Fuente: La Razón
No es necesario recordar los múltiples beneficios de beber agua, además de la importancia vital que supone para el cuerpo humano; pero por si acaso, cabe recordar que el agua contiene numerosos minerales y valiosos nutrientes que nuestro cuerpo necesita para funcionar correctamente, regula la temperatura corporal, ayuda a mejorar el funcionamiento de los riñones, facilita la digestión, facilita el movimiento de las articulaciones, (...) Es decir, es un elemento muy importante de cualquier dieta saludable.
Ahora bien, hay muchas variables a tener en cuenta. No es lo mismo el consumo que necesitará un varón de 50 años y 90 kilos que practica halterofilia; que el consumo que necesitará una estudiante universitaria de 20 años que se pasa en la biblioteca 14 horas al día.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, es suficiente consumir entre 1,5 y 2 litros de agua cada día.
¡Pero cuidado! El cálculo de la OMS incluye todo lo que ingerimos a lo largo del día. Si por ejemplo, nos tomamos una ensalada, un filete, o un zumo, estamos consumiendo agua. En diferentes proporciones, pero agua al fin y al cabo. Y todo esto va sumando hasta que el consumo diario de agua se eleva bastante por encima de la cantidad de agua que hemos consumido directamente.
¿Cuánto y cuándo beber?
Una de las recomendaciones más extendidas es la “regla del 8x8″. Esta regla sostiene que debemos beber ocho vasos de agua cada día, lo que daría como resultado unos 2 litros de agua, aproximadamente.
Y no es raro encontrarse a personas que tratan de ingerir estas cantidades `caiga quien caiga´ todos los días. Aunque tengan que pasarlo mal para combatir la saciedad.
La recomendación del doctor Joel Topf, nefrólogo y profesor clínico adjunto de medicina en la Universidad de Oakland, es clara: Hay que beber cuando se tiene sed.
Es bien sencillo. Tu cuerpo te dirá lo que necesitas. La noción de que se necesitan complejos cálculos y un esfuerzo sobrehumano para mantenerse hidratado, y evitar así las consecuencias nefastas de la deshidratación es -para el experto- una tontería.
Sí que es cierto que las personas mayores, de unos 70 u 80 años, deben prestar un poco más de atención a este asunto, porque la sensación de sed puede disminuir con la edad. Y podemos decir lo mismo para las personas que padecen ciertas afecciones, o que toman medicamentos con efectos diuréticos, que deben prestar una especial atención a su ingesta diaria.
Pero para el resto de personas, la única norma que deberían seguir es: saciarse cuando lo necesiten y dejar de pensar en ello.
Un consumo superior puede ser peligroso
Kelly Anne Hyndman, investigadora de la función renal de la Universidad de Alabama, explica que hay personas perfectamente sanas que achacan su malestar a la deshidratación, y que se sienten mal -precisamente- porque están bebiendo demasiada agua:
“Quizá les duela la cabeza o se sientan mal; y piensan: ‘Estoy deshidratado, necesito beber más’, y siguen bebiendo más y más agua, y siguen sintiéndose cada vez peor”.
La realidad es que si bebes a un ritmo superior al que tus riñones pueden excretar, los electrolitos de tu sangre pueden diluirse demasiado y, en el caso más leve, podría hacerte sentir “apagado”. En el peor de los casos, beber demasiada agua podría -incluso- producir una condición llamada hiponatremia o “intoxicación por agua”.
“Esto es muy aterrador”, dijo Hyndman. Si los niveles de sodio en la sangre bajan demasiado, puede causar inflamación cerebral y problemas neurológicos como convulsiones, coma o -en un extremo- incluso la muerte.