Fuente: Las Provincias
Nuestra altura varía a lo largo de nuestra vida, obvio... Y también a lo largo del día. ¿Lo sabía? ¡Nada menos que entre 1 y 2,5 centímetros de diferencia! Es probable que no se haya dado cuenta –salvo que alguna vez se haya medido a primera hora de la mañana y al acabar la jornada–, pero este hecho tiene explicación científica y el secreto está en nuestra columna vertebral.
Para entenderlo hay que adentrarse un poco en la anatomía humana. La columna tiene 24 huesos, llamados vértebras, y entre cada una de ellas hay una especie de almohadillas, los discos intervertebrales, que actúan como sistema de amortiguación natural del cuerpo. Estos discos, a su vez, tienen dos partes, un anillo externo, compuesto por cartílago y colágeno, y un núcleo pulposo, que básicamente está formado por agua.
Lo que explica que seamos más 'altos' por la mañana es que «la presión ejercida por la gravedad a lo largo del día hace que el agua contenida en el núcleo de los discos intervertebrales se vaya perdiendo, lo que reduce su grosor y, con ello, nuestra estatura», explica Carlos Bastida, responsable del Grupo de Aparato Locomotor de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). «Por la noche, en cambio, desaparece esa presión, al estar tumbados en la cama, lo que permite que el núcleo pulposo se vuelva a llenar de agua y recupere su grosor. Por eso nos despertamos siendo un poco más altos».
A medida que envejecemos, sin embargo, esta variación entre la estatura matinal y nocturna se nota cada vez menos. Sin embargo, sí notamos que 'encogemos'. «Las personas perdemos entre medio y un centímetro de altura cada década a partir de los 40 o los 50 años, aproximadamente. Pérdida que aumenta a lo largo de los años y que es mayor en las mujeres», revela Bastida, remitiéndose a los estudios que demuestran este hecho. Porque investigaciones hay muchas, aunque algunas difieren un poco en los centímetros que mermamos. «El 'Baltimore Longitudinal Study of Aging' calcula que la pérdida de altura en las mujeres es de unos cinco centímetros entre los 30 y los 70 años, y de más de seis a partir de los 80. Los hombres, en cambio, pierden poco más de 1,5 centímetros a los 70 años, y unos cinco a partir a los 80. Todo ello en términos generales, pues también puede ocurrir que una persona solo pierda alrededor de un centímetro en una década o que solo pierda altura a partir de los 60 o los 70 años», destaca el especialista.
¿Cuál es la causa de este encogimiento?
Bastida: Nuestro esqueleto, desde que nacemos hasta aproximadamente los 30 años, va ganando densidad ósea. Entre los 30 y los 40 años, esta se mantiene, pero después comienza a disminuir –mucho más rápido en las mujeres a partir de la menopausia–. A los 70 años, esta pérdida se iguala en hombres y mujeres y sigue disminuyendo a la par, lo que se conoce como osteopenia
Además, ahonda el especialista, «con la edad, los discos intervertebrales se deshidratan y se comprimen, la columna se encorva, provocando una curvatura exagerada hacia delante de la espalda (cifosis), la musculatura se atrofia y los huesos y articulaciones se desgastan, todo lo cual contribuye a mermar la altura».
Estatura y hambre
A ello se suman las fracturas vertebrales, más comunes en la vejez, pues la pérdida de densidad ósea, cuando es acusada, puede provocar osteoporosis, una enfermedad que debilita los huesos, haciéndolos frágiles y más propensos a romperse. Así, en el caso de producirse fracturas vertebrales, nuestra altura también se verá disminuida.
Estas cuestiones explican la evolución natural de la estatura a lo largo de la vida pero, ¿qué determina que alguien sea muy alto, muy bajo o tenga una estatura media? En su mayoría, la genética, que es responsable al 80% de los centímetros que vamos a crecer. El 20% restante depende de factores ambientales, como la nutrición o el nivel socioeconómico, entre otros.
