Fuente: La Razón
Dolor, deformidad, imposibilidad de realizar determinados movimientos... La aparición de artritis reumatoide en una persona desequilibra la balanza de la calidad de vida de quien la padece. La razón reside en que se trata de «una enfermedad crónica, de naturaleza autoinmune, que produce la inflamación de las articulaciones, principalmente de las más pequeñas que se encuentran en las manos, aunque puede afectar a otras como codos, hombros, rodillas y pies, aunque en ocasiones incide también en otros órganos como el pulmón o el riñón», explica Isabel Castrejón, reumatóloga del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid.
Mujer, y cada vez más joven, es el perfil del paciente que convive con este invalidante compañero de viaje que, por desgracia, no se trata de algo excepcional, ya que, tal y como muestran las estadísticas realizadas por Episer, más de 200.000 personas padecen artritis reumatoide en nuestro país, un problema que va en aumento, pues cada año se diagnostican alrededor de 20.000 casos nuevos. «La incidencia de artritis reumatoide parece haber aumentado y existen varias factores que pueden estar asociados a este incremento, como una mayor prevalencia de la obesidad. El tabaco también es un factor de riesgo, de ahí la importancia de recomendar evitar fumar en familiares de estos pacientes», advierte la doctora Castrejón, quien recuerda que «es más frecuente en mujeres y, según una encuesta de ConArtritis, casi la mitad tenían entre 25 y 45 años cuando se les diagnosticó. Por este motivo, es importante cambiar ciertas ideas preconcebidas sobre que la artritis sólo aparece en gente mayor».
A día de hoy no se sabe por qué aparece la artritis reumatoide, pero distintas causas han sido implicadas en el proceso, como factores genéticos y ambientales. Sea cual sea el origen, la clave está en ponerse en manos de un especialista lo antes posible, ya que el diagnóstico precoz va a cambiar el rumbo de la enfermedad.
«Aunque no tiene cura, hoy en día disponemos de tratamientos eficaces y diferentes estudios han demostrado como el inicio precoz de estos, idealmente en los primeros tres o cuatro meses desde el inicio de los síntomas, se traduce en un mejor control de la inflamación, permitiendo a muchos pacientes estar en remisión», asegura la doctora Castrejón, quien insiste en que «la remisión es nuestro objetivo terapéutico y se traduce en la ausencia de inflamación y síntomas para que los pacientes puedan llevar una vida activa y con las menores limitaciones posibles. Por ello, el diagnóstico precoz resulta clave para prevenir el daño articular irreversible y por tanto la incapacidad funcional, ya que sin tratamiento, esta patología puede conducir a la progresiva destrucción articular y acompañarse de otros síntomas como rigidez articular, fatiga y dificultad para realizar actividades de la vida cotidiana, traduciéndose también en manifestaciones emocionales como ansiedad, depresión y estrés».
Tal y como advierte la doctora Castrejón, «existe un retraso en el diagnóstico y, por tanto, en el inicio del tratamiento. Esto se debe a que la artritis reumatoide no es fácil de diagnosticar. Resulta fundamental que los reumatólogos tengamos una buena vía de comunicación con los médicos de primaria, que son el primer contacto del paciente con el sistema de salud. Así, el contacto directo y la derivación pueden facilitar que estos afectados lleguen lo antes posible a los servicios de Reumatología». Por ello, la doctora Castrejón recomienda consultar con un especialista a pacientes de edad media que comienzan con inflamación y dolor en pequeñas articulaciones de las manos de distribución simétrica, acompañado de rigidez por las mañanas o dificultad para cerrar el puño».