Y, mediante la inteligencia artificial, el sistema fue capaz de “comprender” la relación entre los datos de sudor y las diferentes actividades físicas realizadas por el usuario y, con algo de entrenamiento, pudo determinar en qué actividad estaba participando en ese momento con un 96% de precisión.
Sus desarrolladores explican que estas telas digitales podrían usarse en el futuro para monitorizar la salud mediante la recopilación de datos sobre el organismo y la detección de los primeros signos de enfermedad, como latidos cardíacos irregulares o deterioro respiratorio.