EL DATO. 27,4% de los niños y niñas en nuestro país viven en situación de pobreza y, por tanto, sufren desnutrición, según un informe de Unicef. El déficit de nutrientes en la etapa de crecimiento es un factor clave en una estatura más baja.
De hecho, en España, entre 1937 y 1947 (durante la Guerra Civil y la posguerra), la estatura media de los españoles descendió entre un centímetro y un centímetro y medio, una merma atribuida a la desnutrición general de la población, que se vio sumida en la pobreza como consecuencia de la contienda. Las diferencias en la altura, además, fueron más acusadas entre las regiones más ricas y las más pobres del país. Así, en ese tiempo, los catalanes, vascos y baleares medían hasta cuatro centímetros más de media que los andaluces, los murcianos, los manchegos y los gallegos, según los datos recogidos de los archivos municipales en el marco de un macroestudio coordinado por la Universidad de Murcia.
De los 'bajitos' de Europa
Tras la recuperación económica, la altura de los españoles ganó centímetros. De ahí que nuestro país registrase el mayor incremento de altura de toda Europa en la segunda mitad del siglo XX.
Los datos más recientes que se manejan sobre este aspecto son los de un estudio sobre la altura media de hombres y mujeres de entre 18 y 25 años publicado en la revista 'The Lancet' en 2020, que fija en 1,76 metros la estatura media de ellos y en 1,62 la de ellas. Estos datos nos sitúan en la franja baja del ranking de países con una población más alta, encabezado por Holanda, Dinamarca e Islandia, con una altura media de 1,82 metros los hombres y de 1,68 centímetros las mujeres, según la OCDE.
Todas estas investigaciones han permitido comprobar que la estatura es un factor clave para medir el bienestar de una sociedad. Por ello, Bastida señala la importancia de «seguir una dieta equilibrada desde la infancia y la adolescencia, así como realizar ejercicio físico y desterrar los malos hábitos (tabaco, alcohol, sedentarismo…), también en la edad adulta».
Los más altos - El gigantismo
Además de con el bienestar, la estatura también se relaciona con dos trastornos poco frecuentes. Uno de ellos es el gigantismo, que «consiste en un crecimiento anormal, por un exceso de hormona del crecimiento en la niñez, antes del cierre de los cartílagos de crecimiento, que están situados en los extremos de los huesos», explica el doctor Carlos Bastida.
La causa, dice, suele ser un tumor benigno que segrega mucha hormona del crecimiento. Cuando esto ocurre en la edad adulta, se denomina acromegalia. Los síntomas más comunes son: tener las manos y los pies más grandes, unos rasgos faciales exagerados (gran mandíbula, nariz prominente), la piel áspera y más gruesa y una sudoración excesiva y maloliente.
«Estas personas tienen más probabilidades de desarrollar hipertensión arterial, diabetes, apnea del sueño, cefaleas, pérdida de visión y otros tumores, lo que disminuye su esperanza de vida», dice el especialista. Y da un dato: «En España, se estima que puede haber entre 1.200-2.000 pacientes diagnosticados».
Los más majos -El enanismo
El enanismo, por su parte, es consecuencia de una serie de enfermedades hereditarias, poco frecuentes, que afectan al tejido conjuntivo, al hueso y al cartílago, lo que causa un desarrollo anómalo y defectuoso del esqueleto. Estas patologías se llaman osteocondrodisplasias.
«El tipo de enanismo más común es el acortamiento de las extremidades. Se llama acondroplasia y causa el arqueamiento de las piernas, una prominencia de la frente, deformación de la nariz y déficit del movimiento de las articulaciones. La estatura máxima de los adultos no llega al metro y medio (unos 147 centímetros). Además, existe una forma letal de enanismo, caracterizada por grandes deformidades torácicas, que provoca insuficiencia respiratoria y, como consecuencia, la muerte», señala Bastida.